Opinión

Maletines y maletillas

La papelera

16 mayo, 1999 02:00

Me dicen que la cosa está que arde: van y vienen maletines, vienen y van los abogados. No quiero ni pensar en lo que podría ocurrir con una editorial, un premio y una fundación si no desactivan en los despachos la bomba que vuela hacia los tribunales. Vaya pedazo de bomba.

El maestro de esgrima le ha sacado los colores a mi Paco, que ya no está para estos trotes. Ni falta que le hace. Hacía tiempo que nuestro territorio no se salpimentaba tanto, y nos viene bien, de vez en cuando, que con Borges o sin él esto se agite. Las broncas, los duelos y las polémicas vienen de antiguo en la república de las letras, sólo que antaño la sangre llegaba al río y hogaño es la tinta que corre por las redacciones. Cuidado con Alatriste, que dispara con pólvora de verdad. Que se lo digan a mi Paco (o a Villena).

Es el amor en los tiempos del dólar. A mí estos lances literarios casi me emocionan, cuando hoy lo que toca es la pela y poco más. Lo dijo el otro día Jesús Ferrero con valentía, y le replicó veloz Juan Cruz con unos cuantos ejemplos. Acusó el escritor a los editores, pendientes sólo, decía él, de las listas de libros más vendidos y vendidos al escritor que más vende.
Ese, el de vender como pueda el nuevo paño literario, aguzando si cabe el ingenio cuando los autores no den más de sí, será el oficio de un poeta amigo que abandona la arena del periodismo con prisa y sin dolor. (Por cierto, muy bueno lo de la brújula de Javier Marías. Casi tan bueno como el que la persona a la que sustituye se quede en la empresa.) Será muy pronto, y los suyos, sarmientos incluidos, lo lamentan muy de veras.

A pesar del vértigo de las novedades, quizá por eso mismo, aseguran quienes también le quieren que no abandonará su puente hasta que pase una de las Ferias del Libro de Madrid más trasegadas de los últimos tiempos. Y con más autores, firmas y multitudes que nunca. Sólo faltará Tom Wolfe el esquivo, que ve retrasada la aparición de su novela por estos lares al parecer por problemas con la traducción, en los que está ahora enredado el excelente López Guix. Los demás, todos, de Carlos Fuentes a Antonio Gala pasando por Martín Gaite, Landero, Grandes, Moix, Vicent, Soler, Garzo, Ussía, Campmany, Etxebarría, Montalbán, Vázquez Rial, Pombo, Gómez Rufo, Loriga, Maruja Torres, Marías, Rico-Godoy, y tal vez Helen Fielding, y las docenas y docenas de escritores iberoamericanos que desde hace unas semanas nos visitan.

Los lobos comienzan a aullar, aunque todavía bajito. Ya era hora, porque andamos muchos como locos por saber algo más de la última película de Mariano Barroso. Ya hay fecha de estreno: hasta finales de agosto nada. Más lejos están, probablemente en octubre, los "Celos" de Vicente Aranda, que estos días acaba de empezar el rodaje. Ya veremos qué tal le ha sentado a Aitana Sánchez-Gijón la presidencia de la Academia.

Uno de los agentes artísticos más eficaces del país ha colocado en los últimos días gran parte de sus cuadras por nuestros distintos centros líricos. Vean qué lista: Debora Voight, Agnes Baltsa, Neil Schicoff, Dolora Zajic, Ana María Sánchez, José Bros, Edita Gruberova, Natalie Dessay... En el plazo de un mes, todos ellos y unos cuantos más se han trabajado y muy bien, por cierto, Madrid, Barcelona, Bilbao... Y eso lo consigue Miguel Lerín sin llevar la cartera y los papeles de nadie, sin ser socio ni agente artístico de ningún poderoso.

¡M enuda semana! Seis premios, seis, como seis miuras o seis victorinos, le han brindado al escritor esta semana. Miguel Delibes lo ha ganado casi todo, salvo el Herralde de novela. A propósito, también el bueno de Jorge celebra estos días el premio al editor europeo del año ahora que además celebra el treinta aniversario de Anagrama. ¡Y cómo se ríe, ahora que tantos maletines -también aquí, y más que nunca, viajan el puente aéreo para cerrar tratos y amarrar operaciones de desembarco!

Menuda la ha armado Justo Romero, el periodista y ex gerente de la Orquesta de Valencia, con su artículo sobre lo que sucede en el Palau de aquella ciudad. Le despidieron injustamente, la ley falló a su favor, fue indemnizado y ahora nos ha contado a todos cómo funciona aquel lugar. Aunque está bien que se cuente la verdad, o al menos su verdad. Lástima que todo rezume un innegable perfume a "vendetta".

Más de la venganza: esta vez el escritor austriaco viaja en piragua, pero llega donde solía. Peter Handke vuelve por lo mismo, por lo de siempre, por lo de Serbia, y estrena una obra de teatro sobre el rencor que dejan siempre las guerras en los países con muchas culturas y pendencias.

Nada que ver, por cierto, con el último libro del eterno candidato al Nobel Michel Tournier, que ofrece, desde su retiro en la Francia profunda, una nueva lección de imaginación y sentido común en Célébrations, ochenta breves ensayos convertidos en una suerte de diario "éxtimo", es decir, lo contrario de un diario íntimo, volcado al exterior.

Es hacia donde deberá mirar mi director cultural favorito. El Instituto Cervantes ha ganado a un primer espada de altura, Fernando Rodríguez Lafuente, que conoce bien todas las suertes y todos los tercios. Sólo espero que ahora se ciña más al toro de la actualidad, que no se esconda tras la barrera de las buenas intenciones y las falsas promesas, y que meta el estoque hasta la bola en todos los problemas que agitan esa Casa. En la que habrá cambios a no tardar: el de Londres al parecer ya tiene dueño. Y yo, por si acaso, dispuesto estoy a ofrecerme cual maletilla hambriento para el parisién o el romano. Por cierto, en cientos de actos madrileños le echaremos de menos.

J ustísimo. El Instituto colombiano Caro y Cuervo se alzó con el premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades para satisfacción de muchos, asombro de unos pocos y furia sorda y muda de uno. Que me conste, de uno. El ex presidente Betancourt y Jesús Polanco, tan colombiano últimamente, no caben en sí de gozo. Algún domingo les hablaré de llamadas telefónicas y otras sutilezas.

En Inglaterra se decía que las mejores críticas de uno de los más prestigiados críticos musicales eran las que escribía de conciertos en los que había estado durmiendo. En España no se dice lo mismo, pero casi... Aquí el que se duerme escribe la crítica de una sinfonía que no se tocó. ¡Ya me hubiera gustado a mí oírle a Thieleman la "Tercera" de Brahms! Sin embargo, me tuve que conformar con la "Cuarta". No pude "soñar" la más bella de sus sinfonías como se la debió de imaginar quien al día siguiente nos contó en la Prensa cómo había sido.

P.D. Acabo de recibir el del 89 y he respirado hondo. El del 98, me dicen, está al caer y ya me tienen ustedes tomando aire.