Image: ARCO: pros y contras

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Opinión

ARCO: pros y contras

13 febrero, 2001 23:00

¿Tiene sentido mantener una feria artificial a través de subvenciones, préstamos, dinero de empresas, cuando el mercado nacional no puede mantenerla por sí solo? Pienso que sí, pero insisto a la vez en que una feria de arte, o funciona porque se vende o no podrá sobrevivir

En un contexto tan revuelto como el nuestro, donde los únicos argumentos son los de los clanes, las descalificaciones, los exabruptos y la ceguera viciada del poder momentáneo, donde los premios son enfermedades y los premiados enfermos, no es nada fácil ejercer un juicio crítico equilibrado que no se preste inmediatamente a una lectura entre líneas. Y para hablar de ARCO hay que hacer un balance; todo lo positivo de ARCO debe leerse también en relación con la mediocridad que empapa la cultura española y todo lo que hay de malo, como categóricamente malo. O, por decirlo de otro modo, vivimos un proceso de atrofia de la crítica, una expansión de la amnesia y la irrelevancia, y una creciente incapacidad para cuestionarse el presente y las instituciones existentes.

¿Qué fue lo que hizo ARCO? En primer lugar, abrir, de manera mínima, un mercado de inversión, empujando a ciertas empresas privadas hacia la compra y la creación de colecciones que nunca se hubieran hecho de otra manera, con criterio o sin él. En segundo lugar, ARCO nos situó en los ochenta dentro del mapa europeo en el momento preciso en que nuestro mayor deseo era convertirnos en europeos. ARCO formó parte entonces de la gran euforia vacía de los 80, del triunfalismo, de los gastos fatuos, de las pequeñas complicidades: un brillo de bisutería. Pero también tuvo sus logros. Sobre todo, ARCO abrió un mercado donde no lo había, ingresando dinero negro, en el gran blanqueo de los 80, empujando los precios de un arte casi exclusivamente nacional hacia cotas que poco o nada tenían que ver con los precios internacionales, hinchando a artistas emergentes y proyectándolos hacia la historia nacional por la vía rápida. Y ARCO mantuvo el mercado, con el apoyo del dinero público, en los años oscuros de la caída de los precios, ayudando a la supervivencia de un sistema de galerías tocadas por la crisis. Este año, ARCO mantendrá de nuevo un alto volumen de venta gracias al dinero negro que ha aflorado y a la aprensión frente a lo que va a pasar con el euro. También es verdad que ARCO lanzó nuestras galerías al contexto internacional con su política de invitaciones, situándolas frente a frente con las galerías alemanas, norteamericanas e italianas, llevándolas a primera línea de combate y animándolas así a participar en otras ferias internacionales como Fiac, Basilea o Chicago. El resultado ha sido la presencia de artistas extranjeros en nuestras galerías, pero relativamente pocos intercambios de sustancia. Tenemos, después de 20 años, dos figuras bien establecidas en los circuitos internacionales: Juan Muñoz y Juan Uslé (el primero ni siquiera tiene una galería española que le represente y el otro vive en el extranjero).

Uno de los rasgos que distinguen a ARCO de otras ferias es que se ha convertido en un acontecimiento cultural, más allá de lo meramente mercantil y más allá del mundo de arte profesional. Se hace un esfuerzo para acudir a ARCO como fiesta, como lugar de encuentros, y como centro de una serie de actos culturales paralelos. Nadie va a negar sus méritos como plataforma de debates ( todo el mundo se acuerda del debate en torno a la Transvanguardia o de la apertura dialogante hacia Latinoamérica). Pero también es verdad que, pese a estas invitaciones, la contrapartida brilla por su ausencia -los comisarios extranjeros invitados raramente llevan artistas españoles a sus propias exposiciones fuera, ni los incorporan a circuitos más amplios. Y ha sido un error singular el no organizar una exposición paralela de arte español que garantizara a nuestros artistas la atención internacional. ARCO se ha establecido como una fecha incuestionable en el calendario cultural, arropada por fiestas paralelas, por comidas y comiditas, y con la doble gracia de ser alegre y profesional.

Ahora bien, ARCO pretende ser sobre todo una feria de arte. ¿Cómo se mide en estos términos? Se trata de una feria cara para los galeristas, aún rentable para los españoles pero bastante menos para las galerías extranjeras, muchas de las cuales han dejado de asistir. Hace años, Michael Werner decía con ironía (y con acierto) que ARCO era una feria nacional en la cual su galería no tenía nada que ver ni hacer. Habría que comparar cifras entre una feria y otra para ver el alcance de la Feria. ¿Cuáles son las ventas en ARCO frente a los demás? ¿Cuál es el porcentaje de venta de arte nacional comparado con el de internacional? ¿Cuál es el porcentaje de dinero privado gastado, comparado con el de dinero público? ¿Qué es lo que se compra con el dinero público, quién lo decide, y con qué criterios? ¿Acaso sólo los de los cambios políticos caprichosos? ¿Tiene sentido que los representantes culturales autonómicos compren a menudo obras de las galerías de su propia comunidad cuando tienen todo el año para ir a visitarlas? ¿Tiene sentido que las galerías que trabajan todo el año dependan de forma excesiva de sus ventas de ARCO? ¿Tiene sentido la colección ARCO (con criterios de compra tan variopintos, puesto que cambia cada año de comisario) para tener contentas a las galerías extranjeras y asegurar así su presencia? ¿Tiene sentido mantener una feria artificial a través de subvenciones, préstamos, dinero de empresas, cuando el mercado nacional no puede mantenerla por sí solo? Pienso que sí, pero insisto a la vez en que una feria de arte es una feria de muebles disfrazada. O funciona porque se vende o llegará el momento en que no podrá sobrevivir en un mundo del arte cada vez más descaradamente mercantil.