Image: Javier Ortiz

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Opinión

Javier Ortiz

Los columnistas

30 mayo, 2001 02:00

Javier Ortiz es un profesional del periodismo que pone mejor que nadie la voz del hombre de la calle. Yo le prefiero serio y cabreado mejor que irónico y burlón. Los hombres justos no saben sonreír

"Lo suyo ha sido un suicidio político en toda regla", escribe Javier Ortiz respecto de la campaña y fracaso de Mayor Oreja en el País Vasco. Javier Ortiz es un columnista sorpresa que aparece cada vez por una esquina del periódico, aunque ahora se ha asentado en la página dos, que comparte con Manuel Hidalgo, Albiac, etc. Javier Ortiz es periodista muy documentado y que, como interior al periódico escribe siempre al filo cortado de la actualidad. Ortiz es quien mejor certifica la apertura de El Mundo, que llega hasta el izquierdismo decisivo y con raíces de este veterano. Cuando Felipe González, le hacía al presidente críticas muy ajustadas desde la izquierda real, como ahora se las hace a Aznar, con un plus de gravedad que parece estar pidiendo disculpas por escribir en un periódico relativamente aznarista o aznariego. Javier Ortiz no es un frívolo ni un redactor político de los que viven del tópico, sino un profesional del periodismo que pone mejor que nadie la voz de hombre de la calle para delatar al Gobierno o criticar al crítico, o sea la oposición.

Ahora que tanto se juega con los periódicos, para vender y para estar al día, Javier Ortiz es periodismo puro, el de siempre, y yo le prefiero serio y cabreado mejor que irónico y burlón. Los hombres justos no saben sonreír. La columna de Javier Ortiz acumula toda la querencia izquierdista del periódico y al mismo tiempo él, como periodista, diríamos que hace con manos artesanas cada hoja de cada día, respetando las reglas del oficio, lo cual forma parte de todo hombre ético.

"El error de Mayor Oreja fue de principio. Trazó una línea divisoria equivocada, nacionalistas-no nacionalistas y cifró sus posibilidades de victoria en el trasvase al campo españolista de una parte considerable del electorado nacionalista. Para lo cual hubo de servirse de un discurso de sal gruesa que venía a equiparar en la práctica a los dirigentes del PNV con ETA, utilizando machaconamente el burdo argumento de que quien comparte los fines se convierte en cómplice de los medios". El párrafo es muy explicativo y lúcido, aunque finalmente establece una separación entre PNV y ETA en la que nosotros no creemos.

Javier Ortiz no escribe para divagar sino para dejar ahí las ideas que tiene claras, y aquí debemos distinguir dos categorías de ideas: las fundacionales, marxistas o no, las esenciales, y después la aplicación de estas ideas a la circunstancia puntual del momento, aplicación que genera una ideología de segundo grado pero coherente con la primera. "Un planteamiento tan irrealista asentado en un desprecio tan pasmoso de la realidad social vasca, no podía salir bien". Javier Ortiz escribe desde la primera línea con afán de racionalidad y claridad, pero hay momentos en que la prosa se le endurece y entonces es cuando usa su pluma mitinera, digamos en el mejor sentido, para cincelar las verdades que se le van ocurriendo o que trae en su cabeza política desde toda la vida. Con cuatro expresiones fuertes, Javier Ortiz deja el resabor de una columna agresiva y dura, pero hay que leerle de verdad, y no por encima, para comprobar que es una máquina de razonar y no un mitinero. Ortiz ha auscultado incluso el sentimiento vasquista, del que nadie habla con precisión, sentimiento que, según él, Mayor Oreja ha encrespado torpemente hasta el punto de volverlo del revés.

Así va trabajando Javier Ortiz cada una de sus columnas. No sé cómo escribe, no me he parado nunca en el periódico a verle trabajar, pero su columna es siempre una cosa muy estructurada con la que estamos o no de acuerdo en las formulaciones, pero que nos da ejemplo de honradez política y capacidad de sistema. "Tras elegir esa estrategia meridianamente errónea, nada de especial tiene que también se equivocara a la hora de escenificarla. Llenó su campaña de tantos elementos foráneos que acabó dando la imagen de que él mismo era un producto de importación, ajeno al país que quería gobernar". Estas son quizá las palabras más duras que se han escrito sobre Mayor Oreja después de la derrota, e incluso antes. Es cierto lo que dice Javier Ortiz, pero participa en alguna medida de la satanización que a Oreja le hizo Javier Arzalluz. Quizá el error fue presentarse allí, pero una vez presentado no podía recurrir a dialécticas entreguistas que hubieran hecho inútil su participación. Claro que igualmente inútil o equivocada ha resultado a la larga Javier Ortiz es implacable con el ex ministro de Interior, y tiene pleno derecho a ello, como que toda la columna está vista desde posiciones muy distantes a las del señor Oreja.

"Se justifica también afirmando que él ha articulado una alternativa y se atribuye el mérito del descalabro surgido por EH". Pero todos sabemos que la ruina electoral de EH se la han fabricado a medias entre unas y otras siglas, y esto explica el abandono en que se ha dejado a Otegui, cuando vino haciendo una campaña de líder revolucionario sin vuelta de hoja de cuchillo. Otegui ha sido el Robespierre de esta soñada revolución, un Robespierre en camiseta que tampoco tuvo en cuenta el reparo de los vascos ante la violencia, y este reparo no es una cosa sentimental sino casi un instinto animal y razonable de las masas. No parece modélica esta columna de Ortiz, superior a cualquier semblanza que pudiéramos hacer del personaje. Hace su crítica lleno de clariver y no intenta ocultar desde dónde ve tan claro.