Saint-John Perse
Yves Klein, "Antropometría-fuego" (1961)
Nada tan inexacto como comparar a Perse con Borges. Borges lirifica los hechos. Perse no cuenta hechos, no cuenta nada, sino que sólo a él le ha sido dado respirar el clima remoto de los sucesos sin necesidad de documentarse prosaicamente en el hallazgo de los libros
Hasta el sitio llamado del árbol seco: y el relámpago famélico me asigna esas provincias del oeste. Pero más allá están los mayores ocios, un gran país de pastizales sin memoria, el año sin vínculos y sin aniversarios, sazonado de auroras y de fuegos. Matinal sacrificio del corazón de un negro cordero".
Muchos críticos han querido leer la poesía de Saint-John Perse como una poesía épica, pero esto es no entenderla en absoluto, ya que se trata de una gran lírica, y sus motivos épicos y beligerantes no hacen sino recoger los resplandores poéticos de la batalla, el brillo de los escudos, el color de la sangre, la intensidad del tiempo sobre las cabezas, etc. Perse erige una gran épica fantasmal que no es tal cosa, parece contarnos el éxodo total de la Humanidad hacia las escalinatas del mar o las expresiones del fuego, en sus versos está como a punto de aparecer un héroe de Homero o de la Biblia, pero nada de eso. La originalidad y universalidad del empeño de Perse es que nos da la poesía desprovista de anécdota, recoge los fulgores de la Historia para contárnoslo todo y no contarnos nada. Lo que queda de su obra impar es el resol de una civilización desconocida o el acero iluminado de una espada que todavía recuerda a su dueño. Nada de decir que Perse hizo la épica del siglo XX. Nunca hizo más que lírica, pero sus vibraciones fingen gloriosamente una épica perdida.
Nada tan inexacto como compararle con Borges. Borges necesita contar una batalla real o legendaria, pero concreta, para convertir los hechos en metáforas y trasmutar lo militar en literario. Quiere decirse que Borges es autor de prosa antes que poeta y necesita la prosa de la vida y de la guerra para construir un poema, poema que luego acuñará destellante de soles con sus manos de ciego. Borges lirifica los hechos. Perse no cuenta hechos, no cuenta nada, sino que sólo a él le ha sido dado respirar el clima remoto de los sucesos sin necesidad de documentarse prosaicamente en el hallazgo de los libros. Perse es la globalización, que diríamos hoy, algo así como un poeta adolescente soñando con las caravanas de los siglos que pasan por su cabeza.
"Después de tanto marchar hacia el Oeste ¿qué sabíamos de las cosas perecederas? y repentinamente, a nuestros pies, las primeras humaredas ¡mujeres jóvenes! y la naturaleza de un país de perfume... Te anuncio épocas de gran calor y viudas que gritan la desaparición de sus muertos. Los que envejecen en la práctica y culto del silencio, sentados en las alturas contemplan las arenas y la exaltación de la luz en las radas foráneas, mas el placer renace en el flanco de las mujeres y en nuestros cuerpos de mujer hay como un fermentar de negras uvas y no hay tregua con nosotras".
Saint-John Perse, diplomático y Premio Nobel, que no se llamaba así, tiene su primer traductor al castellano en Argentina, pero el gran traductor de Perse es Manuel álvarez Ortega, especialmente entregado a la obra del francés antillano. Perse inicia su obra en 1910 y todo él ha sido considerado como un hecho único, "enorme bloque caído de un oscuro desastre". Su temática es clamorosamente nueva, o así lo parece, y su forma es extraña a la tradición francesa. Nacido en 1887 en un pequeño islote próximo a la isla de Guadalupe, llegó a tener altos cargos políticos y burocráticos. Vivió en Estados Unidos. En esta biografía sucinta y extraña encontramos una forma de huida de la realidad y de sí mismo, huida que se prolonga musicalmente en su poesía, que no tiene que ver con nada ni con nadie, pero concierne a la Humanidad entera y al Universo. "Una vez ha escrito algo muy dulce y algunos han tenido conocimiento de ello".