Image: Decadencia del esnobismo

Image: Decadencia del esnobismo

Opinión

Decadencia del esnobismo

17 abril, 2002 02:00

Marcelino Vespeira, "El muchacho imperativo" (1952)

Nos lamentamos todos los días de la decadencia de los valores, de la religión, de las ideologías, de las costumbres, pero eso viene ocurriendo desde siempre y por tanto no terminará nunca. A uno le preocupa más la decadencia del esnobismo, que es cosa que empezó a mediados del siglo pasado y va siempre a más, con la particularidad de que no hay repuesto para el esnobismo, así como se reponen unos valores por otros y unas santas por otras. Marbella, un suponer, fue la playa del esnobismo durante todo el fin de siglo como a principios lo había sido San Sebastián. Desde que Gil y Gil se hizo a sí mismo alcalde de Marbella, la horteridad empezó a invadir uno de los rincones más deliciosos y esnobs del Mediterráneo. Entre Gil y los moros del petróleo convirtieron Marbella en un Benidorm internacional y con mejor pasado, pero con poco futuro.

Uno todavía alcanzó la Marbella de Don Jaime de Mora y Aragón, porque el esnobismo es que el pianista de la casa sea un Grande de España. Uno todavía alcanzó la Marbella de Fierro y Ana Castor, y ya supone bastante esnobismo que un banquero español le ponga a su amor el mismo sobrenombre que el filósofo Sartre a su compañera. El último presidente esnob de los Estados Unidos fue Kennedy, que pretendía presentarse como un Ivanhoe de tergal. Los presidentes que han venido luego son ya todos de la cepa country, local, y con unas esposas que no servirían para alcaldesas de España. La última frase esnob de París la había escuchado Daninos en un juicio por divorcio: "No, querida, no te denuncio por adulterio; yo voy mucho más allá. Te denuncio porque me aburres". Ahora no se producen esas querellas tan finas sino que, aquí en España, el marido hace astillas a la adúltera con el hacha de talar y encima sale en la televisión como noticia de interés humano, porque el interés humano es un valor periodístico que ha desplazado al esnobismo. O sea que no hay ambiente y el que quiere hacer esnobismo hace el ridículo.

Así, Zapatero es el esnob de Felipe González, y lo que en González era espontáneo y duro, en Zapatero es un modelo de Maxcali o de Cortefiel. El esnobismo puede ser un arma política, pero hoy los políticos prefieren insultarse a grito herido y mentarse a las madres, que son tan honradas. El esnobismo podía haber vuelto a las casas bien con la inmigración obrera y servicial: polacos, moros, dominicanas y mayordomos colombianos que le preparan la coca al señor como antes le preparaban el té. Pero hoy, al colombiano que saca la primera raya lo entrullan y así no hay manera de ir educando a un servicio elegante y esnob.

Uno de los grandes paraísos del esnobismo fue el turístico, pero ahora el turismo lo han horterizado con los puentes laborales a Europa, a Benicasim y a Salou, que no hay manera de hacer esnobismo en Benicasim sin que el municipal te ponga una multa por maricón, que en la playa hay niños. Antes viajábamos al encuentro de una Mata-Hari y ahora viajamos al encuentro de una ballena. El último poeta que se propuso hacer esnobismo fue Leopoldo María Panero y lo tienen en un manicomio desde entonces. En ausencia del esnobismo, que los jóvenes ni conocen, se hacen experiencias como Gran Hermano, que son la cutreidad en cutre, o como Operación Triunfo, que es la cutreidad lavanda y con las chicas más limpitas, pero siempre dentro de una clase media y con mucha familia, pues ya dijo otro esnob francés que los niños son cosa de los pobres. El entierro de la Reina Madre de Inglaterra pudo haber sido una convocatoria para el esnobismo internacional, pero a nuestro rey Juan Carlos le sentaron junto a doña Camila Parker, con lo que le bloquearon ese esnobismo borbónico con que él se quita un zapato en público para mostrarme la calidad. Pero el esnobismo no está en el zapato sino en el gesto. Caídos los valores del esnobismo, que fue una pasión europea, sólo nos queda el esnobismo de Anson, que al padre del rey le llama Juan III y a la Liga de Fútbol la llama derby.