Image: Arco 2005, esencial soledad

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Opinión

Arco 2005, esencial soledad

por Kosme de Barañano

10 febrero, 2005 01:00

Frida Kahlo pintó Las dos Fridas en 1939. Hoy es uno de los cuadros emblemáticos del arte moderno mexicano. Lo podemos ver estos días en Arco, en el stand institucional de México

El sociólogo americano David Riesman, en The Lonely Crowd (1948), distinguía en los juegos de sociedad tres personalidades: las "directas de la tradición", las "autodirigidas" y las "heterodirigidas". En la primera los hijos siguen a los padres, sociedades inmoviles como en el Medievo, donde el trabajo era sólo fatiga; en la segunda, con las primeras tecnologías, por ejemplo con la imprenta (en el Renacimiento y en la Reforma), el individuo encuentra en sí mismo sus propios objetivos.

En el tercer caso, el actual para Riesman, el hombre heterodirecto se convierte en ser de consumo y en masa: busca la aprobación de los demás y ser como los demás, y ahí radica su esencial soledad, y el miedo a no ser aceptado. En los otros casos el desastre se configuraba como vergöenza o como culpa. Igualmente hay ferias de arte, de consumo y masa, para visita de todos los gestores culturales de las autonomías, (que se aprueban los unos a los otros con sus propios artistas). Hay ferias de arte que vienen de la tradición mercantil y localista (que si no venden aunque sea en un hotel se avergöenzan), y hay ferias de arte, como la de Basilea, que son autodirectas, en las que no hay trampa ni cartón, sino transparencia y claridad comercial (donde si no se vende no echan la culpa a los demás).

Una feria, como una subasta, debe ser un acontecimiento abierto, es mercado libre. No sólo un lugar de encuentros presentes, sino un lugar de pactos para el futuro, y donde las obras que se cuelgan en las paredes no sólo son interesantes y "vanguardistas" sino lo mejor que cada uno tiene. No se trata de provocar novedad, sino de mostrar calidad. El capitalismo adquiere aquí un carácter humano. No son fuerzas anónimas las que demonizan este mercado sino el resultado del comercio individual, de la presentación de las propias ideas unidas a los intereses en el comercio, en el intercambio. Esto es, emancipación del propio punto de vista, del propio gusto, y democracia en el sentido del mercado libre.

ARCO se desdibuja entre la de Bolonia en enero y la de Maastricht en marzo. La ciudad de Morandi tiene como director a Lorenzo Rudolph, que trabajó en Basilea y la ha rebautizado con el nombre de Arte Fiera-Art First. Ha marcado así el comienzo de la temporada con una apuesta de mezcla, gente joven e internacionalización, a la que ARCO llega tarde. El mes de marzo es de visita obligada a la villa de Maastricht, aburrida y sin encanto al margen del museo de Aldo Rossi, para ver una de las mejores ferias de Arte y Antigöedades, The European Fine Art Fair (Tefaf). Por otra parte, una nueva feria apareció en 2002 en estos meses que daban a ARCO un lugar de tranquilidad, la de Montecarlo. Y en Londres, las dos casas de subastas, Christie’s y Sotheby’s, adelantan al 7 y el 10 de febrero dos importantes citas.

Hace seis años señalé que ARCO tenía poco de mercado real de valores. Una feria es un lugar de intercambio y debe demostrar que es transparente. Una transparencia que se ve como una amenaza por los intermediarios locales y provinciales, y por los pseudo-vanguardistas, anclados en las subvenciones estatales. En la feria se debería poder ver y plantear cuestiones objetivas sobre el mundo del arte y de su valor, como se hace en la de Feria de Anticuarios: dónde se ha desarrollado el mercado y qué estilo predomina, cómo se expande y cómo se consensua el valor de un artista, en qué dirección va el futuro. Comparaba entonces ARCO con la Vuelta Ciclista a España. Sintetizaba ambos eventos, ARCO y la Vuelta de 1998 (el podio era totalmente español) así:
-Goza de buena salud para el consumo interno (ruido mediático no le falta).

-La victoria se libra entre ciclistas españoles (por ello su relevancia internacional es limitada).
-La Vuelta vive siempre rodeada de un triunfalismo inexplicable.

¿De qué sirve entonces ARCO? El mundo del arte español no puede correr el riesgo de tener la feria más apoyada publicitaria y socialmente del mundo sólo por su capacidad para animar el debate interno. Las verdaderas ferias no están interesadas en cifras récord de visitantes sino en las visitas oportunas y en los intermediarios adecuados.

ARCO sigue siendo, como la Vuelta, una etapa de saludos a contrarreloj aquí y allá, y unas cuantas compras oficiales (es decir, con el dinero público). La calidad es discreta, y la crítica está dopada. No hay control de anabolizantes, es decir, no hay control de subvenciones (mejor dicho, casi todos van subvencionados) y así se pervierte de raíz el libre comercio.

Sorprende entre los aficionados al ciclismo el derroche de energías que algunos equipos hacen en las etapas previas a las que se presenta como decisivas. ARCO reparte entre los aficionados apostados en la carretera presentes tan sorprendentes y variados como hace un par de años el desfile de Delfín, o los espacios lúdicos como si fueran un recreo colegial. Como un equipo que se sabe perdedor y que lo que pretende es, al menos, sorprender, llamar la atención, para que el patrocinador tenga sus minutos de gloria antes de comenzar el ascenso. En los otros equipos (Basilea, FIAC) la etapa reina se encara con prudencia, sin correr riesgos innecesarios, con control de las fuerzas del mercado. Saben que hay que ganar con contundencia, con control de tiempos y de energías, y no derrochar todo en una etapa.

Desde una mirada de la antropología social, ARCO pertenece a los rituales: es una crónica de costumbres, a imagen y semejanza del festival de coros y danza del franquismo. Encuentros de la periferia en el odiado centro, pero al que se acude con fervor. Las conclusiones que apuntaba en 1999 siguen desgraciadamente siendo una realidad. Por mucho que algunos se esfuercen en la prensa, ARCO como la Vuelta es una carrera para españoles. Su relevancia internacional es una mentira, y el arte español sigue sin capacidad de abrirse al mercado mundial. No por falta de corredores, sino de estructura comercial y de equipo técnico.

En todas las ferias se habla de buen talante y de buenos resultados. No se puede o debe esperar otra cosa. Cuando se habla ya en privado nunca hay unanimidad alguna, lo que también es normal, no se puede lograr el consenso con más de doscientas galerías de intereses muchas veces contrapuestos. El mundo de las subastas que al ser públicas son transparentes, así como los precios de internet, donde ya no hay situaciones de privilegio ni particularismos localistas, ni engaños provinciales, dibujan mejor el mercado del arte.

Finalmente no voy a obviar los aspectos positivos, pues olvidándonos de los triunfalismos de su directora (es su deber) ARCO tiene un valor, sin duda, como un lugar de encuentros, y de alguna manera, frente a la centrifugación de que hablaba Felipe González, ARCO, como el fútbol, vertebra España.