Opinión

Henzitis

10 febrero, 2005 01:00

No cabe duda de que los españoles tenemos sentido del humor. Miren por donde nuestro mundo musical ha inventado ya un término para la enfermedad de moda, la "henzitis". Empezó a cultivarse este virus hace algo más de un par de años en los laboratorios del Teatro Real y la ONE. Era necesario encontrar el parásito invasor foráneo que acompañase a las magníficas obras de tantos compositores nativos que amenazaban por causar una epidemia nacional. Alguien encontró un germen de indudables ventajas: era un germen conocido de muchos y amigo de pocos (Javier Alfaya, Eduardo Rincón...) y no se corría peligro de una enfermedad crónica, puesto que se pensaba que su innegable dureza produciría una reacción rápida en la población y pronto surgirían anticuerpos que sanarían a los enfermos y éstos volverían al redil de las terapias hábilmente suministradas por los médico-compositores nativos. Así se estrenaron Las Bacantes de Henze y alguna sinfonía.

Pero la cosa se les fue de las manos. El año 2004 trajo el estreno en España de La abubilla, varios conciertos, conferencias y otros actos en el Teatro Real, con el compositor en persona, que no se creía tanta atención en un país que jamás le había hecho caso y ahora se le caía la baba ante tanta expectación, sobre todo cuando presentaba sus memorias Quintas bohemias, espléndidas en sus primeros capítulos, los recuerdos juveniles, para luego reblandecerse. Se intuye que tras el telele quería ponerse a bien con el mundo. Lo mismo que yo, cuando toque.

Ya en febrero de 2005, la traca. Tres semanas en el Auditorio Nacional con programas para los que se le ha dado "carta blanca" al compositor, que ha incluido obras de terceros. Entre ellas una de un español: los Latidos de Luis de Pablo. ¿Se imaginan cómo está el resto de nuestros autores? Parecen jilgueros. Trina que trina. En fin, Henze convertido en Dios y eso que su música no es precisamente como la de Menotti o Penderecki, sino un tanto árida para la mayoría de los oídos por más que se la ilustre con vistosas puestas en escena. Aquí se funciona con la ley del péndulo. O todo o nada. Lo siento por otros como Aribert Reimann. Poco a poco, ya les llegará el turno.