Opinión

Todos somos ‘underdogs’

por Mariano Barroso

23 marzo, 2006 01:00

El cineasta Mariano Barroso, autor de Éxtasis, ha dirigido los doblajes en España de gran parte de las películas de los hermanos Joel y Ethan Coen, entre ellas Fargo y El gran Lebowski. Con este relato personal de su relación con los hermanos de Minessotta, el director de Los lobos de Washington abre el dossier especial que dedicamos al cine de los Coen, con motivo de la nueva colección de la Filmoteca de El Cultural.

E l día que conocí a Joel Coen le dije que sus películas no estaban mal, que incluso me gustaban... Pero que era cuando se doblaban al castellano cuando cogían fuerza y vuelo, cuando de verdad tenían sentido... él me miró de arriba abajo como diciendo "¿quién es este pavo?". Luego le expliqué que yo era quien había dirigido el doblaje de varias de sus obras. Entonces Joel Coen se echó a reír y me cosió a preguntas. "Who the fuck are you?", fue la primera de ellas.

Estaba reciente el estreno de El gran Lebowski y él quería saber cómo habíamos trasladado al español las expresiones del "Dude", el "Nota". Le parecía imposible. Yo le dije que lo era, que no era posible traducir lo que decía Jeff Bridges en aquel peliculón, que hicimos lo que pudimos. Le dije también que era imposible traducir no sólo las palabras de ese personaje y de todos los demás, sino también y sobre todo las voces de los actores. Me hizo detallarle la traducción exacta de algunas frases: "We're screwed now! We don't get shit and they're gonna kill her! We're fucked!..." . Yo recordaba la película de memoria, y él pareció después de todo quedar contento con mis versiones.

Aquel día le expliqué a Joel Coen que rechazaba ver películas dobladas pero que, gracias al doblaje, había visto Fargo y El gran Lebowski cientos de veces. Le juré que detestaba el doblaje. Pero que doblar sus películas me había permitido desmenuzarlas escena por escena y plano a plano, en inglés y en castellano. El maldito doblaje, le dije, me había obligado a estudiar las tramas de sus historias, a conocer los nombres, apellidos y motes de sus personajes, las expresiones que utilizaban en sus diálogos, los nombres de los pueblos, de las carreteras, a tararear con precisión las entradas y salidas de la música...

Para acabar y resumir le confesé que me sentía un impostor. Me sentía un impostor por haber colaborado en la adulteración de algunas de las mejores películas que había visto en mi vida, como Fargo o como El gran Lebowski. Y como él estaba allí delante, y él las había dirigido, yo estaba convencido de que si le contaba todo esto mirándole a los ojos, iba a poder redimirme como cineasta. Y eso fue lo que ocurrió. Nos comimos un plato de yuca con frijoles y, entre risas, Joel Coen me perdonó en su nombre y en el de su hermano Ethan. Y me liberó.

Un par de años más tarde tuve una recaída: los Coen habían hecho otra película grande: The Man Who Wasn’t There, y el distribuidor español me propuso dirigir el doblaje. Lo primero que hice fue llamar a Joel a Nueva York, para pedirle permiso o, más bien, la bendición, esta vez por anticipado. Joel me la dio y, durante varias semanas, me encerré en un estudio. Cuando El hombre que nunca estaba allí se estrenó en Madrid, Joel y Frances McDormand vinieron a presentarla. Joel me habló de las "concesiones" que tuvieron que hacer: la televisión les había impuesto rodar la película en color, a pesar de que ellos la querían en blanco y negro. Y me dijo que le sonaba muy bien en español, aunque no entendía nada.

Un día de mucho calor, Joel recaló en la Escuela de Cine de Cuba, en medio de un viaje por la isla. Yo era entonces profesor y organizamos un encuentro con los estudiantes. Su forma de quitarse importancia y de desmitificar el cine se me quedó grabada. Joel nos confesaba que no entendía por qué sus películas, a pesar de estar hechas con estrellas de Hollywood, no funcionaban en taquilla. Y nos contaba que ellos estaban empeñados en hacer un taquillazo, pero que no les salía. Yo le pregunté si el hecho de quitarse importancia no sería la causa de su no-comercialidad. él me respondió "may be" (puede ser).

Un fenómeno extraño de los que se dan en el mundo del cine, un fenómeno inexplicable: las películas de los hermanos Coen funcionan comercialmente en España mucho mejor que en otros países. ¿Alguien puede decir por qué? Aunque Joel Coen me ha presentado alguna vez entre risas como el responsable de que sus películas funcionen aquí, yo veo unos hilos de sarcasmo que conectan a Sangre fácil y a Fargo con El extraño viaje, Plácido, El verdugo... Un extraño parentesco une a estos hermanos con nuestros padres cinematográficos, Berlanga, Azcona, Fernán Gómez... El humor negro.

Los hermanos Coen se mueven fuera de Hollywood, en ese territorio llamado Off Hollywood, el lugar que, desde hace décadas, nos regala lo mejor del cine americano. Las películas de los Coen son tragedias salpicadas de humor negro que desafían los arquetipos del cine de los estudios: sus personajes son anti-héroes, underdogs a medio camino entre Scorsese y Tarantino. Irónicos sin dejar de ser existenciales, los underdogs de los Coen tratan de escapar de una red que les atrapa y sobre la que no tienen ningún control. Como ellos mismos: cineastas libres que no tienen ningún control sobre la red de Hollywood que les atrapa. Los hermanos Underdogs.

Los Coen empiezan a rodar su próxima película, No Country For Old Men, en el mes de abril con un protagonista muy cercano: Javier Bardem. Javier ha traducido el guión entero con su puño y letra, para buscar lo que se esconde bajo cada una de las palabras. Ahora se va tres meses a un pueblo de Texas a hacer de villano, de jefe de los sicarios que persiguen a un aprendiz de ladrón, otro underdog. En frente tiene a un sheriff malencarado, un actor que ha demostrado que sabe hacer muy bien de malo: Tommy Lee Jones. Cuando alguien haga el doblaje al español de No Country For Old Men, una gran parte del trabajo estará hecho: el doblador del protagonista se encargará de ello.