Opinión

Todos se van

23 marzo, 2006 01:00

Arriba, el escritor Javier Marías, Leo Bassi y el cineasta Nacho Vigalondo. Abajo, el poeta Juan Gelman e Imanol Arias

La campaña "Javier Marías a la Academia", a toda vela. Bassi retrasa su "diccionario filosófico". La historia del I premio de novela de Bruguera. Juan Gelman celebra el aniversario de su primer libro. El Festival de Málaga apura sus últimos días. Antonio Colinas no pierde el tiempo. Cabaret cumple mil funciones y se despide de Madrid. El Cerco o cómo el cortometraje español abre fronteras.

Me cuentan que la campaña "Javier Marías a la Academia" va a toda vela, impulsada además por los mandamases de la Docta Casa. Y yo, que estimo al novelista, sólo recuerdo otras ausencias que se me hacen más urgentes, como las de Juan Marsé, Antonio Gamoneda, Eduardo Mendoza, Francisco Umbral, Eugenio Trías, Juan Goytisolo, Fernando Savater, Germán Gullón, Guillermo Carnero, García Gual, Jaime Siles, García Calvo... ¿Sigo?, ¿recuerdo de nuevo a Caballero Bonald, varias veces agraviado por la RAE?

Como "para quien tiene miedo, todo son ruidos", que escribió el sabio, la editorial Páginas de Espuma, que iba a publicar Bassico. Diccionario filosófico de un bufón, de Leo Bassi, ha decidido retrasarlo. La razón, claro, son las amenazas y los atentados "que ha recibido nuestro amigo y autor" por su controvertido espectáculo La revelación. Eso sí, manifiestan su apoyo a su trabajo y a su libertad de expresión, pero no se atreven a aventurar una fecha, mientras algunas comunidades autónomas cancelan las actuaciones del italiano, y otras lo contratan a toda prisa.

El I premio de novela Bruguera (ese que tiene como único juez a Eduardo Mendoza) ha llegado con historia. La cubana Wendy Guerra, autora de la agencia Carmen Balcells, se ha hecho con los doce mil euros del premio por su novela Todos se van, historia al parecer muy cubana, varias veces reescrita y que ya estaba contratada en Ediciones B y firmada por ambas partes, desde hacía meses. Eso sí, por tres mil euros. Trescientos infelices le acompañaban con sus primeras novelas, pero la afortunada Wendy, tal vez algo olvidadiza, proclamó: "no me esperaba el premio".

Diez años después de su muerte, la inquietante Patricia Highsmith (1921-1995) se ha apoderado de la Biblioteca Nacional Suiza, que exhibe por primera vez sus archivos literarios, así como fotografías, dibujosmanuscritos y retratos que desvelan aspectos inéditos de la creadora de Tom Ripley y de novelas como Extraños en un tren. Una buena manera de hacer tiempo mientras se publican los 18 diarios y los 37 cuadernos de apuntes que dejó inéditos.

Quizá porque la poesía no tiene público sino lectores, cómo él mismo dice, estos días el argentino Juan Gelman recibe numerosos homenajes por el cincuentenario de su primer libro, Violín y otras cuestiones. Lo de menos es que, en este caso, el poeta quede oculto tras el drama humano (ya saben, su hijo y su nuera embarazada fueron asesinados durante la dictadura militar, y él tardó 30 años en recuperar a su nieta), sino que al menos conserva la esperanza "algo remota" en que "por sí sola la poesía modifique la conciencia del hombre".

El Festival de Málaga culmina estos días una intensa edición. Hoy llega a su sección oficial La dama boba, de Manuel Iborra, y Amor en defensa propia, de Rafa Russo. Pasado mañana, el jurado, encabezado este año por Imanol Arias, dará su veredicto. ¿Estará entre estas dos propuestas la disputada Biznaga de Oro?

Se ve que a Antonio Colinas, como no se disipa enviando cartas, le cunde mucho el tiempo: además de reunir en El agua, la piedra, la palabra algunas de sus poesías, ensayos y conferencias sobre Salamanca y sus gentes, estos días remata la antología que la Junta de Castilla-León va a editarle como homenaje al premio de las Letras que le concedieron en 1998.

Mil funciones ha cumplido ya Cabaret, que después de dos años largos se despide de Madrid. El respetable, 750.000 personas lo han visto, se ha bebido en él 12.000 botellas de champán y 70.000 de cerveza. Y es que haciendo honor a su nombre, el espectáculo hizo del patio de butacas un café berlinés con estética Otto Dix. Las mágníficas letras de las canciones de Fred Ebb y la partitura de John Kander merecían al menos una copa.

El cortometraje español adquiere dimensión internacional, aunque aquí aún no sepamos verlo con claridad. No sólo Nacho Vigalondo recoge los éxitos allende los mares (por cierto, extraordinario su minicorto Domingo de notodofilmfest), también álvaro Pastor se llevó el premio de Sundance con La ruta natural. Pero el corto que me ha dejado sin palabras se titula El cerco, de Ricardo íscar y Nacho Martín, ganador en Berlín del premio al mejor corto europeo. No se lo pierdan en los cines Verdi de Madrid, desgraciadamente los únicos cines comerciales de Madrid que programan cortometrajes en algunas sesiones.