Opinión

Realidad

Portulanos

12 febrero, 2010 01:00



Hace una eternidad, con motivo del estreno de una obra de Pinter, un crítico -Haro, creo- escribió que los actores españoles estaban genéticamente incapacitados para hacer las obras de la dramaturgia inglesa. Recuerdo haberme enfadado mucho: entonces estaba empeñado en ser actor y me gustaba particularmente el teatro británico. Con el tiempo empecé a entender a qué se refería. No se trataba de una cuestión genética, sino cultural: el español medio, acodado en la barra del bar, vocifera opinando sobre cualquier cosa y haciendo oídos sordos a las opiniones diferentes a las propias.

Dicho de otro modo, grita mucho y no escucha jamás, lo cual le imposibilita entrar, como actor o, ¡atención!, como espectador, en esa escritura teatral típica no sólo del teatro inglés sino también del francés, en la que el diálogo, en el sentido más puro del término, y la atención son fundamentales. Por eso, cuando Henry en Realidad de Stoppard pronuncia su elocuente defensa de las palabras dan ganas de levantarse y aplaudir. En boca de un actor excelente, Javier Cámara, que entiende perfectamente lo que está diciendo y sabe transmitirlo, la escena se convierte en felicísima reivindicación de un teatro, y por extensión, de una forma de vida, basados en la restauración de la palabra como "constructora de puentes sobre la incomprensión y el caos". "El instrumento básico para la manipulación de la realidad", escribió mi admirado Philip K Dick, "es la manipulación de las palabras. Si puedes controlar el significado de las palabras, puedes controlar a la gente que las utiliza". Stoppard lo sabe y lo anuncia en este texto que, siendo ya antiguo, llega milagrosamente puntual a la realidad española.