Coincidencias. Coinciden en las carteleras dos películas, por distintos motivos, excepcionales, El maestro jardinero (2022), de Paul Schrader, y Toro salvaje (1980), reestreno en copia restaurada del filme de Martin Scorsese sobre el desmesurado boxeador Jake LaMotta. Schrader y Scorsese son amigos desde hace 50 años, desde que Schrader escribiera el guion de Taxi Driver (1975), que dirigió el segundo, un lustro antes de escribir igualmente el guion de Toro salvaje.

Ambos han sobrevivido a candentes infiernos personales –que se llevaron por delante a otros destacados directores de la rompedora generación del Nuevo Cine Americano de los 70– y también a sonoros fracasos, más constantes en el caso de Schrader que, soportando parones, logró afincarse en películas de bajo presupuesto, como El maestro jardinero, donde viene dando lo mejor de sí mismo.

Supervivientes. No debe llamar tanto la atención la cantidad, calidad y continuidad –con sobresaltos– de sus filmografías (unos 25 largometrajes de ficción por barba) como el hecho de ser, permaneciendo básicamente fieles a su concepción del cine, supervivientes de una generación que ha resultado o diezmada por sus excesos y por Hollywood –de Hal Ashby a Francis Coppola– o entregada con éxito y con renuncia a sus orígenes –George Lucas, Steven Spielberg– a las imposiciones y requisitos hollywoodenses.

Son amigos desde que Schrader escribiera el guion de 'Taxi Driver' (1975), que dirigió el segundo, un lustro antes de escribir el guion de 'Toro salvaje'

Schrader y Scorsese han sobrevivido a todo, principalmente a sus propios abusos y depresiones, a sus adicciones simultáneas al sexo compulsivo, al alcohol y a las drogas, que les llevaron más de una vez al hospital, al borde de la locura, el suicidio y la muerte. Tuvieron la suerte de parar aun después de haber cruzado todas las líneas blancas. Scorsese tuvo un ingreso hospitalario, totalmente reventado, con múltiples hemorragias, antes de rodar Toro salvaje. Hay varios libros en los que se cuenta al detalle todo esto y mucho más. Uno es el imprescindible Moteros tranquilos, toros salvajes (Anagrama), de Peter Biskind, y el otro es Conversaciones con Martin Scorsese (Plot), de varios autores, que incluye una entrevista con Schrader y una larga charla entre Schrader y Scorsese.

Jardín. De formación universitaria y lectores obsesivos, los dos fueron apadrinados cuando eran jóvenes por Pauline Kael, la prestigiosa y polémica crítica de cine del New Yorker, y los dos han mantenido una militante preferencia por el cine de autor clásico europeo y de otras latitudes. Robert Bresson y su película Pickpocket (1959) –que, aunque parezca mentira, estaba detrás de Taxi Driver– son para ellos el sumun. Pero no parece tan mentira cuando se ve El maestro jardinero o las dos películas anteriores –El reverendo y El contador de cartas– de la trilogía. Antes de debutar en la dirección, Schrader publicó en 1972 un libro teórico fundamental, El estilo trascendental en el cine de Ozu, Bresson y Dreyer (Ediciones JC).

La búsqueda de lo trascendental en las formas de sus cineastas favoritos no solo caracteriza el estilo del mejor Schrader –austero, desnudo, minimalista–, sino que el adjetivo apunta a la conflictiva y discontinua, pero indeclinable, fe religiosa de los dos cineastas, el católico (más emocional y barroco) Scorsese y el calvinista (más contenido y depurado) Schrader. No solo ambos se han liado en sus películas con esa cadena temática y teológica integrada por el deseo, el pecado, la culpa y la redención, sino que le dedicaron conjuntamente un filme entero, La última tentación de Cristo (1988), adaptación de la novela homónima de Nikos Kazantzakis, dirigida por el primero y escrita por el segundo.

Violentos, machistas y depravados hasta bien entrada su madurez, según propia confesión, no sabemos si ambos aspiran hoy a conocer el cielo. En el infierno ya han estado. Como el jardinero de su película, Schrader quiere vivir hoy en un armónico y ordenado jardín espiritual, exento de malas hierbas y pulgones.