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¿El español es un idioma apto para la ópera?

¿Es cierto que carecemos de una sólida tradición lírica? La compositora Pilar Jurado y el crítico Arturo Reverter cruzan sus puntos de vista

19 octubre, 2018 09:00
Pilar Jurado
Soprano, compositora y directora de orquesta

Más ópera en español, por favor

La idoneidad del castellano como lengua apta para la ópera es un debate que ha tenido resonancia en muy diversos foros a lo largo de décadas. El origen de la elección del italiano como la lengua ah doc estaba relacionada con una técnica vocal que utilizaba los huesos de pómulos y cabeza como resonadores y potenciadores del sonido producido por nuestra laringe, la conocida como ‘cantar con la máscara’, que es, por otra parte, la manera en que emite de forma natural el italiano. La posibilidad de trasladar esa técnica de impostación a cualquier otro idioma cantado permitió que cada país fuese adaptando este género a su lengua, modificando convenientemente los sonidos guturales o ásperos que no encajasen con los cánones de esta manera de cantar, que permitía ser escuchado en teatros cada vez de mayor aforo y con orquestas más grandes sin más amplificación que la generada por la resonancia de la sala.

Pero la ópera, al igual que otros géneros, ha ido evolucionando a la par que la tecnología y los apoyos acústicos permiten que grandes producciones operísticas puedan salir de los teatros e incluso que la vanguardia haya dejado de emplear aquella técnica de impostación y apueste por nuevas opciones en la emisión vocal, muchas de ellas rescatadas de las maneras en que los diferentes cantos populares han musicalizado a su modo la expresión linguística.

"Antes me costaba poner texto a la música y optaba por lenguas ininteligibles. Pero luego fui apreciando la expresividad de un idioma tan sonoro y rico como el nuestro ."

Tengo que confesar que, durante mis primeros años de creación, me costaba poner texto a la música porque tenía la sensación de que me condicionaba, no sé si tanto la fonética como el significado del léxico utilizado y optaba por lenguajes ininteligibles como los textos mágicos encontrados en papiros egipcios, a los que dediqué varias de mis obras vocales de aquella época. Sin embargo, poco a poco fui descartando esa idea y apreciando las posibilidades expresivas que ofrece un idioma tan rico y sonoro como el nuestro y no dudé jamás en que mi primera ópera, La página en blanco, ésa que me convertiría en la primera mujer de la historia que estrenaba en el Teatro Real, estuviera escrita en castellano, incluso cuando gran parte del elenco no era español. Mi Diva sin mí, mi segunda creación operística, aunque participaba de otros idiomas, tenía también su principal narrativa en mi lengua materna, al igual que la que estoy componiendo actualmente

Son tantas las obras musicales creadas por compositores españoles y latinoamericanos, que decir que nuestra fonética no es apta para la lírica me parecería ofender la memoria de todos ellos (y ellas, que también ha habido nombres de mujeres muy ilustres en la creación musical). La ópera está en un momento en el que debe encontrar un nuevo formato y espacios diferentes que conecten con públicos más jóvenes. Precisamente en este momento, su futuro pasa por la capacidad de reinventarse y mantener la idiosincrasia de cada lengua, incluidas cualquiera de las españolas, aprovechando sus peculiaridades para cantar de una manera distinta y ofreciendo una variedad de posibilidades al nuevo lenguaje operístico.

Arturo Reverter
Crítico musical

La rudeza de los fonemas castellanos

El español es una lengua romance procedente del latín hablado. Siempre se ha destacado la uniformidad de su sistema vocálico que el profesor Alarcos reduce únicamente a cinco fonemas. Es muy característica también la disposición de las consonantes, que configuran un sistema de cinco series y de cuatro órdenes de localización: serie oclusiva, serie sonora, serie fricativa, serie nasal y serie líquida; orden labial, dental, palatal y velar. Es, por tanto, una lengua montada sobre sonidos claros, rotundos, diáfanos, desnudos y directos. Propiedades que inciden en el canto, donde los fonemas han de casar con notas. Algo que trataron de la mejor manera los primeros compositores líricos de nuestro país, como Juan Hidalgo, autor de las músicas de aquellos espectáculos que se representaban en el Real Palacio. Ahí, con las comedias ilustradas de Calderón, nace verdaderamente el género lírico español y de él emana la tonadilla escénica.

Se dice que la primera ópera española fue Acis y Galatea de Literes (1708), donde la lengua era aplicada con un gusto exquisito. Que se extendía a otros géneros, como la cantada o cantata, en el que José de Nebra (1702-1768) fue el campeón. Más o menos coetáneamente desembarcaban en nuestro país los italianos, con el Marqués de Scotti al frente (1719). Las obras de nuestros autores fueron aclimatándose a otros modos, que dulcificaban de alguna manera la música vocal aquí nacida, pero que, a la inversa, obligaban a componer sobre palabras italianas, que conforman indudablemente un sistema vocálico y consonántico de un espectro menos agreste.

"El español carece de las sonoridades deslizantes de las lenguas eslavas, de las específicamente nasales de la francesa y de los tonos suaves y encantadores de la italiana."

Fue difícil quitarse de encima esa férula. A impulsos de la reacción frente al invasor, se despiertan los creadores y se abre la vía de la zarzuela moderna (El tío Caniyitas de Soriano Fuertes, 1849) y del llamado género chico poblado de sainetes costumbristas en los que el idioma se maneja con la mayor insolencia afirmativa y da lugar a obras tan representativas como El barberillo de Lavapiés de Barbieri. Al tiempo, y esto es fundamental, el tenor y compositor Manuel García crea la llamada Escuela española de canto.

El idioma español, pese a sus durezas y a la falta de sonoridades deslizantes de las lenguas eslavas, las específicamente nasales y caleidoscópicas de la lengua francesa, a la ausencia de los tonos suaves y encantadores de la lengua italiana o la a inexistencia de un colorido del sutil espectro fonético de la alemana, continuó siendo trabajado por numerosos autores de zarzuela y ópera: Arrieta, Bretón, Chapí, Pedrell y Albéniz. La creación española no se detiene hasta la guerra civil del 36. Y resurge tras ella, y ya en tiempos bastante recientes, con renovados bríos, muchas veces emanados de la antigua tradición de nuestro siglo de oro.

Aunque el vehículo idiomático no posea una musicalidad fonética de raíz, siempre puede ser potenciado mediante un trabajo compositivo que cree la atmósfera lírica adecuada. A la postre será la que conceda valor a la semántica. El arduo trabajo de la mano del autor del pentagrama, que ha luchado contra la rudeza de los fonemas, será así recompensado.