¿Estamos preparados para el espacio?
La experta en Inteligencia Artificial, Inma Martínez, y el investigador del Centro de Astrobiología, José Miguel Mas, se adentran en la nueva carrera espacial
16 diciembre, 2019 02:29Inma Martínez
Experta en Inteligencia Artificial. Autora de 'La quinta revolución industrial' (Deusto)
La fiesta está en el espacio (y es cosa de España)
Ahora que por fin los datos móviles funcionan de una vez, Netflix se nos mete casi en vena y viviendo cada segundo a ritmo de Spotify, la industria espacial se ha quitado las musarañas a golpe de cañonazo cohetero. Según Space Angels, más de 1.700 millones de dólares se invirtieron en compañías de New Space en el primer trimestre de este año, eso representa casi el doble que en 2018. De este capital, el 79 % fue a parar a compañías de satélites, y el 14 % a operaciones logísticas, como el lanzamiento de cohetes.
Cuando la NASA se pasó todo el verano lanzando confeti en la celebración del 50 aniversario del alunizaje del Apolo 11 y de nuestra primera pisada en el polvoriento regolito lunar, los emprendedores espaciales no estaban preocupados por las celebraciones que miran al pasado –en esencia a la adoración de los astronautas–, y sí se han ocupado de lanzar su arsenal de innovación espacial a donde más le va a doler a la industria de las telecomunicaciones: a arruinar la fiesta 5G en favor de la superconexión por satélites wifi, lanzados por cohetes que van a dar a la sociedad más marcha festera que la Fórmula 1 en un fin de semana en Monza.
"La industria espacial, politizada y militarizada, ha revelado su ADN de industria comercial. A las empresas de sectores tradicionales se les unen ahora otros como el de la robótica"
La industria espacial, politizada, militarizada, y dedicada a misiones ultragalácticas que fracasaban en arrastrar el interés de la gente de a pie, ha revelado su ADN de industria espacial comercial. A las empresas líderes en sectores tradicionales del espacio, como las telecomunicaciones y la aeroespacial, se le unen las de la metalurgia y nuevos materiales, la minería, el energético, la arquitectura, la construcción, los vehículos pesados, la robótica y una larga lista de sectores periféricos. Sectores que se están preparando para ser los protagonistas de una nueva revolución. Estamos hablando de una economía cislunar calculada en casi un trillón de dólares en 2035, que será vital para nuestra supervivencia cuando agotemos nuestros recursos energéticos de origen terrestre.
España, aunque les cueste creerlo a algunos, se encuentra a la cabeza de esta lanzadera de innovación, beneficiándose de su geografía óptima para lanzamientos y telepuertos, y del liderazgo de sus empresas aeroespaciales. Sí, no es sólo el deporte en donde destacamos: aquí hay talento espacial que está sonrojando a muchos miembros de la NASA y que en 2020 van a catapultarse al estrellato.
La tormenta perfecta en nuestro territorio se definirá cuando a partir del año próximo la financiación de infraestructuras se expanda a invertir en el Nuevo Espacio nacional y logre ponernos a la cabeza de misiones comerciales en donde estableceremos una nueva línea de PIB enfocada en el negocio espacial al que estamos superdotados por encima de muchas naciones europeas y mundiales.
Es una realidad bajo el radar, pero contundente y demostrable en cifras de resultados y contratos ganados en pugna comercial durante los últimos años, contra países que no llegan a nuestra altura. Este tren no lo debemos perder.
José Miguel Mas Hesse
Investigador del Centro de Astrobiología (CSIC-INTA)
Del vientre materno a las estrellas
Diciembre de 1903. Los hermanos Wright logran realizar un corto vuelo con su prototipo de aeroplano impulsado mediante un motor de gasolina. Sólo siete años después, en 1910, comienzan los primeros vuelos con objetivos comerciales, primero para el transporte de correos y pequeñas mercancías, y unos años más tarde para el transporte de pasajeros. A partir de mediados del siglo XX la aviación comercial revolucionaría nuestra visión del mundo.
Octubre de 1957. El Sputnik 1 comienza a orbitar la Tierra como su primer satélite artificial. Tan sólo doce años después el hombre se pasearía por la superficie de la Luna, y las posibilidades de que se siguiera un desarrollo similar al de la aviación, con vuelos comerciales a estaciones orbitales o a bases lunares parecía al alcance de la mano. Sin embargo, eso no sucedió, y, excepto en lo que respecta a determinadas aplicaciones comerciales mediante satélites no tripulados (observación de la Tierra, telecomunicaciones, navegación…), los viajes espaciales siguen estando restringidos a astronautas profesionales. Su elevado coste y su riesgo han impedido que se conviertan en una experiencia al alcance de la sociedad.
"Su coste es todavía demasiado elevado, pero en pocas décadas será una posibilidad pasar un fin de semana en un hotel en órbita alrededor de la tierra o en una base lunar."
Pero esto no será siempre así: tras varias décadas en las que los avances en la astronaútica estuvieron limitados a las grandes agencias espaciales, el sector privado parece estar dispuesto a desarrollar la capacidad de viajar al Espacio con unos costes cada vez más asequibles. Empresas como Virgin Galactic están ya a punto de comenzar sus operaciones comerciales a partir de 2020, con vuelos suborbitales hasta el mismo borde del espacio que ofrecerán la posibilidad de experimentar la ingravidez mientras se contemplan espectaculares vistas. La tecnología está lista y se han realizado ya varios vuelos de prueba, con costes asumibles que deberán reducirse con el paso del tiempo.
El siguiente paso es mucho más ambicioso. Empresas como SpaceX llevan ya años desarrollando sistemas más baratos para alcanzar la órbita de la Tierra. Sus naves Dragon avituallan habitualmente la Estación Espacial Internacional. Los cohetes Falcon que las propulsan son reutilizables, con la capacidad de volver volando por sí solos hasta la base de lanzamiento. En función de estas tecnologías, Elon Musk, fundador de Dragon X, ha planteado ya sus planes para desarrollar naves comerciales que podrían llevar decenas de pasajeros a la órbita lunar y, más adelante, a una futura base marciana.
Son planes ambiciosos, pero realistas y asequibles. Su coste es todavía demasiado elevado como para tener un impacto global en la sociedad, pero en pocas décadas podrá comenzar a ser una posibilidad pasar un fin de semana en un hotel en órbita alrededor de la Tierra, o en una base lunar. Como siempre ha sucedido, el desarrollo comercial de la tecnología espacial abaratará su coste, abriendo nuevas posibilidades para la investigación científica fuera de la Tierra. Y una vez la tecnología se haga cada vez más asequible la Humanidad hará posible su sueño de abandonar el vientre materno y aventurarse hacia las estrellas.