'Best sellers', ¿profundidad o entretenimiento?
¿Profundidad o entretenimiento? Gonzalo Torné y Manuel Vilas reflexionan sobre la compatibilidad entre la literatura de calidad y el consumo masivo
20 julio, 2020 08:47Manuel Vilas
Poeta y novelista, autor de 'Alegría' (Planeta)
Hambre y literatura
Este es un país en donde los escritores que pueden vivir de lo que escriben se cuentan con los dedos de la mano. Somos un país subdesarrollado en lo que se refiere a la literatura. En vez de escritores profesionales lo que ha abundado históricamente en las letras españolas son funcionarios que escribían los domingos por la tarde, algo bien poco ilusionante. Todos los gobiernos que ha habido en España (especialmente los de derechas, pero también los de izquierdas) han cometido violencia de género contra la literatura. Se han hartado de darle bofetadas al desgraciado oficio de escritor. La última fue la de quitarles la pensión si seguían escribiendo después de los 65 años. Por muchas vueltas que le demos, a la literatura la salvan los lectores. Las páginas escritas por un escritor tienen sentido cuando son leídas por otro ser humano. Si no hay alguien leyendo, la literatura no existe. La difícil profesionalización del escritor en España, desde el siglo XIX, ha creado la iconografía y la tradición valleinclanesca que ve en el oficio de la literatura miseria y hambre. A día de hoy un escritor profesional es un autónomo, que tiene que pagar 300 euros al mes venda o no venda libros, dé o no dé conferencias, publique o no publique artículos. Por eso cuando aparece un escritor que vende libros lo tildan de comercial, bestselero, cursi, etc. España es un país sádico. Lo que nos pone es que el escritor se muera de hambre. Yo diría que a las primeras que les pone cachondas que un escritor se muera de hambre es a la agencia tributaria y a la seguridad social de este país llamado España que desdeña la cultura. No la desdeñan los españoles sino una tradición sociopolítica que ve en la literatura y en la cultura no un digno y legítimo espacio profesional sino una ociosidad prescindible, propia de vagos. Cuando murió el autor de La sombra del viento yo escribí este tuit: “Ruiz Zafón era uno de los escritores más leídos del mundo. Pero el telediario de la 1 lo da como noticia de relleno. Yo hubiera abierto el telediario con esa noticia, pero estamos en España y aquí la cultura no importa”. Yo me alegro cuando un escritor español consigue vender libros. Cuando eso pasa me digo a mí mismo: “mira, uno que sale del hambre, Dios existe, bendito sea Cervantes”. Pienso que Cervantes se alegraría cuando a Lope de Vega le iban bien las cosas. Porque el primer enemigo de la gran literatura no es el malvado mercado o la conversión de la literatura en un producto de consumo banal e intrascendente, el primer enemigo de un escritor en España es no poder vivir de su trabajo.
"Ponernos a analizar si existe en España una literatura exigente frente a una de consumo me parece el colmo de la ociosidad, cuando lo que tenemos delante es el subdesarrollo cultural."
La única libertad de un escritor se basa en tener lectores. Solo los lectores hacen posible el trabajo de escritor, a no ser que seas hijo de buena familia, que jamás fue mi caso. Así que ponernos a analizar en España (y digo en España, a lo mejor en Alemania o en EE.UU. eso tiene sentido porque son países ricos) si existe una literatura exigente frente a una literatura de consumo me parece el colmo de la ociosidad, cuando lo que tenemos delante es el subdesarrollo cultural, hijo segundo de la crisis económica e hijo primogénito del inveterado desprecio social y político.
Gonzalo Torné
Novelista, autor de 'El corazón de la fiesta' (Anagrama)
Una jerarquía de la que Homero jamás dudó
A la pregunta de si la literatura de “entretenimiento” puede servir como trampolín a la literatura “ambiciosa” debería responder que sí, aunque solo sea por coherencia biográfica: me pasé la adolescencia leyendo tebeos de superhéroes, y ya de“mayor” he pasado muchas horas sumergido en Austen, Flaubert, Kafka, George Eliot... Pero también conozco decenas de personas que pasan por la tierra convencidas de que Tolkien, Harry Potter, Poe o Drácula son lo mejor que la literatura puede ofrecerles. Lo que por buenos que sean estos autores no deja de ser una perspectiva un poco triste. Supongo que todo depende de la función que se le de a la novela de entretenimiento, que por supuesto la tiene (H. Arendt escribió páginas muy amables y favorables a favor del arte que nos entretiene), y que de manera tentativa definiría como una clase de libro que nos suministra emociones sin llegar a perturbarnos, sin exigirnos demasiado como lectores, sin propuestas formales novedosas, sin explorar áreas humanas conflictivas o desatendidas. O si se prefiere: un arte que renuncia a la densidad, entendida aquí como algo sustancioso, nutriente.
No todos los días tenemos el cuerpo para dedicarle dos horas de lectura a Kafka, y seguramente sea contraindicado abrir un libro de Virginia Woolf justo después de terminar uno de Dostoyevski. El entretenimiento encuentra aquí su encaje, como una agradable llanura salpicada de vegetación amistosa antes de afrontar los esfuerzos y las perspectivas alucinantes de otro ocho mil (por apelar al socorrido imaginario romántico). Personalmente me cuesta recurrir a la literatura de género porque la lectura avanza despacio,y prefiero invertir esas horas en la inmensa cantidad (es desesperante) de literatura ambiciosa que me queda por recorrer. Pero dame una serie de personajes que vuelen y durante unas horas seré bien feliz.
"Supongo que una cantidad importante de lectores piensa que las diferencias entre Tolkien y Homero, o entre Agatha Christie e Iris Murdoch son cuestiones de gusto. Y no es así."
Pero creo que esta alternancia no se da siempre, supongo que una cantidad importante de lectores piensa que las diferencias entre Tolkien y Homero, o entre Agatha Christie e Iris Murdoch son cuestiones de gusto. Y no es así. Es cierto que hay muchísimas novelas “ambiciosas” que no pasan de ser unos engrudos pretenciosos, y se quedan a años luz de distancia de los placeres de una fantasía bien narrada. Pero Proust y G. R. R. Martin siguen siendo escritores cualitativamente distintos. Por mucho que uno haya disfrutado con El Señor de los Anillos, allí donde Tolkien compuso un bello cuento sobre las fuerzas coligadas del bien contra una maldad sobrehumana, Homero indagó (con una exigencia formal casi angustiosa) en la naturaleza profunda de la guerra, los celos, la destrucción, la fragilidad y la posibilidad casi milagrosa de la reconciliación. Donde “profundo” significa aquí que no tuvo miedo de mostrar facetas desalentadoras o contradictorias del ser humano, y sin permitirse falsos consuelos, porque su objetivo no era hacernos pasar un buen rato, su único compromiso era con la complejidad de vivir. Y sería una lástima que arrastrados por las inercias del mercado los lectores de El Hobbit confundan una jerarquía de la que Tolkien jamás dudó .