Ensimismados con la autoficción
Ya sabemos que los selfies literarios son tendencia desde hace tiempo. Ahora bien, ¿afecta el género de quién lo escribe? ¿Es de exhibicionista escribir sobre uno mismo o es la naturaleza del presente? ¿La novela es el pasado?
“Qué tentadora es la autoficción en este mundo en el que los teléfonos tienen cámara delantera porque lo que más nos interesa fotografiar es nuestro propio rostro”. Esto escribía hace unas semanas en El País la columnista y escritora Jimina Sabadú. “Hay ya más de una generación que no conoce más orografía que la de su cara”, añadía. Tal vez por eso mismo no hay entrevista con un autor en la que no se hable de autoficción.
En opinión de Lucía Lijtmaer (S Moda), el asunto afecta especialmente a las escritoras. “Parece ser que las mujeres cuando escribimos solo hablamos de nosotras mismas. (…) cuando es Sylvia Plath dicen que es autoficción y cuando es Philip Roth es ficción”.
Juan Pablo Villalobos confiesa en Cool que ya lleva “más de 20 años consciente de que hay algo llamado autoficción”. Pero a él le “interesa más desde un punto de vista paródico”. El autor de Peluquerías y letras, en la que retrata su intimidad familiar, explica que la idea de poner su nombre al protagonista “tiene que ver con cuestionar mi lugar y el del escritor establecido”, porque “creo que es muy perjudicial para uno mismo creerse un gran escritor”.
Tal vez tenga razón el editor y crítico Andreu Jaume cuando le cuenta a Daniel Capó en The Objective que “vivimos en una época de tremenda exhibición sentimental, sexual, emocional y psicológica (…) Todo el mundo exhibe y vende lo que vive y hace. Y al mismo tiempo la noción de experiencia se ha degradado e industrializado de una forma atroz”.
Quien sabe mucho de autoficción es Peter Handke. Entrevistado en El País por Marc Bassets, revela que “siempre he sentido horror por la autobiografía pura y dura, tiene que haber un desvío”. Rememora una historia de su tío, que harto del seminario, se escapó y anduvo 40 kilómetros para llegar a casa. La reacción de la madre de Handke al ver llegar a su hermano, fue ponerse a barrer a las cuatro de la mañana, “Un gran pequeño relato como este –explica el Premio Nobel– se transforma para quien lo escucha. Suavemente la ficción se instala sin planificación. La literatura es esto”.
“El maestro de todo eso es Kafka”, según Luis Landero (La Vanguardia). “Es el que nos ha enseñado a todos hasta qué punto las minucias cotidianas pueden convertirse en pesadillas y marcar nuestra condición existencial, hasta qué punto somos ridículos”.
El de los géneros es un debate inagotable. La editora de Círculo de Tiza, Eva Serrano, considera en Vanity Fair que “estamos en un mundo muy heterodoxo, ya no hay diferencia de géneros literarios, ni tampoco de sexos (…) Creo que el paradigma ha cambiado en el sentido de que la pura ficción, la novela, empieza a ser un género del siglo pasado. Ahora los géneros son más mestizos. Los libros aspiran a contar distintas realidades en las que el lector se vea reconocido”.
“Siempre he sentido horror por la autobiografía pura y dura"
La escritura también conlleva problemas más domésticos. Es lo que le ocurre a Teresa Cardona, que escribe a cuatro manos con Eric Damien. Cuenta su técnica en Todo Literatura. “Primero planteamos la trama y la historia que vamos a contar, luego Eric la escribe en francés, me lo pasa a mí y corrijo y añado lo que estimo oportuno. Se lo vuelvo a pasar a él y lo pule. Aunque escribo en francés, él domina el idioma mucho mejor que yo; me lo vuelve a pasar y yo rehago lo que haga falta”. Eso sí, reconoce que “escribo mucho más rápido yo sola”.
P.S. Semanas después, la gala de los Goya sigue dando que hablar. Dani de la Torre, director de la ceremonia, explicaba en La Voz de Galicia uno de los instantes más comentados. “Me pareció un momento berlanguiano eso de ‘levantaos todos, que no tenéis ni idea’, ¡ja, ja! Lo venía comentando con Tosar en el tren de vuelta y decía: ‘Coño, es que si nos levantamos con Cate, ¿qué hacemos con Pepe [Sacristán], subirnos a la butaca?’. Y tampoco iban a estar 15 minutos. Imagínate yo, que controlo los tiempos. ¿Qué iba a hacer, echar a Almodóvar del escenario? A ver quién lo echa, ¡yo no lo voy a hacer, ya te lo digo! Ja, ja”.