Del amor y de la muerte
Dos conceptos centrales en las reflexiones de nuestros creadores. Del trato natural que establecen algunos escritores con la parca al humor con la que se la toman otros vemos ejemplos estos días. Y luego está el amor…
Enfermedad, vejez, muerte van siempre de la mano. Son objeto de permanente reflexión entre nuestros creadores. José Carlos Llop confiesa a José S. de Montfort en The Objective que “cruzados los 50 –y no hablemos ya de los 60– llegan las malas pasadas de la naturaleza y se establece una naturalidad en el trato con la muerte que antes no existía. Aprendemos de los que se van. Empezamos a aprender más de los que se van que de los que se quedan”.
“La vida está hecha de amor y muerte”. Son palabras de Sara Torres (The Objective), que también tiene su opinión sobre la enfermedad. “El miedo a la enfermedad –asegura– no es tanto el miedo a lo que se sienta cuando se está enfermo, porque el cuerpo tiene, a veces, sus propios placeres en la enfermedad, sino que es un miedo a que traumatice a los otros el cuerpo enfermo”. Dice saber cómo abordar los temas difíciles. “La parte más consciente de esta novela [Lo que hay] es el desarrollo de lo erótico y utilizar el espacio de lo sexual para poner sobre la mesa conversaciones más complejas a nivel teórico, que poniéndolas así parece que se entienden muchísimo mejor”.
“He dejado atrás la angustia de la juventud, me siento más ligero”
Coincide con Emili Albi (Todo Literatura), quien sostiene que todos tenemos la necesidad de sentirnos inmortales y volver a la juventud. ¿Y eso cómo se consigue? “El amor, el sexo y la creación artística –dice– son los grandes antídotos contra la muerte”. A Bernardo Atxaga (Diario de Mallorca), por su parte, no le preocupa envejecer. Al contrario. Le ha encontrado el lado bueno: “He dejado atrás la angustia de la juventud, me siento más ligero”.
Juan José Millás se toma la muerte con humor. “Morirse es una tontería, si le pasa a todo el mundo no puede ser interesante”, proclama ante Tino Pertierra (La Nueva España).
La novela negra es objeto de continuo debate. Alicia Giménez Bartlett confiesa a Bel Carrasco (Zenda) su preocupación por la deriva del género. “El humor había sido un componente casi necesario en las novelas clásicas. Sin embargo, parece que ha pasado de moda. Ahora están más en boga, venden más, las historias con desmembramientos de cadáveres, torturas de las víctimas (...) Ahora parece que todo el mundo escribe novela negra. Evolucione como evolucione, espero de verdad que el lector exija calidad literaria. Negra o verde, es lo mínimo que puede pedírsele a una novela”.
El arquitecto veneciano Alberto Torsello (Vanity Fair) ha dado con la clave de este mundo digitalizado. “Estamos en la apoteosis, en la crisis completa. Porque hemos perdido el presente. Y si pierdes el presente y solo te preocupas del pasado y el futuro, ya no estás creando ese futuro. Estás descolgado del mundo. Estos cachivaches nos han descolgado del presente por completo. Y esa es la gran crisis actual, que la gente no vive el presente”.
“Negra o verde, calidad es lo mínimo que puede pedírsele a una novela”
En otro orden de cosas, Luis García Montero ha resuelto uno de los conflictos más frecuentes en nuestras conversaciones. ¿Decimos español o decimos castellano al referirnos al idioma? Se lo explica a Patricia Kolesnicov (Infobae). “En España se utilizan los dos conceptos como sinónimos. Yo los utilizo de una manera o de otra, pues respeto la dinámica de cada país en el que estoy, o en cada región o nacionalidad de España en la que estoy”. Una solución tan diplomática como eficaz.
P. S. Las palabras de Luis Landero (El Asombrario) no necesitan comentario. “Todos los escritores aspiramos a escribir una obra maestra, como todos aspiramos al amor pleno. Mis mejores novelas son las que no he escrito y los mejores amores los que no he vivido. (...) Pero, claro, son sueños. Los mejores son los entrevistos. Los realizados, luego se marchitan. El hombre está hecho de la materia de los sueños. No todas las personas, pero sí las que se dedican al arte. Las obras maestras además se hacen sin querer. No creo que Cervantes aspirara a hacer una obra maestra. Tampoco Homero. Hay una cosa que dice Pessoa y que me la aplico incluso antes de haberla leído: dar lo mejor de mí mismo en lo mínimo que haga. Y he dado lo mejor de mí mismo no solo en los libros, sino en cada frase”.