Pregunta Ignacio Pato Lorente (elDiario.es) a Santiago Lorenzo, autor de Tostonazo, si le molesta que le digan que sus novelas “tienen trasfondo moral”. El escritor responde que “la moral es muy útil para la narrativa” y que, de hecho, “las mejores novelas y películas lo tienen”. Pero reconoce que “la palabra [moral] está desprestigiada de cojones, porque siempre nos han soltado la misma moralina”. El problema es que “te puede salir una cursilada o una obra que prohibiría un tribunal constitucional.”
No es de la misma opinión Tamara Tenenbaum, quien opina en una entrevista con Enrique Clemente (La Voz de Galicia) que “la escritura es como otra religión absurda, que si está bien hecha no sirve para nada, no tiene ninguna moraleja, ningún aprendizaje”. En cambio, la activista y escritora Paula Farias confiesa que no sabe si “concienciar es importante”, que escribe “como un ejercicio placentero, no para confrontar”. Explica a Carmela García Prieto (el Periódico de España) que huye “de dar lecciones, de ponerme moralista”.
La moral en la ciencia es lo que preocupa al filósofo Diego S. Garrocho (ABC). “Situar la moral como único criterio rector desde el que planificar la investigación –escribe– es tanto como convertirla en un catecumenado epistémico. Aunque no podamos alcanzar la ciencia políticamente neutral, está en nuestra mano crear un contexto investigador plural y que, ojalá, puestos a pedir, fuera irrestrictamente libre”.
Tamara Tenenbaum: “La escritura, si está bien hecha, no tiene ninguna moraleja”
Descendiendo a asuntos más mundanos, han dado que hablar unas palabras de Luz Gabás, último Planeta, en una entrevista con Elena Hevia (La Opinión de Murcia) “A mí, y recalco el ‘a mí’, me cuesta entender esa idea que se oye tanto últimamente: eso de que el amor heterosexual clásico es fascista”. El escritor Pedro de Silva le contestaba desde La Nueva España: “¡Claro, Luz!. ¿cómo podría serlo?, ¿es que alguien se atreve a sostener tal cosa? Al revés, lo fascista sería afirmar que lo sea”.
Toda lista es objeto de polémica. La de Babelia '100 libros españoles del siglo XXI' no iba a ser menos. Como muestra, la reacción de Alberto Olmos, de vuelta en El Confidencial. “El resultado es que ningún libro que no sea ya famoso o exitoso o de un colaborador de El País aparece. Nada similar a La mala muerte, de Fernando Royuela, Jugadores de billar, de José Avelló, o La matriz y la sombra, de Ana Prieto Nadal; o alguno de Unai Elorriaga. (Comparar estos libros que cito con dos decenas largas de los sí incluidos en la lista de mejores del siglo resulta como poco escalofriante)”.
Las anécdotas de la historia dan mucho juego. Por ejemplo, esta que cuenta Mario Vargas Llosa a Karina Sainz Borgo (Zenda) sobre La ciudad y los perros. “El jefe de la censura, que era el cuñado de Fraga, acabó publicándola después de dar mucha guerra. Se llamaba Robles Piquer. No se me olvida ese nombre. Si hasta escribió unas memorias en las que decía que gracias él se había publicado en España La ciudad y los perros. (...) Solo le faltó decir que él había mejorado la obra extraordinariamente. En una cena que tuvimos, me dijo algo así: ‘nosotros colocamos algunos adverbios’”.
Begoña Donat (The Objective) pregunta a la actriz Hannah Schygulla por Rainer Werner Fassbinder, que la dirigió en 18 películas. “Era un tirano y un amigo –responde–. Quizás todos los tiranos están necesitados de amor, porque, si no, tendrían algo mejor que hacer que confirmar que son importantes, que pueden dirigir las vidas de los demás”.
“¿Cómo reaccionaría Pío Baroja ante el paupérrimo nivel literario que alcanza la mayoría de lo que se publica hoy? ¿Habría algún autor nacional o extranjero que pudiese gozar de su simpatía?” Estas comprometedoras preguntas las hace José Manuel López Marañón (El Imparcial) a su sobrino nieto Pio Caro-Baroja, que tras resistirse acaba por contestar. “Me parece que hubiese congeniado con la escritura de algunos autores ‘contemporáneos’, Delibes, Marsé, Pinilla, y de los vivos con Eduardo Mendoza; creo que hubieran tenido cierta sintonía”.
P.S. Juan Gómez-Jurado se autodefine ante Lara Gómez Ruiz (La Vanguardia): “Soy un autor de entretenimiento. Escribo novelas de misterio divertidas, emocionantes. No soy material de premio literario y nunca lo voy a ser. Ser un escritor que divierte al lector es mi mayor orgullo”.