¿Terminará el cine en un museo?
No sabemos si el cine español tiene algo que ver con un asesino de Dinamarca, pero, indagando mucho, podríamos conseguir aceptarlo como un electrodoméstico más
El actor Eusebio Poncela confiesa que no ve “nada de cine español”. “Muy poca gente me llama la atención ahora mismo –explica a Jaime Lorite (Icon)–. Cuando voy repasando las plataformas, nada de lo que hay de cine español me llama la atención, paso de verlo como pasaría de ver a un asesino en serie de Dinamarca. No sé si hay directores interesantes ahora (...), pero me gustaría que los hubiera y enterarme de quiénes son para que este vejestorio los seduzca”.
José Luis Garci, en cambio, asegura a Cristina Fernández (Murcia Plaza) que sí hay películas “estupendas”, y menciona especialmente la última de Rodrigo Cortés, El amor en su lugar. Pero es pesimista sobre el futuro: “Calculo que el cine terminará en un museo”. El problema, según él, es que “ahora el cine está en casa”. “Ir al centro comercial no es ir al cine (...) El cine ha pasado a ser un electrodoméstico más. Ya no es el mismo rito. (...) Ahora llegas a casa y le dices a Casilda o como la quieras llamar: ponme Centauros del desierto versión original subtitulada en español”.
Carmelo Gómez incluso afirma que “el cine ya no es mi sitio o quizá haya sido el cine el que me haya empujado a salir (...) decidí que el teatro es el lugar que jamás me va a traicionar”. Se lo dice a Saúl Fernández (La Nueva España) con quien habla de su nuevo montaje, Las guerras de nuestros antepasados. “El objetivo de esta historia es dejar claro que todo el ayer se sustenta en el hoy –aclara–. En este sentido, Miguel Delibes es universal. Todos estamos tocados por la historia de Pacífico Pérez, por mi personaje. Todos estamos concernidos por lo que contamos sobre la escena. Lo que viene a decir la obra es que mata más la competitividad”.
Eusebio Poncela: “Nada de lo que hay de cine español me llama la atención”
No es frecuente en el mundo de las letras encontrar defensas apasionadas de los galardones literarios como esta de Pere Sureda en El Periódico de España. “¡Vivan los premios! ¡Viva todo lo que ayude a crear lectores! –proclama el editor–. Si los premios están amañados, me parece sin interés alguno. Lo que importa es que sumen lectores. Vengan de donde vengan, bienvenidos sean”.
La autocensura no deja de ser objeto de debate. Juan Soto Ivars confiesa que está obsesionado con “el miedo a decir”. “Pero por mucho que las cosas no se digan, existen –explica a David Mejía (The Objective)–. Por eso yo combato la censura, porque da igual que censures a los nazis, si existe el sentimiento nazi lo expresarán de alguna manera. No se puede luchar contra ellos censurando, al revés, hay que ver cuántos hay, permitirles que hablen y discutirles”.
Edu Galán aborda el asunto desde otro punto de vista. “Los woke son una cosa pija e insoportable”, declara a Miguel Angel Santamarina (Zenda). Considera que no se deben vender “como productos culturales excelsos aquellos que en realidad son bazofias por estar enmascarados de denuncia. Una película puede defender los derechos de los homosexuales –concluye el autor de La máscara moral–, pero eso no la valida artísticamente. No tienes por qué ver una película con la excusa de que en cada plano hay una minoría representada”.
Pere Sureda: “¡Vivan los premios! ¡Viva todo lo que ayude a crear lectores!”
Tal vez por eso cunde cierto desencanto. Joaquín Sabina asegura en El Independiente que la deriva de la izquierda “le rompe el corazón, justamente por haber sido tan de izquierdas, pero ahora ya no lo soy tanto, porque tengo ojos, oídos y cabeza para ver las cosas que están pasando. Y es muy triste”. Albert Pla, por su parte, aún es más pesimista. “Políticamente y socialmente ya estoy resignado –dice a Javier Sánchez (El Salto)– , ya perdí… ya no estoy a tiempo (risas), ya voy a morir así, con lo que hay.”
P.S. Han sido muchas las muestras de solidaridad con Eva Díaz Pérez, tras su cese al frente del Centro Andaluz de las Letras. Especialmente significativo ha sido el artículo de su predecesor Juan José Téllez. “A Eva, como ocurriera antes conmigo mismo –escribe en elDiario.es–, la mandaron a casa sin ni siquiera enviarle el motorista con el telegrama de las cesantías de otros tiempos remotos. Cualquier día, los poderes públicos despedirán a sus directivos con un pósit en la máquina del café...”.