“La poesía es un modo de vida y una forma de mirar el mundo”. Así la define Mircea Cartarescu en el discurso pronunciado en la Feria del Libro de Guadalajara y reproducido por VMagazín. El escritor rumano lamenta que la sociedad y las editoriales le estén dando la espalda. “Pocas veces el desinterés por la poesía, el olvido de su esencia revolucionaria y profética han sido más evidentes que hoy en día, cuando ser poeta y ser vagabundo, asocial, raro, son equivalentes para mucha gente (...) La poesía es el gato muerto del mundo consumista, hedonista y mediático en el que vivimos”.
Letras Libres recoge otro discurso, en este caso el de Malva Flores en la entrega del premio Alfonso Reyes. “La poesía es historia, revelación, transgresión, diversidad, política, celebración, indignación…”, asegura la poeta y editora mexicana, que coincide en que “es un modo de ver el mundo y el mundo es muchos mundos; también muchas palabras.”
“La poesía, ante todo, consiste en un uso del lenguaje distinto del uso lógico”, opina Pere Gimferrer entrevistado por Gonzalo Gragera (Diario de Sevilla). “El misterio surge de combinar las palabras –añade–, no para lo que se usan habitualmente, sino para otra finalidad de conocimiento poético, si se puede llamar así. En eso se parece a la filosofía”. Y concluye: “En general, la gente en España recela de la poesía. Es muy difícil leer a poetas que sean verdaderamente poetas”.
Juan Bonilla, que ha tenido problemas de salud, le explica a Luis Alemany (El Mundo) que “enfermedad significa sin firmeza, significa perder el suelo. Y eso es lo que canta la poesía, lo que se pierde, la vida (...) Veo en los prospectos algo cercano a la poesía porque la exigencia de precisión es la clave”.
El documental Sintiéndolo mucho de Fernando León de Aranoa ha puesto el foco sobre la figura de Joaquín Sabina. Manuel Guedán (El Periódico de España) escribe que “sus canciones tenían mucho de fanfarronada y menos de honda exploración en las contradicciones del amor”. El escritor y editor asegura que no quiere “cancelar” a Sabina, pero que “quedó brutalmente escindido de su personaje”. Reconoce que “la ternura que da la vejez le sienta bien, pero da rabia que sea siempre la misma historia, que los canallas se vuelvan tipos majos solo cuando ya no pueden permitirse ser otra cosa”.
Pere Gimferrer: “En general, la gente en España recela de la poesía”
Manuel Guedán: “Las canciones de Sabina tenían mucho de fanfarronada”
Hablando de cancelación, Gonzalo Torné dice a Débora Campos (Clarín) que “reservaría la palabra para los casos extremos”, porque “si la usamos de manera frívola puede perderse”. Para el escritor el riesgo es “que los autores incurran en la ‘cancelación positiva’, escribir o componer para satisfacer las expectativas ‘políticamente correctas’ de sus audiencias”. Y concluye: “Quien calla no existe como artista.”
La escritora Lucía Lijtmaer (El País) expone su propia teoría. “Para que la obra o el sujeto sea ‘cancelado’ o ‘censurado’, según esta falsa premisa [la de quienes defienden una oleada de señalamientos], debe haber sido publicada, es decir, contradice la concepción real de censura, en la que la obra se examina, se suprime o se modifica antes de que vea la luz. (...) Lo que molesta es la crítica, lo que jode es la respuesta”.
Javier Zurro (elDiario.es) pregunta a Luca Guadagnino por la austeridad de sus películas. “Cualquiera puede venir con la idea de hacerte un plano secuencia de 20 minutos sin cortes que se mueva por todos los sitios y emocione –contesta el director–. Eso no es dirigir. Eso es, de alguna manera, dañino, un escaparate narcisista de lo que crees que es una gran idea. El cine trata sobre lo invisible y lo visible”.
P. S. El filósofo Emilio Lledó, entrevistado por David Gallardo (infoLibre), se declara “muy defensor del libro” frente a los dispositivos digitales. “No olvidemos que lo que realmente somos es eso que los seres humanos han creado, que se llama literatura, filosofía, ciencia (...) Esa riqueza extraordinaria que está en los libros, en la larguísima tradición de palabras escritas que han superado el tiempo. Todo eso es algo que hay que alimentar. Hay que crear instituciones que ayuden a ese universo, que es el de los seres humanos, y que se puede paralizar, congelar, enfriar, y en ese caso podemos patinar y resbalarnos sobre él sin saber que por debajo está la vida, el río de la cultura”.