“En la narrativa de mi país –asegura Enrique Vila-Matas en Clarín–, no hay demasiado humor, tal vez porque una gran novela cómica (o simplemente atravesada por la alegría) es vista siempre por debajo de una gran novela trágica”. Entrevistado por Mariana Sández, reconoce que no todo “es gravedad y realismo”. “Aparte del Quijote –continúa–, se pueden hallar excepciones, sobre todo las hay entre algunos de los nuevos narradores, que cada vez aparecen más divorciados de esa idea tan de piedra que es ‘la obra de peso’”.
Otro escritor que echa de menos el humor es Sergio Ramírez. En conversación con Albert Gómez (Coolt), advierte del peligro de “la cólera política”, porque “el exabrupto no puede ser literario”. Y sostiene que “la forma de aproximarse [a la política] es desde un humor sosegado que pone distancia con los acontecimientos, porque si no termina comprometido con la retórica. Todo acontecimiento dramático implica una retórica, hay que cuidarse de ella y sustituirla por el humor”.
El último ganador del Premio Nadal, Manuel Vilas, lo que defiende es el placer. “Hemos cambiado la palabra placer por ‘me gusta’ o ‘me encanta’ –le cuenta a Laura García Higueras (elDiario.es)–. Cuando decimos ‘me encanta mi trabajo’, ¿qué quiere decir eso? que te da placer. (...) El placer está asociado a la corporalidad, al erotismo, y todavía tenemos problemas con esto. (...) La literatura tiene el papel de volver a recobrar todo eso que se nos roba. (...) La intimidad, las fantasías, las verdades más auténticas, aunque nos resulten malvadas y perversas, tenemos que verlas en algún sitio. La novela es el sitio natural donde está todo lo que en la vida social nos incomoda”.
Enrique Vila-Matas: “En la narrativa española no hay demasiado humor”
No todo va a ser humor. Salman Rushdie le dice a David Remnick (editor de The New Yorker) que la escritura es un “acto de desafío a la muerte”. “Me siento a escribir y no pasa nada –explica, aún muy limitado por las heridas del apuñalamiento–. Escribo pero es una combinación de vacío y basura. Cosas que escribo y borro al día siguiente. Todavía no he salido de ese bloqueo”. Quien también lucha contra las heridas, en este caso tras un grave accidente, es Hanif Kureishi, autor de Mi hermosa lavandería. “De repente, crucé la puerta de la enfermedad y me transformé –confiesa a Razia Iqbal (BBC)–. Vivimos en un mundo de agonía y dolor que nunca supe que existía, y quiero ver el mundo desde el punto de vista de estas personas”.
Una de las obsesiones del artista es encontrar el arte total. Laurie Anderson –artista visual, narradora, intérprete musical, cineasta– explica a Mauricio Ruiz (Letras Libres) que pinta con música y hace música con pinturas y que no distingue entre formas de arte. “Si toco, canto o pinto, los gestos son muy similares –aclara–. Luego me siento y me hago las mismas preguntas: ¿es suficiente? ¿Es lo bastante complejo? ¿Es aventurero y bello? Todas estas preguntas surgen, en las notas o en los colores”.
Hanif Kureishi: “De repente, crucé la puerta de la enfermedad y me transformé”
A polifacético no hay quien gane a Carlos Saura. “Yo siempre digo y me repito que el cine es el arte total porque aúna todas las artes que me gustan: pintura, música, fotografía y literatura”, asegura a Fernando Muñoz (ABC). Por su parte, Albert Boadella cree que “el teatro puede actuar como síntesis de las artes”. Sin embargo, matiza ante Fernando del Valle (El Comercio), que “el núcleo esencial se asienta sobre el actor. Es el único que no puede fallar en la fiesta del teatro. (...) Podemos asistir a una obra con una decoración, un vestuario o un guion mediocres, pero si el actor es muy bueno salvará todas esas limitaciones. Y lo mismo sucede en caso contrario. Con un actor mediocre, no se salva nada”.
P.S. El responsable de la Oficina del Español de la Comunidad de Madrid, Ramiro Villapadierna, destacó ante Ely del Valle (Telemadrid) la importancia de la música como difusora del idioma. “Shakira y el reguetón hacen más por el español a día de hoy que el Instituto Cervantes o Vargas Llosa –aseguró–. Es el momento del ritmo latino al que se mueve el globo. (...) Tal y como se difundió el inglés en el mundo. (...) Hoy a lo mejor muchos de nosotros no sabríamos inglés sin los Beatles. (...) Ahora tenemos la oportunidad histórica de que el mundo baila a ritmo latino”.