Sigue en ebullición el año Kafka. Recuerdo pocos centenarios de escritores que hayan sido conmemorados de un modo tan amplio y perseverante. Pese a que la fecha exacta del centenario fue el 3 de junio, las actividades programadas se prolongan todavía en los más diversos ámbitos. En Madrid continúa desarrollándose el extenso programa diseñado por el Círculo de Bellas Artes en colaboración con numerosas entidades. Y hace poco participé en la más concentrada pero también ambiciosa programación del Ja! Festival de Bilbao.

En el marco de este festival se inauguró una muy recomendable exposición, Caleidoscopio Kafka, comisariada por Carolina Ontivero. Reunía una amplísima y variada representación de las interpretaciones gráficas de la obra de Kafka, en particular en lo campos de cómic y de la edición ilustrada, además de algunas interesantes adaptaciones cinematográficas, entre ellas una muy sorprendente de La metamorfosis.

Me refiero a un notable corto de factura casera rodado en Súper 8 por Rodrigo Cortés cuando tenía 19 años. Este optó por representar al “bicho” del relato kafkiano en forma de hombre desnudo que adopta muy convincentemente los movimientos de un insecto.



Es sabido que Kafka rogó a sus editores que se abstuvieran de representar en forma alguna al innominado “bicho” de su relato, en el que no aparece siquiera la palabra “insecto”. Pese a lo cual, la mayor parte de los ilustradores de La metamorfosis insisten en representarlo como un escarabajo o cucaracha. Esta desobediencia no resta mérito a algunas de las lecturas e interpretaciones gráficas del relato, a veces muy ingeniosas.

Entre los invitados al Ja! Festival se contaba Reiner Stach, el autor de la monumental y formidable biografía de Kafka publicada en España por Acantilado. Desde la publicación original de su biografía, en la que invirtió más de una década de trabajos, Stach se ha convertido en un sonriente divulgador de Kafka y de las facetas más sorprendentes o enigmáticas de su personalidad.

El biopic de Kafka lo retrata ridículo y cargante en una estilización gratuitamente distorsionadora e idiota de su compleja personalidad

El respeto y la admiración que me merece como biógrafo e intérprete del autor de El proceso sufrió un duro revés hace muy poco, cuando vi en Filmin los tres primeros episodios de la serie titulada Kafka, en la que participó Stach como guionista, prestándole al proyecto su amplísima y bien ganada autoridad.

Estrenado este mismo año, este biopic de siete episodios, dirigido en clave de comedia por David Schalko, con irreverencia y frescura saludables, ofrece una imagen de Kafka grotesca, muy alejada de la que cabe hacerse de él a partir tanto de sus escritos como de sus biografías, comprendida la de Stach. El primer fallo -entre no pocos aciertos notables- es la elección del actor (Joel Basman), bajo y atlético, cuando Kafka era muy alto y delgadísimo. Produce estupor ver que le llega al hombro a su amigo Max Brod, cuando en la realidad este era mucho más bajo que Kafka, y además algo contrahecho.

Resulta penoso oír a Kafka hablando como escribe, con citas literales y anacrónicas de sus textos. Y son desconcertantes esos aires sobrados que se le atribuyen, ese continuado retintín de hombre extravagante y chistoso. Pero lo realmente inaceptable son las flagrantes inexactitudes y falsedades en que se incurre: Kafka nunca fue sionista, como aquí se declara él mismo; no era en absoluto un hombre lascivo ni mucho menos arrogante, como se lo presenta; no hay seguridad alguna de que conociera personalmente a Rilke, a quien se retrata también de manera grotesca...

Bien está tratar de “desdramatizar” a Kafka, enfatizar su humor, los aspectos cómicos de su personalidad y de su obra, volcar luces nuevas sobre su oscuro retrato. Pero el empeño se traduce aquí, en definitiva, en un Kafka ridículo y cargante, por completo fuera de tono, en una estilización gratuitamente distorsionadora e idiota de su compleja personalidad.