Primera palabra

El arte ingenioso

6 febrero, 2000 01:00

La historia del arte de este siglo es brillante y cansina, como lo son todos los ingeniosos. El ingenio tiene mala vejez, como la tienen muchos cuadros modernos. Pierden pronto su frescor

Al escribir el Diccionario de los sentimientos me sorprendió no encontrar una palabra castellana que designara la experiencia estética. ¿Cómo es posible que un sentimiento tan universal como el que nos invade al escuchar una música, ver un cuadro o contemplar un rostro bello carezca de nombre? El más cercano podría ser "admiración", pero es demasiado vago. Encontré entre los tojolabares, un pueblo maya de los Altos de Chiapas, una estupenda palabra: "tzamal". Suele traducirse por "belleza" pero significa realmente "lo que manifiesta el corazón alegre de las cosas y de las personas". Me llamó la atención porque siempre he relacionado la experiencia artística con un cierto tipo de alegría. La palabra que más me gustaría emplear para nombrarla es: "euforia", un sentimiento de ser "bien llevado", una ampliación del espíritu.

En el arte me emociona sobre todo comprobar la capacidad transfiguradora de la inteligencia humana. Es pasmoso ver lo que un violinista puede hacer con unos trozos de madera, unas tripas de gato, y unas crines de caballo. Más que la obra conseguida me pasma la habilidad del artista que lo ha hecho. Por eso creo que en estricto sentido la belleza de un paisaje o de un cuerpo produce una experiencia distinta a la producida por un cuadro. En éste, veo la presencia viva del pintor. Libremente ha encontrado una manera suya de pintar la realidad. En el fondo, lo que me entusiasma es la destreza humana. El arte abre nuevas posibilidades en la realidad. El artista es un inventor de posibilidades libres. Y ésta es una tarea que en mayor o menor medida podemos emprender todos. Lo diré de una manera pretenciosa: la idea de libertad que cada artista tiene influye decisivamente en su manera de crear.

Tomaré como ejemplo la pintura. El pintor realista defiende una libertad con referentes. El pintor no realista afirma la libertad como desligación, como desvinculación total. Tiene que desembarazarse de las técnicas, de la tradición, de la seriedad. Desea un aire de agilidad y fiesta, una ingenuidad de paraíso.

Desde hace años creo que el nombre que mejor cuadra al arte de vanguardia es "arte ingenioso". Un arte que busca la novedad, el juego, la agilidad. Que teme sobre todo detenerse. Antes humo que cristal. Lo curioso es que prescindir de ataduras es una pobre manera de ser libre. Valèry afirmaba que el gran artista es el que se pone a sí mismo más coacciones. Kant decía que si una paloma pudiera hablar se quejaría de la consistencia del aire, que hacía tan dificultoso su vuelo. Por desgracia, sin el obstáculo del aire no podría volar. El culto a la espontaneidad llena las salas de exposiciones de cuadraditos, manchitas, instalaciones, trazos, quisicosas. Veo a artistas que intentan deslumbrarme con sus ocurrencias. Es la búsqueda del ingenio. Es el chispeante afán del chiste plástico.

El "arte serio" y el "arte ingenioso" producen dos tipos distintos de alegría. La alegría seria es caudalosa. En el delicioso diccionario de Covarrubias se lee: "La alegría ensancha y abre el corazón para recibir a la cosa amada". Y en castellano, "alegrar un color" o "alegrar el fuego" es darle más vida. Es un impulso eufórico. La alegría ingeniosa es diversión, sorpresa, chiste. Aquélla es duradera y se anima con la repetición. ésta adolece enseguida de monotonía. La historia del arte de este siglo es brillante y cansina, como lo son todos los ingeniosos. ¡Quién puede aguantar a Quevedo en dosis masivas!¡Quién puede leer diez mil greguerías de un tirón! El ingenio tiene mala vejez, como la tienen muchos cuadros modernos. Pierden pronto su frescor. Gómez de la Serna fue consciente del efímero fulgor del ingenio. "Muchas greguerías se pusieron viejas, aunque yo bien sé lo jóvenes que fueron en su año y cómo entonces fueron perseguidas por extravagantes; ¡con cuánta rapidez pierde la inocencia el mundo!". Algo parecido decía Gracián de Quevedo: "Estas hojas de Quevedo son como las del tabaco, de más vicio que provecho, más para reír que aprovechar".

Cuando propuse la denominación "arte ingenioso" algunos críticos se encresparon. Atribuir la vivacidad y gracia de un chiste a las obras que beatamente contemplaban les pareció un insulto. Creo que se equivocaban. Para eludir la confrontación pondré un ejemplo literario. Quevedo fue un poeta extraordinariamente ingenioso. Véase un ejemplo: "Viénense a diferenciar/la gallina y la mujer/en que ellas saben poner/nosotros sólo quitar/Todas ponemos:/unas cuernos y otras huevos". No seré yo quien no disfrute con estas ocurrencias. Lo único que digo es que se mueven en un registro diferente a este otro: "Ayer se fue, mañana no ha llegado;/hoy se está yendo sin parar un punto;/soy un fue, y un será, y un es cansado".

Podría explicarles por qué el segundo poema me parece mejor que el primero, pero la página se acaba. Además, tengo que ir a ARCO para ver de qué arte se trata. Adiós.