Primera palabra

Una lección matinal del profesor Bloodmark

por Felipe Benítez Reyes

27 noviembre, 2003 01:00

Felipe Benítez Reyes

Si es cierto que un libro no existe hasta que no es leído, parece lógico que nos veamos obligados a establecer distintos niveles de existencia entre las obras literarias, aunque de esto ya suelen ocuparse, sin tantos remilgos etéreos, las listas de libros más vendidos

Hay conceptos que uno entiende mal, en parte por falta de entendimiento y en parte porque se trata de conceptos que no hay quien los entienda. Por ejemplo: "Un libro no existe hasta que alguien no lo lee", oye uno de vez en cuando por ahí, y en boca de autores de libros, que es lo más raro de todo. ¿Una metáfora? ¿Un halago a la clientela? No lo sé.

En principio, el asunto nos traslada en una esterilla voladora a las regiones de la metafísica parda: ¿la existencia previa de un libro depende de la existencia postrera de un lector? ¿La escritura de un libro es un hecho subsidiario con respecto a la lectura de un libro? ¿Una novela escrita por Jacinto Heredia no adquiere rango de cosa real hasta que no la lee Ernesto Parra? ¿Qué es la novela de Jacinto Heredia antes de ser leída por Ernesto Parra: un ectoplasma gramatical, un fantasma silábico, un pedazo de nada envasado al vacío? Parece ser que sí, lo que no quita del todo que sea que no.

El asunto nos lleva también, de forma imprevista, al ámbito de la horticultura. Si estamos de acuerdo en que un libro no existe hasta que alguien no lo lee, estaremos igualmente de acuerdo en que un tomate no existe hasta que es ingerido por un representante del género humano, por no meter en esto a los grillos. Vemos un tomate en su mata y podemos afirmar: "Ese tomate no existe", y hasta el propio tomate asentiría si tuviese capacidad de asentimiento, porque de siempre han sido humildes los tomates en cuestiones de ontología. Ahora bien, si vemos a alguien comerse frito ese mismo tomate, sería una imprudencia filosófica negar la existencia del tomate en cuestión, porque la existencia de un tomate como tal tomate depende de que encuentre su destino en los jugos gástricos de un ser humano, de igual modo que la existencia de un texto literario depende al parecer de su paso por los circuitos o cortocircuitos neuronales de un lector, así tenga ese lector la cabeza más aguada por dentro que un tomate.

Por llevarnos, el asunto nos lleva al terreno de la estadística. Si es cierto que un libro no existe hasta que no es leído, parece lógico que nos veamos obligados a establecer distintos niveles de existencia (y no hablo de valía, sino de existencia, de pura existencia) entre las obras literarias, aunque de esto ya suelen ocuparse, sin tantos remilgos etéreos, las listas de libros más vendidos. Seamos optimistas, en fin, y demos por hecho que un libro existe si cuenta al menos con un lector -el mismo Ernesto Parra nos serviría. Ahora bien, ¿goza del mismo grado de existencia un libro que sólo ha leído Ernesto Parra que otro que ha sido leído por 183.022 personas en tres meses, excluido Ernesto Parra? ¿Vale tanto la existencia que es capaz de otorgar Ernesto Parra a un libro que la existencia que esa muchedumbre de lectores confiere a otro? En caso de respuesta afirmativa, ¿qué poder sobrenatural asiste a Ernesto Parra para llevar a cabo en solitario una tarea para la que en otros casos se requiere el esfuerzo conjunto de 183.022 personas de ambos sexos? En caso de respuesta negativa, ¿qué podemos decirle al pobre Ernesto Parra, quienquiera que sea?

Lamento confesarles que, en este punto, me siento incapacitado para ofrecer no ya respuesta alguna, sino ni siquiera una pesquisa, de modo que les recomiendo que recurran a la ouija y que procuren sonsacar algo a Jaspers, a Heidegger o a algún otro difunto adscrito a la Existenzphilosophie, ya que estamos en asuntos de existencia. De todas formas, me permito hacer una recomendación a los editores: a partir de ahora, en vez de indicar en la faja de un libro "25.000 ejemplares vendidos en un mes", o similar, podrían indicar esto otro: "25.000 existencias conseguidas un mes".

No soy muy amigo de silogismos -en buena medida porque no soy amigo de casi nadie-, pero hagamos la prueba, con todo el respeto posible a la normativa escolástica sobre el particular. Veamos: "Si un libro no existe hasta que alguien no lo lee y el lector de un libro existe como lector potencial de ese libro antes que el propio libro, lo que no existe son los tomates". Mala suerte.
Y nada más.

…O sólo una cosa más: ayer tarde entré en una chamarilería. Allí, entre juguetes de hojalata, entre santos de escayola jubilados del culto doméstico, entre cromos de artistas, entre jarrones en forma de mano o de cisne meditabundo, vi un cartel, expuesto también como mercancía exótica: ZAPATERíA DONCEL, DONDE EL CLIENTE SIEMPRE TIENE RAZóN. Un resto arqueológico del servilismo comercial de otros tiempos. Al menos en lo que se refiere a la Zapatería Doncel, en la que cabe esperar que la razón cambie ya con frecuencia de manos. Muchas gracias.