Image: El imperialismo catalán

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Letras

El imperialismo catalán

Enric Ucelay-Da Cal

27 noviembre, 2003 01:00

Francesc Cambó i Batlle, por Gusi Bejer

Edhasa. Barcelona, 2003. 1097 páginas, 49 euros

De vez en cuando -pongamos que no más de una vez cada dos años- aparece algún libro de historia que sacude hasta las profundidades las aguas del género. No se trata de que sea muy voluminoso, como lo es este libro, o de que venga pertrechado de 200 páginas de notas, no todas imprescindibles, como las que aquí se acumulan al final del volumen (amén de otras 20 dedicadas a un indispensable índice onomástico), sino de que refleja una decidida voluntad de someter a revisión lugares comunes de nuestro pasado.

La empresa la ha acometido ahora Enric Ucelay-Da Cal (Nueva York, 1948). En la Universidad Autónoma de Barcelona, en dónde ahora es catedrático, presentó una tesis sobre el comportamiento de los nacionalistas radicales catalanes durante la dictadura de Primo de Rivera y, en los años siguientes, se ha labrado un reconocido prestigio como especialista en la vida política de los años treinta, en la figura de Francesc Maciá, primer presidente de la Generalitat de Catalunya entre 1931 y 1933, y en cuestiones de historiografía.

La expresión "imperialismo catalán", que emplea en el título del libro, no es de uso muy frecuente y puede resultar desconcertante para quienes no sean especialistas en el periodo y, más aún, fuera de Cataluña. Pero responde a un concepto que tuvo una indudable vigencia durante la primera década del siglo XX y parece responder a una provocadora pregunta que el autor se hace abiertamente en las palabras iniciales del libro: "¿fue el nacionalismo catalán, en la realidad, una propuesta para un nuevo nacionalismo español (o, mejor, hispano)?". La respuesta afirmativa a esa pregunta le obligará a presentarnos este monumental estudio que él mismo describe como dedicado a la "interacción entre catalanismo y españolis- mo entre 1885 y 1917".

La expresión "imperialismo" recibió su marchamo oficial desde el momento en el que Prat de la Riba (1870-1917), el líder indiscutido del nacionalismo catalán, la incorporó a su libro La nacionalitat catalana, libro de cabecera del nacionalismo político que se publicó en los últimos días de mayo de 1906. Eran aquellos los días de la presentación apoteósica del movimiento de la Solidaridad Catalana -una amplia alianza contra la política oficial del régimen de la Restauración, inspirada desde Madrid- y el catalanismo político atraía la atención y, a veces la esperanza, de figuras muy destacadas de la vida española. Francisco Giner de los Ríos había acudido a Barcelona para saber del nacionalismo catalán de los labios del poeta Joan Maragall y de Josep Pijoan. Y Unamuno dejaba caer a finales de ese mismo año su desencantada reserva sobre la efectividad del fenómeno solidario. En octubre había pasado tres semanas en Barcelona y la reflexiones que haría de aquella sociedad serían muy críticas y todavía lo seguían siendo en 1911: "Que se dejen de regionalismos de concentración y de exclusiones, que se salgan de sí, que intenten imponer a los demás pueblos españoles su ideal de vida, que se esfuercen por ejercer una hegemonía espiritual sobre el resto de España." ("Sobre el imperialismo catalán", Hispania, Buenos Aires, 16-7-1911).

El creador e impulsor del término "imperialismo" había sido Eugeni d’Ors (1881-1954), un escritor al servicio de la empresa catalanista de Prat que había comenzado a publicar sus glosas en La Veu de Catalunya, el órgano de la Lliga catalanista, a comienzos de aquel 1906, y al que Ucelay compara en alguna ocasión con un creativo publicitario, encargado de dotar de contenidos el producto que la Lliga trataba de promocionar en el resto de España. D’Ors había empezado a hablar de imperialismo en los primeros años de siglo, según ha contado en una carta a Amadeu Vives, y su tesis doctoral leída a mediados de 1905 y muy renuentemente dirigida por el institucionista Gumersindo de Azcárate, se publicaría ese mismo año con el significativo título de Genealogía ideal del imperialismo (Teoría del Estado-Héroe).

La caracterización de ese imperialismo aparece reiteradamente en la obra dorsiana en la que se lo contrapone al liberalismo abstencionista del sistema político imperante a la vez se propone una acción política intervencionista, expresión de la armonía de una sociedad civil fuerte, de un optimista espíritu mediterráneo (clasicismo) y de la voluntad de transformar a España. Sus modelos confesados eran la política imperial de Chamberlain en el Reino Unido y, en el pasado, la obra llevada a cabo por Napoleón. No es extraño que, al ver que Prat daba asilo a sus teorías imperialistas, d’Ors no pudiera ocultar su alborozo: "Oh, Mestre, gràcies!" (La Veu de Catalunya, 28-6-1906).

La campaña propagandística de d’Ors no pasaría inadvertida fuera de Cataluña y nunca conseguiría interesar a sus coetáneos madrileños de la generación de 1914, a pesar de que les invitara alguna vez a caminar por la senda del autoritarismo. En 1909 Ortega había escrito a Leopoldo Palacios: "En nuestra tierra el imperialismo o conservadurismo es imposible porque no hay qué imponer ni qué conservar: no hay tradición ni capitales."

A la muerte de Prat, en agosto de 1917, la dirección política del catalanismo pasó a Francesc Cambó (1876-1947) que prosiguió los planteamientos de Prat hasta que el desenlace de la primera guerra mundial hizo patente la inviabilidad del proyecto con el que los nacionalistas de la Lliga trataron de hacerse presentes en el marco más amplio de la política española.

Creo, en definitiva, que Ucelay acierta de pleno cuando desecha las interpretaciones simplistas y descalificadoras que se han hecho de la Lliga y afirma que, detrás de las propuestas de Prat, había un deliberado proyecto de "reorganización del Estado monárquico español bajo la inspiración de la Lliga". Lo ha hecho a través de una reflexión de una extraordinaria ambición conceptual, con un atrevido uso de la metáfora que a veces nos pone al borde del vértigo, y con una acumulación de referencias literarias en las que apenas ha dejado escritor del periodo por leer. Llama la atención -precisamente por lo excepcional de la laguna informativa- que confiese, en una de sus notas, no saber quien pueda ser un tal Vendrell que tal vez sea Ernest Vendrell (1873-1907), que publicó en 1911 unos Escrits en los que recogía artículos publicados en la prensa barcelonesa de aquellos años, más algunos inéditos. Dos de esos textos están recogidos por Vicente Cacho en su antología Els modernistes i el nacionalisme cultural, que añade una brevísima nota biográfica del autor.

Enric Ucelay nos ofrece, en suma, una aportación mayor a la permanente reflexión sobre nuestro pasado histórico y, muy especialmente, sobre la inserción del nacio- nalismo catalán en la vida política española de comienzos del siglo XX. La ambición del estudio y lo atrevido de las metáforas utilizadas aseguran la polémica, pero el libro no dejará de conmover a cuantos creen que la historia se renueva cada vez que la inteligencia humana se aplica, con profundidad y ambición, como es en este caso, a iluminar de nuevo el pasado y a no conformarse con explicaciones surgidas de la inercia y del conformismo.


Cambó, España, Cataluña y el tren
Francesc Cambó i Batlle (Vergés, Girona,1876-Buenos Aires, 1947) es considerado el padre del programa económico del nacionalismo catalán. Militante de la Liga Regionalista, ocupa su primer cargo político como concejal en el Ayuntamiento de Barcelona con 25 años. A la muerte de Prat de la Riba en 1917 le sustituirá al frente del nacionalismo burgués catalán, orientándolo hacia posturas más conservadoras. Participó en varios gobiernos españoles, ocupando la cartera de Fomento (1918) y la de Hacienda (1921-1922), puestos desde los que desarrolló la infraestructura viaria y la electrificación del país. En 1922 estableció el conocido como Arancel Cambó, vigente hasta 1960. Publicó obras como El pensament català davant del conflicte europeu (1915), Política Económica de España (1921), Ordenació bancària de España (1921), Elementos para el estudio del problema ferroviario en España (1918), La crisis económica financiera (1922) o La valoración de la peseta (1929).


El Noucentisme de d’Ors
Eugeni d’Ors (Barcelona, 1881, Vilanova i la Geltrú, 1954)) vivió durante su infancia el auge del modernismo. Pero a finales de 1904 comenzó a expresar la idea de la necesidad de un cambio en la percepción del arte y de la sociedad: se imponía la regeneración cultural de Cataluña, con la renovación y educación del individuo y la sociedad como divisa. El rechazo a las ideas modernistas suponían el rechazo al individualismo, al naturalismo, al sentimentalismo y la espontaneidad en la creación artística, y a cierto tradiciona- lismo catalanista folklórico. Para d’Ors la renovación efectiva de la sociedad catalana debía llevarse a cabo bajo una voluntad unitaria de transformación. Para esta renovación de la sociedad propuso un proyecto que llamó Noucentisme, aprovechando que en catalán "nou" significa a la vez nuevo y nueve, indicador centesimal del siglo que acaba de comenzar en 1900. El Noucentisme se convirtió así en el emblema del siglo que empezaba, aunque no hizo verdadera fortuna hasta entrados los años 20 (en 1924 Pla hablaba en un artículo del nuevo "movimiento de ideas"). Dos eran las vertientes del proyecto noucentista: la artística y la política. D’Ors se refirió a ellas como Arbitraria (la nueva estética) e Imperialista (la nueva política), dos proyectos absolutamente interdependientes. Esta interdependencia es una de las bases del Noucentisme, y refleja el ideal de síntesis que d’Ors buscaba para la educación del individuo y de la sociedad; no se puede mejorar a uno sin mejorar al otro. Y el proyecto político es inseparable del estético porque, en última instancia, estética y política no son sino dos áreas de acción distintas dentro de una misma idea, la reforma del ser humano. Otro punto fundamental de la reforma pevista por d’Ors era el desarrollo de la ciudad de Barcelona como motor del cambio.