Image: Manifiesto en favor de la creación

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Primera palabra

Manifiesto en favor de la creación

por José Antonio Marina

29 julio, 2004 02:00

José Antonio Marina

Tenemos que zafarnos de la modorra. Hemos de completar el Estado del bienestar con el Estado de la creatividad. Sólo éste permitirá la permanencia de aquél. Nos estamos muriendo de aburrimiento y desánimo, gordos y tranquilos como animales domésticos

He estado en la Menéndez Pelayo de Santander. Frente a un mar disuasorio por tentador, participé en un encuentro patrocinado por El Cultural y organizado por Blanca Berasátegui. Tema: la situación de la cultura española y la forma de mejorarla. Hemos intervenido profesionales de variados campos de la cultura, y el diagnóstico ha sido contradictorio. La cultura ha progresado objetivamente en los últimos veinte años, como indica el número de libros publicados, los equipamientos culturales, las orquestas, las salas de exposiciones, la afluencia a Universidades. Pero, al mismo tiempo, detectábamos un empobrecimiento cultural. Se lee muy poco, nuestros jóvenes tienen dificultades para comprender un texto, el interés popular por la cultura es más turístico que real, hay campos, como la música, muy descuidados, y la programación de las televisiones se desliza hacia un encanallamiento light. Por último, se está imponiendo en todo el mundo un "capitalismo cultural" que convierte toda la cultura en una rama del show-bussiness, en una diversión intrascendente. La cultura se ha convertido en el negocio postmoderno, divertido, reaccionario y banal.

Más que este desdén por la cultura cinco estrellas -arte, literatura, música, teatro, etc.- me preocupan algunos rasgos de nuestra cultura ciudadana: la pasividad, la concupiscencia de la imitación, el elogio de la facilidad y la zafiedad en las relaciones. Estamos bebiendo un cóctel tóxico elaborado con simplicidad, prisa y rudeza. Para mí, la cultura no es un adorno exquisito sino un salvavidas, el conjunto de lo mejor que la inteligencia humana ha inventado para hacer la vida soportable y digna. Por ello, elevar la cultura es el único modo de elevar la calidad de vida.

No me interesa buscar culpables, sino proponer soluciones. Para analizar el fenómeno prefiero hablar de "sistema cultural" antes que de "cultura". El sistema cultural incluye las relaciones, las dináminas, los intereses, los protagonismos diversos que aparecen en el fenómeno. Es un intrincado campo de fuerzas. Me referiré al arte, pero lo que digo podría aplicarse a la ciencia, la comunicación o el espectáculo. Durante siglos, la relación básica se dio entre creador y público. El artista ofrecía sus creaciones y la gente las aceptaba o rechazaba. La situación se fue complicando. Aparecieron en escena dos nuevos personajes. En primer lugar, los promotores, los que hacían posible que el creador creara, y se encargaban de difundir sus obras (mecenas, Estado, Fundaciones, empresas culturales, cadenas de distribución). En segundo lugar, los persuasores, que intentaban influir en los artistas y en el público (críticos, publicistas, expertos en márketing). Apareció el mercado cultural, con sus ventajas e inconvenientes. Aumentó la oferta, aumentó la demanda, pero bajaron los criterios de calidad. En el arte, como en la educación, no hemos sabido unir cantidad y calidad. Los promotores indicaron a los creadores que el cliente siempre tenía razón, y muchos creadores pasaron por el aro. Tradicionalmente los artistas habían sido los educadores del gusto, pero en una situación de mercado todo ha cambiado. Las grandes estructuras económicas de la industria cultural necesitan una nutrida clientela. Así las cosas, el público es a la vez víctima y culpable de un sistema que presiona a la baja inevitablemente.

¿Tiene solución esta dinámica depresiva del sistema cultural deglutido por el mercado? Creo que sí. Pero necesitamos actuar desde dentro y desde fuera. Comenzaré por esto último. Corresponde a la educación mejorar el nivel del público, lo que provocará una mayor exigencia que, a su vez, obligará a promotores y creadores a afinar su producción. Desde dentro del sistema, necesitamos grandes emprendedores culturales, capaces de impulsar y difundir creaciones de calidad. Por su parte, los creadores deberían ser menos colaboracionistas con el sistema. Y los persuasores, colaborar con entusiasmo y talento a una pedagogía de la sensibilidad y el buen gusto.

¿Y el Estado? Su función es promover la acción de los demás, sin mangonear contenidos ni personas. Debe emplear sus poderosos medios para iniciar una movilización creadora en todos los niveles: artístico, científico, económico, tecnológico, político, vital. La sociedad española, reacia siempre ante la novedad, lo necesita. Tenemos que zafarnos de la siesta y la modorra, por razones económicas, psicológicas,y éticas. Hemos de completar el Estado del bienestar con el Estado de la creatividad. Sólo éste permitirá la permanencia de aquel. Se repite continuamente que la actual riqueza de las naciones es el talento, la inteligencia, la creatividad. Me tomo muy en serio estas afirmaciones. No podemos despilfarrar este capital. No podemos cegar los pozos ni comernos las semillas ni enterrar creadores. Nos estamos muriendo de aburrimiento, comodidad y desánimo, gordos y tranquilos como animales domésticos. Crear es hacer que algo valioso que no existía, exista. Es origen de alegría y de sentido. La salvación social y la salvación subjetiva van, en este caso, de la mano. Sería estúpido no darse cuenta. Por eso escribo este manifiesto a favor de la creación.