Image: La nueva cultura

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Primera palabra

La nueva cultura

por Luis María Anson, de la Real Acdemia Española

26 abril, 2007 02:00

Luis María Anson, de la Real Acdemia Española

Siempre he creído que no existe una cultura española propiamente dicha. Somos un país de aluvión, entre dos mares, entre dos continentes, entre el grito europeo de los Pirineos y la llamada africana del de-sierto. Las culturas fenicia, cartaginense, hebrea, griega, romana y árabe invadieron España para fundirse en el crisol de la Historia con las manifestaciones autóctonas celtas, iberas y ligures. Todo ese tejido cultural se cosió con las tres agujas lentas de las carabelas a las manifestaciones artísticas precolombinas, formando la espléndida realidad actual que es la cultura iberoamericana. Veintidós naciones -España y las hispanoamericanas-, unidas por un idioma común, vertebran nuestro entero edificio cultural, uno de los tres grandes del mundo actual, junto al sajón y al sínico.

Un cambio profundo, sin embargo, se está experimentando en España con repercusiones culturales todavía difíciles de precisar. En nuestra nación están inscritas legalmente 406 entidades islámicas y 1.293 evangélicas, aparte las judías y las ortodoxas. Musulmanes y evangélicos superan ya entre ambos los dos millones de fieles. Ortodoxos hay 600.000; testigos de Jehová, 125.000; mormones 50.000; judíos, 48.000... Suma y sigue.

Es el fenómeno de la inmigración en Europa, anticipado en 1973 por Arnold J. Toynbee, el gran filósofo de la Historia, el hombre más inteligente que he conocido a lo largo de mi vida profesional. Inmigración, en fin, que viene a incidir y condicionar muy numerosos aspectos de la vida europea en general, también de la cultural.

La cacería salvaje de negros en áfrica para conducirlos en las ergástulas de los barcos cristianos de España, Holanda o Portugal hasta América, creó en el Nuevo Continente una forma cultural nueva, la melano-americana que proyectó letras, pintura y sobre todo música sobre la Europa colonialista y voraz. La zarabanda y su ritmo sesquiáltero invaden suites y sonatas de Rameau, Haendel, Purcell y Bach. La chacona -"chacona mulata" la llamaba Quevedo, "indiana amulatada", Cervantes- prologan la invasión de las danzas negras a finales del XIX y durante todo el siglo XX, desde el charlestón al delirio del heavy metal, pasando por el maxise, en 1890; el cakewalk, en 1903, el onestep o turey trot, en 1904; el apogeo de la habanera por esa época; el foxtrot, en 1912; el shimmy, en 1920; el black bottom, en 1926; y luego la rumba, la samba, la conga, el mambo, el bayón, el merengue, el cha-cha-cha...; todos ellos en medio de la apoteosis del jazz. Como escribe Dauer en su Knaurs Jazz-Lexicon, sucesores de "los ritmos percusión del áfrica Occidental, en parte estilizados y por ello algo alicaídos". En esa misma idea abunda Luis Bonilla autor de un gran libro: La danza en el mito y en la Historia.

Nos acercamos a los diez millones de inmigrantes en España. Vienen con sus religiones a cuestas, con su literatura, su pintura, su música, su danza. No van a renunciar a la identidad cultural que les ha definido durante siglos. Convivirán, pese a quien pese, con la cultura iberoamericana, de la que España forma parte cada vez menos relevante. Conviene no olvidar que nuestra nación es sólo el 10% de un idioma que hablan ya más de cuatrocientos millones de personas.

Caminamos, en todo caso, hacia nuevas formas de expresión cultural. No podemos permanecer impermeables a lo que se nos viene encima. Históricamente incorporamos a fenicios y griegos, y sobre todo a romanos y árabes. Ahora, nuevas manifestaciones culturales nos están impregnando al son de la sangre y las pateras. Hay algunos aspectos negativos en las oleadas inmigritarias pero muchos más, positivos. Suponen aire fresco frente a las imposiciones globalizadoras que nos cercan bajo el acoso del imperio estadounidense, desde la gastronomía de la hamburguesa al cine los de efectos especiales.

Es cuestión de diez, veinte, treinta años. Un suspiro histórico. La incidencia cultural de la inmigración está penetrando ya en la sociedad española de forma imparable. Es la nueva cultura que vamos a construir entre todos en la España de la libertad y la tolerancia. Esta revista tiene ya todas sus antenas erectas para captar las manifestaciones culturales que vienen y trasladarlas hasta la sensibilidad de los lectores. l

Zigzag

Un poco sorprendido de que un académico no especializado en ciencia dedique una parte de su tiempo a leer libros científicos, José Manuel Sánchez Ron, me envía media docena de obras de interés. Le he metido el diente a Eureka y Euforias, de Walter Gratzer. Es un libro anecdótico. Narra historias menores, sucesos de relieve y tragedias personales como la visita de Max Planck, que inició la revolución de la física cuántica, a Adolf Hitler. El incierto encuentro con el dictador le costó la amistad de Einstein, con quien debatía sobre el espacio, con el que tocaba música de cámara. Me han interesado más las Cartas a una joven matemática, de Ian Stewart. No se trata de un libro propiamente de ciencia sino de filosofía, de lo que las matemáticas significan en la vida. La verdad es que desde hace algún tiempo me divierte más, al menos en muchas ocasiones, un libro de ciencia que una novela.