Image: Lecturas de verano, II

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Primera palabra

Lecturas de verano, II

Por Luis María Anson, de la Real Academia Española

4 septiembre, 2008 02:00

Luis María Anson, de la Real Academia Española

Víctor Olmos, que es un gran periodista, ha escalado un primer lugar como historiador del periodismo. No se puede entender cabalmente la significación de ABC o de la agencia Efe, por ejemplo, sin contar con sus excelentes trabajos de investigación. Acaba de publicar ahora La Casa de los Periodistas, que es la historia de la Asociación de la Prensa de Madrid desde 1951 a 1978. Me ha asombrado el arsenal de documentación, la claridad expositiva, el rigor histórico y el esfuerzo de objetividad. He disfrutado leyendo este libro sobre una Casa que conocí desde dentro a partir de 1979.

Alejado de los oropeles y los fuegos artificiales, ajeno a la feria de las vanidades, Cristino de Vera ha construido una de las obras pictóricas más sólidas del arte actual, fascinado siempre, como escribió José-Miguel Ullán, por el abismo de la muerte, el ambiente sepulcral, el ceremonial de los cementerios, las frías lápidas, las calaveras mórbidas, los grises cipreses. Cristino de Vera ha crucificado de luz a las tinieblas. Sigo su obra desde que empezó y mi admiración por él, como pintor y como persona, no ha decaído nunca. Así que he leído su libro La palabra en el lienzo con especial atención. Cristino de Vera ha recopilado textos, entrevistas, artículos, notas biográficas para espatular en 300 páginas el alma delicada del artista.

Como el fluir galopante de la sangre en la mañana yugular del suicida, Javier Asiáin ha escrito estos Votos perpetuos en los que yo, que no conocía su obra anterior, he descubierto a un poeta dispuesto a pasar su vida torturando versos para que revelen en su obra aquello que él niega todavía. La metáfora sugestiva, la adjetivación provocadora, el aliento lírico incontenido, se esponjan en su escritura. En Javier Asiáin hay un poeta que sabe recorrer el alma de la amada "y ese delicado silencio tras los mundos que te habitan más allá de lo invisible".

He dedicado muchas horas de lectura y no pocos artículos a Noam Chomsky. Es, sin duda, uno de los intelectuales más influyentes del mundo y un provocador en la vida intelectual de Estados Unidos, tan sumisa al éxito comercial y a los vaivenes del Imperio militar del Pentágono. Comparto con Chomsky la preocupación por el lenguaje. Desde él ha sabido asomarse al lado oculto de la luna. Ninguna de sus contradicciones es gratuita. James McGilvray ha escrito un libro sugestivo en el que el Chomsky lingöista le puede al Chomsky filósofo, al Chomsky político. McGilvray me ha hecho entender algunas cosas de Chomsky que no calibraba bien. José Antonio Marina tiene razón: "Chomsky ha proporcionado una voz a los que no tienen voz". Ese ha sido su gran acierto aunque en ocasiones su voz no sea la de la razón sino la del disparate.
Fernando Lafuente, Tom Burns, Miguel ángel Cortés, González Trevijano, Jaime Mayor, Mercedes de la Merced, Sánchez Cámara, Aznar y Rajoy, entre otros, han escrito, de forma desigual, sobre Gabriel Cisneros en un tomo de Faes. Conocí a fondo a Gabriel Cisneros que trabajó conmigo largos años y que un día me pidió que le insistiera a Aznar en su candidatura por Burgos. Me quema la impaciencia por decir una cosa. Ni Cuartero redactó para ABC editoriales tan bien construidos, tan bien escritos, tan certeros en el fondo y en la forma como Gabriel Cisneros. Escribí para el ABC de Luis Calvo centenares de editoriales, conozco el oficio y sé muy bien lo que estoy diciendo.

En tres tomos, más de 1.500 páginas, resume José Antonio Escudero su Historia de la Monarquía. Sería absurdo coincidir en todo lo que afirma y no advertir lagunas de consideración en su análisis histórico de la Corona española en la que destaca los reinados de Felipe II, Carlos III y Juan Carlos I. José Antonio Escudero ha coordinado sabiamente a un grupo de catedráticos, historiadores y juristas para colocar en las librerías un libro serio y riguroso que desvela muchas incógnitas y afianza no pocas realidades.

Inés Pedrosa ha puesto un prólogo sugerente a la versión que Jesús Munárriz ha hecho de los poe mas de Nuno Júdice. Escritura de alta calidad, pensamiento profundo, excelentes versos, en los que el autor reza a la amada en la noche que los oscuros ángeles manchan de culpa y remordimiento. El sentimiento se desangra en este libro, Tú, a quién llamo amor, y estremece al lector, aunque sólo el silencio responde cuando el poeta clama por la amada.

Zigzag

Fui a un pase privado de Los girasoles ciegos. José Luis Cuerda rasgó la pantalla con el mundo de mi infancia. Y lo hizo a borbotones, a dentelladas. El gran director ha sabido recrear el clima de aquella época tórpida y turbia tras la guerra incivil. Salí impresionado. Es una soberbia película que denuncia sin tendenciosidad, y que se robustece con la interpretación sobresaliente de Maribel Verdú, también de Javier Cámara. No es cine de vanguardia sino cine en la vanguardia. Sobra una alusión injusta a Pemán y falta alguna secuencia real. Tras la impresión que me produjo la película, leí la novela de Alberto Méndez. No sé por qué he tardado tanto. Los girasoles ciegos es una novela de calidad y una de las claves del gran acierto de la película de Cuerda, a la que proporciona temor y temblor, pues he sentido como Pablo el aguijón en la carne, Kierkegaard al fondo.