Image: La Columna de Calatrava

Image: La Columna de Calatrava

Primera palabra

La Columna de Calatrava

Por Luis María Anson, de la Real Academia Española

8 enero, 2010 01:00

Hace seis años volé a Tenerife para contemplar el Auditorio de Calatrava. Me pareció una inmensa escultura abstracta. Me produjo vértigo la armonía de sus grandes masas de material inmóvil. “La música congelada” de Schopenhauer se hacía realidad en la obra del arquitecto.

He dedicado muchos minutos a la contemplación ahora de la Columna que Santiago Calatrava ha levantado en Madrid. Me parece un prodigio de belleza y esbeltez. Desde cierta perspectiva, una de las torres de la Ciudad Deportiva la desdibuja y lesiona. Desde otras, encuadrada por los rascacielos oblicuos, que rinden honores, la Columna parece una aguja de oro que taladra el cielo. Es una onda ascendente que fluye como un río que anhela el mar. Gallardón ha acertado al incorporar a la geografía urbana madrileña este prodigio que se enciende en el arte profundo de Santiago Calatrava.

Desde hace ya varias décadas, la arquitectura y la escultura se hacen el amor. La tecnología actual permite lo que en siglos pasados era imposible. Calatrava ha entendido muy bien dónde está la vanguardia arquitectónica. Ha sabido adunar la escultura y la arquitectura y ocupa hoy lugar de cabeza en el concierto mundial del arte.

Adolf Loos dio el pistoletazo de salida para la arquitectura contemporánea con su ensayo de 1908 Ornament und Verbrechen (Ornamento y crimen), obra que debió leer Gallardón antes de sumergirse en su palacio merengoso de la plaza de Cibeles. El abandono de la ornamentación se convirtió en la clave del arte arquitectónico de vanguardia. Caturla en Arte de épocas inciertas asegura que Einstein ha sucedido a Anaximandro y Le Corbusier a Isidoro de Mileto porque “los edificios deben expresar literalmente la vivencia colectiva”. Ozenfant, Arp, Miró y sobre todo Stravinsky, en su Sinfonía en Do, se sumaron enseguida al funcionalismo artístico. Le Corbusier en Vers une Architecture llamaba la atención sobre el espíritu de las formas nuevas. Jorn Utzon, con su enjambre de velas desplegadas, dibujó en cemento la nueva arquitectura sobre el cielo de la bahía de Sidney.

Desde la fundación de la Staatliche Bauhaus, el diseño y la artesanía, el arte y la técnica se entreveran para cumplir el sueño de acero y cristal del incandescente Walter Gropius. Klee y Kandinsky se sumaron a aquel esfuerzo que ha vertebrado el siglo XX. La Bauhaus y su sucesor, el Institut of Design de Moholy-Nagy, llevaron al mundo las grandes esculturas de cristal que permitía la alta y altiva tecnología en punta, junto a los muebles de Albers, las sillas de tubo de Brever o los tejidos de Otte.

Santiago Calatrava galopó sobre la forma audaz para renovar aquellas y otras alucinaciones y proyectarse sobre el siglo XXI con una arquitectura de serena vanguardia, desbordante de imaginación y sabiduría técnica, en puentes, torres de comunicaciones, galerías, estaciones de ferrocarril, viaductos, terminales de aeropuerto y anhelo de catedrales. El arquitecto valenciano ha sabido enfrentarse con su época. Malraux en La voz del silencio desmontaba un tópico clásico para asegurar que el artista no es el espejo del mundo que le rodea sino su rival.

Calatrava es pontífice de la arquitectura contemporánea, hacedor de puentes en Zurich, Florencia, París, Berlín, Basilea, Sevilla, Venecia, Orléans, colgada allí Europa desde el cielo sobre el río Loira. Estaciones, aeropuertos, pabellones de las Exposiciones Universales, torres de telecomunicaciones, la catedral gótica de San Juan en Nueva York, la Plaza del Heritage en Toronto, la intermodeal de Lisboa, Calatrava transformó la geografía urbana de Valencia con el fulgor de la Ciudad de las Ciencias y la Torre de telecomunicación. Planeó también sobre el Reichstag berlinés y, en su disputa con Norman Foster, todo el mundo sabe que la razón asistía al artista valenciano. Por eso me complace traerle hoy a mi Primera Palabra.

Conozco las diatribas con las que sus enemigos fustigan a Santiago Calatrava. Me sonrío ante las envidias que sus obras y sus éxitos despiertan. Me conmueve la estupidez de cierta crítica, aún reconociendo que en la obra calatravesca no todos son aciertos y que es justo que se subrayen sus errores. Pero estamos ante un genio de la arquitectura contemporánea. Un genio universal.