Image: Lagunero en la Historia

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Primera palabra

Lagunero en la Historia

Por Luis María Anson, de la Real Academia Española

22 enero, 2010 01:00

Teodulfo Lagunero es comunista. Es republicano. Es un historiador riguroso. Es un pensador coherente. Es un hombre honrado. En algunas cuestiones fundamentales pienso lo contrario que Lagunero; en otras, coincido. Su libro de Memorias me ha parecido extraordinario. A partir de ahora no se puede escribir seriamente sobre los últimos cien años de la Historia de España sin conocer el testimonio de Teodulfo Lagunero.

Siempre en segundo plano, siempre fugitivo de los fuegos artificiales y los oropeles, siempre en la sombra, Lagunero ha jugado un papel decisivo en un sector cualificado de la vida política, literaria y artística del siglo XX. De dos de mis grandes amigos, Pablo Neruda y Rafael Alberti, el autor de este libro de memorias habla con profundidad y con generosidad. Y no por afinidad política sino por conocimiento profundo de los versos de dos poetas cardinales en la poesía en lengua española. Las amistades literarias de Lagunero son muy amplias y entre ellas figuran nombres de pelaje ideológico muy diverso. La liberalidad y la objetividad con que Lagunero juzga a unos y a otros es infrecuente en nuestra república de las letras.

Muchos lectores pensarán que, siendo el autor un caracterizado comunista, el libro de Lagunero resultará sesgado. Soy testigo indirecto de un pasaje que demuestra lo contrario. Estaba yo en el séquito de Don Juan de Borbón en el invierno de 1974, cuando el entonces Rey de derecho de España dedicaba sus trabajos y sus días a hablar con la oposición democrática para que, a la muerte del dictador, se aceptara a Don Juan Carlos como Jefe de Estado, comprometiéndose Don Juan a que su hijo convocaría elecciones libres. A Pedro Sáinz Rodríguez le gustaba más bien poco que Don Juan se entrevistara con Santiago Carrillo. Finalmente se arregló un encuentro con Teodulfo Lagunero en un hotel de París, el Meurice, creo recordar. Yo estuve allí. No asistí a la entrevista, que fue larga. Cuando concluyó, Don Juan me llamó y delante de Lacour me hizo un resumen extenso de la conversación. Al hijo de Alfonso XIII le había impresionado la altura de miras de Lagunero, su entendimiento de España y la propuesta ideológica del eurocomunismo. Tomé notas precisas de cuanto me expuso Don Juan y unos días después se las pasé en Estoril durante el despacho habitual que con él mantenía. Eugenio Hernansanz archivó el documento.

Muchos años más tarde, el 2 de mayo de 1993, Teodulfo Lagunero publicó en “El País” su versión de aquella entrevista con Don Juan. La empecé a leer con recelo, temiéndome tergiversaciones o interpretaciones tórpidas. Me equivoqué. Lo que Lagunero publicó en “El País” era exactamente lo que yo había apuntado en mis notas. El escritor reflejó puntualmente la conversación con Don Juan, su contenido y su alcance.

En sus Memorias, Lagunero desmenuza muchas cosas y se refiere a los más varios acontecimientos y a los más diversos personajes. Lo hace siempre con grave acento de verdad. Y por eso yo quiero dejar constancia, desde la discrepancia ideológica, del relieve que tiene el libro publicado. Lagunero en la Historia, Lagunero desde la Historia. Su contribución a hacer más inteligible el siglo XX resulta inestimable y me parece injusto que algunos le nieguen el pan y la sal por su afiliación comunista. La honradez del autor del libro está por encima de la cicatería y la palabra excluyente.

ZIG ZAG

“Hasta para ver mis propios libros me es más fácil usar los de la Biblioteca Virtual Cervantes que cogerlos del estante”, le ha dicho el mordaz Paco Rico a Nuria Azancot. Es el homenaje de un académico sabio a la nueva tecnología. Y eso que aún estamos en la prehistoria de la Red. La inmensa mayoría de las consultas a las enciclopedias o a las antologías casi nadie las hace ya en el libro convencional sino en internet. La investigación navega ya por las aguas inagotables de la Red. Bien por Paco Rico que ha dicho la verdad y que todos los días, según me cuentan, abandona la caverna de cierto socialismo para leer al aire libre a un compañero suyo de Academia en elimparcial.es, el periódico de Ortega, primera inteligencia del siglo XX español.