Primera palabra

El impresionismo

29 enero, 2010 01:00

Conforme a las curvas de civilización y cultura desarrolladas por Arnold J. Toynbee en Un estudio de la Historia, la Francia desplazada por Inglaterra del Imperio mundial a principios del XIX se alzó con la supremacía en el idioma, las Artes, y las Letras.

París, ciudad de la luz, fue el faro cultural del mundo durante más de un siglo. Tal vez ese respaldo histórico explica la absorbente incidencia del impresionismo en la esfera del arte. Sin negar su alta calidad, ninguno de los pintores impresionistas figuraría al nivel de los grandes: Leonardo, Miguel ángel, Rafael, Ticiano, Velázquez, Rembrandt, Goya, Turner o Picasso.

Por eso ha sido una idea magnifica la exposición que la Fundación Mapfre ha organizado en Madrid con el auxilio del museo D'Orsay. La mano sabia de Alberto Manzano y la lúcida energía de Pablo Jiménez Burillo han situado a los artistas y los cuadros del impresionismo en el contexto histórico que los hace más cercanos y comprensibles.

Junto a algunos pintores de distinto rango, anclados en escuelas diversas de una modernidad difusa, se exhiben cuadros cimeros de los grandes impresionistas: Manet (tan influido por Velázquez), Cézanne, Monet y Renoir. También se pueden contemplar, entre otras muchas, obras destacadas de Millet, Courbet, Sisley, Pisarro y Degas.

Coño, qué antiguo se ha quedado todo. Y no me refiero a la comparación imposible con las instalaciones de la vanguardia pictórica en la que brilla nuestra Alicia Framis sino a la revolución desencadenada poco tiempo después por Picasso y Kandinsky. Desde ese punto de vista tiene razón Alberto Manzano, cuando afirma: “Más que una revolución, tal vez lo que señala el impresionismo es el inicio de un nuevo Renacimiento, de un momento de gran esplendor y renovación de las artes y la literatura”.

La exposición organizada por Mapfre se merece un diez por su calidad y su amplitud. Por su ambición. Permite hacerse una idea global de lo que significó el impresionismo, al margen de los lobbies franceses y del deslumbramiento que París ejerció durante largas décadas en el mundo de la cultura. Sería un error afirmar, como hacen ya algunos críticos vanguardistas, que fue un movimiento desdeñable. No es así. Terminó con el academicismo y el historicismo y demostró que el color y la línea sueltos e imprecisos ponían en movimiento la pintura y ahondaban su expresividad. Eso lo explicó muy bien Malraux y también Peter Feist en un libro cardinal.

El impresionismo no ocupa en la historia de la pintura el lugar cumbre que le ha atribuido la crítica francesa y los papanatas que la siguieron y corearon. Sí es un movimiento relevante y renovador. Sus artistas no se pueden equiparar a los grandes genios de la pintura universal. Turner anticipaba la abstracción cuando Cézanne pugnaba por evadirse del historicismo avasallador. Tengo mis dudas de que el mejor de los maestros impresionistas sea superior a nuestro Fortuny, a pesar de los pocos años que vivió el pintor español. Dalí respaldaba a Fortuny con vehemencia pero también con razonamientos sutiles.

La exposición de Mapfre ha confirmado mi admiración por Renoir - magnífico El Columpio- y el sentimiento vago de que la literatura vertebró el movimiento impresionista, potenciándolo por encima de sus merecimientos en todo el mundo. El espectador español, más o menos defraudado, más o menos alentado, tiene hoy la palabra porque puede juzgar sobre un bien seleccionado panorama del arte impresionista.

ZIGZAG

Conocí a Ángel Herrera Oria. En mi opinión, es uno de los diez grandes periodistas del siglo XX español, si bien dejó la profesión y fue degenerando hasta convertirse en cardenal. A Churchill le pasó lo mismo: saltó del periodismo a la política y degeneró también hasta ser primer ministro. Agapito Maestre es un filósofo prestigioso y serio. Con el título El fracaso de un cristiano dedica un ensayo sagaz a la obra de Herrera Oria y a la relación que mantuvo con Ortega, con Zubiri, con Laín Entralgo, con Bergamín, con Azaña, con Gil Robles, con Torcuato Luca de Tena, el fundador del ABC verdadero. Maestre denuncia, a través de Herrera, el totalitarismo ideológico que excluye al cristiano de la vida pública.