Image: Como Franco, pero contra el castellano

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Primera palabra

Como Franco, pero contra el castellano

10 diciembre, 2010 01:00

Luis de Galinsoga llamaba al dictador Franco “centinela de Occidente” y “mensajero de la paz”. Creo recordar que un día, irritado al escuchar un sermón en catalán, lo interrumpió con un “Hable usted la lengua del Imperio” o algo parecido. La reacción contra La Vanguardia, periódico que dirigía Galinsoga, fue de tal calibre que Carlos Godó, mi inolvidado amigo, destituyó al talibán y nombró en su lugar a uno de los diez grandes periodistas del siglo XX español: Manuel Aznar, profesional, por cierto, que, durante la guerra incivil, tuvo el raro privilegio de ser condenado a muerte por los dos bandas contendientes.

Franco persiguió con saña el bellísimo idioma catalán. Lo erradicó de la enseñanza y lo declaró proscrito en la vida oficial. José María Pemán escribió una tercera del ABC verdadero titulada: “El catalán, un vaso de agua clara”. Un grupo de intelectuales firmamos un escrito sumándonos al artículo del presidente del Consejo Privado de Juan III, del conde de Barcelona, el hombre que desde su exilio en Estoril luchaba por la Monarquía de todos, por la Monarquía parlamentaria que devolviera al pueblo español la soberanía nacional secuestrada por el Ejército victorioso tras la guerra incivil.

Tal vez por todo ésto, a mí me ha producido profunda tristeza la persecución contra el castellano, iniciada en tiempos de mi admirado Jordi Pujol, y que se ha hecho insufrible y totalitaria con el tripartito del cuitado Montilla y de ese percebe sectario e intransigente que se llama José Luis Carod Rovira.

Lo que el dictador Franco hizo con el catalán, se está ahora haciendo y de forma acentuada con el castellano. Se han traspasado todos los límites del sectarismo. Hasta en los recreos colegiales se prohíbe a los niños hablar en castellano, mientras a los comercios y tiendas se les endosan multas cuantiosas por rotular en el idioma de Quevedo y Mendoza, de Pérez Galdós y Marsé.

La política cicatera de Carod Rovira colisiona, además, y frontalmente contra la voluntad del pueblo catalán. Una macroencuesta muy rigurosa de Dym ha desvelado que el 81% de los catalanes quieren bilingüismo en los colegios públicos, porcentaje que se incrementa para los colegios privados y concertados.

Las imposiciones dictatoriales, la opresión totalitaria, pugnan por erradicar el castellano de la enseñanza en Cataluña, empobreciendo gravemente a aquella admirada región y debilitando el futuro de los catalanes porque el siglo XXI exige tres idiomas para que una persona no sea analfabeta: el inglés, el castellano y la informática.

No abrigo muchas esperanzas de que Artur Mas se evada del sectarismo lingüístico actual porque la clase política es voraz y de ahí el desprecio con que la contempla la ciudadanía. Pero ha llegado el momento de plantear firmemente ante la opinión pública, como está haciendo el diario El Mundo, la realidad atroz de la persecución que sufre en Cataluña el castellano, segundo idioma internacional tras el inglés y el gran tesoro cultural de España.

A veces llegan a mi mesa de trabajo monografías literarias que demuestran el alto grado de investigación de que disfrutan las letras españolas. En una separata de la revista Celestinesca se recoge el estudio de Antonio Sánchez-Serrano y Remedios Prieto de la Iglesia en el que se hace un sagaz análisis del idioma en La Celestina, la Comedia de Calisto y Melibea, que se atribuye, tal vez indebidamente, a Fernando de Rojas, y que imprimió en 1499, en Burgos, Fadrique Alemán de Basilea. En la edición incunable de Toledo (1500) aparece un acróstico en las octavas de “El autor a su amigo” con el nombre de Rojas. Francisco Rico ha volcado su sabiduría en el análisis y la interpretación de La Celestina. La monografía de Remedios Prieto y Sánchez-Serrano es un trabajo serio, de extraordinario interés, con reflexiones profundas en torno al personaje de Melibea. Sobre la autoría de la obra, los dos investigadores se centran en la edición valenciana de 1514 y en las diferencias de “autor” y “auctor”. Su conclusión es muy sagaz.