Ara Malikian
No hay Barça-Madrid que valga un concierto
10 diciembre, 2010 01:00Ara Malikian, por Gusi Bejer.
Su nombre aparece en una veintena de conciertos cada mes, pero asegura que necesitaría diez vidas más para dar rienda suelta a todos sus proyectos, que van del flamenco a las Cuatro estaciones de Vivaldi en versión infantil. Ara Malikian (Armenia, 1968) es el violinista estrella de estas navidades.
RESPUESTA: No tengo un método. Es más bien que el público sabe y siente que soy yo quien va a verlos a ellos, y no al revés. Así todos lo pasamos bien.
P: ¿En qué se diferencian el Paganini de las salas de concierto de su PaGAGnini?
R: En que el mío es un entretenedor. Hoy el músico se ha convertido en algo muy intelectual, complejo y hasta endiosado. Pero lo que interesa, a fin de cuentas, es hacer pasar un buen rato a la gente. No hay nada de malo ni de vergonzoso en ello.
P: ¿Ni siquiera cuando le enfundan a uno la malla fosforita?
R: Siempre he dicho que no hace falta disfrazarse de pantera para llegar al público infantil. Pero si llega el momento hay que saber disfrutarlo.
P:El público también se ha sofisticado. ¿Cuál es su mayor pecado?
R: Pensar que lo que oyen en directo no suena igual que el disco que tienen en casa.
P: ¡Pero si vende sus discos como churros!
R: No me quejo, la verdad. Pero no ando mirando los números. Pensar en la piratería te gasta las pilas.
P: ¿Cómo definiría al público infantil?
R: Honesto y directo como ninguno. Mirando sus caras sabes si tienes que irte a casa o si te alargas.
P: ¿Perciben una buena técnica?
R: Es más fácil engañar a un señor de cuarenta años que va al Auditorio que a un niño de cinco que aún se chupa el dedo.
P: Paganini, Britten, Prokofiev, Saint-Saëns... ¿Quién encabezaría los 40 Principales clásicos?
R: Diría que los más pegadizos son Paganini y Liszt, dos estrellas de su época que gustan mucho a los pequeños.
P: ¿Qué música escucha fuera de oficio?
R: De todo. Desde cuartetos de Schubert hasta discos de Metallica.
P: ¿Y cómo ha conseguido colar su violín en el tablao flamenco?
R: Lo han aceptado porque no he querido imitar la guitarra de Paco de Lucía ni la voz de Camarón. No hay teorías en esto. Sólo el contacto con los cajones, las guitarras y las voces han dado una nueva dimensión a mi violín.
P: ¿Y por qué le llamaban El Moro?
R: Ya sabe cómo se las gastan los flamencos... Te bautizan el primer día, sin registro que valga.
P: ¿Cuánto tiene Yllana de terapéutico?
R: No pretendemos curar a nadie, pero los expertos aseguran que la risa alarga la vida.
P: Y a los que piensan que divulgar es hacer vulgar, ¿qué les diría?
R: Les invitaría a mis conciertos para que vieran que no hay nada más vulgar que no compartir.
P: Por si acaso ya nadie programa el día de la final de la Champions...
R: No hay partido que valga un concierto. El último Barça-Madrid me pilló en mitad de uno. Aunque casi se podían oír los gritos...
P: No le pregunto por su equipo. Ha vivido en Líbano, Alemania, Inglaterra, Francia...
R: Viajando aprendes a no sentirte extranjero en ningún sitio. Eres del equipo que sale en ese momento por la tele.
P: Durante la guerra civil libanesa estudió música en refugios antiaéreos. ¿Cómo resistió aquello?
R: No lo sufrí porque era el pan de cada día. Dentro de toda tragedia la vida se abre paso, y hay que intentar pasar el tiempo de alguna manera. Así que cuando caían las bombas tocábamos más fuerte.
P: También convirtió la cárcel de Soto del Real en un musical de Broadway...
R: No somos conscientes de lo que puede llegar a influir la música en nuestras vidas. Puede con cualquier estado de ánimo y, por supuesto, con cualquier muro.
P: ¿Sabe por qué es fácil reconocerlo en el foso?
R: [Risas] Supongo que porque soy el único violinista de la Sinfónica de Madrid con rastas...
P: También por las pulseras. ¿Por qué tantas?
R: Supersticiones varias. Soy hijo del directo.
P: ¿Para que no se repita aquel capricci del Real?
R: Madre mía. Se me saltó un botón y perdí los pantalones en mitad del concierto.
P: Donde no le reconocieron fue en el metro...
R: Imité a Joshua Bell tocando en Nuevos Ministerios. Fue un fracaso. Para que la gente repare en ti hay que tener mucho oficio callejero. Aprendí una valiosa lección y volví a casa con cinco euros de más en el bolsillo.