El 23-F de Jesús Palacios
El general Massu amenazó con tomar París si el Gobierno galo cedía en Argelia. El primer ministro Pierre Pflimlin ordenó a los soldados que se desplegaran en la Concorde y en los Campos Elíseos. Era la primavera de 1958. A los periodistas que cubríamos el acontecimiento nos decían los soldados que no dispararían si llovían del cielo los paracaidistas de Massu. Guy Mollet, enemigo acérrimo del general De Gaulle, comprendió que no había otra solución que acudir a aquella especie de monarca, endiosado en su exilio interior de Colombey-les-Deux-Églises. El autor de Le fil de l'épée no aceptó tomar el poder. Exigió que le votara la Asamblea y que el presidente de la República René Coty estuviera de acuerdo en la concesión de plenos poderes. El 1 de junio de 1958, De Gaulle se convirtió democráticamente en primer ministro, evitó el golpe de Estado anunciado por Massu, articuló la Constitución de la V República francesa, la propuso en referéndum y, tras las votaciones correspondientes, se convirtió en presidente de la nación. En eso consistió la operación De Gaulle. Para evitar un golpe de Estado militar, un general de prestigio se encaramó al poder con pleno respaldo democrático.
En 1980, el terrorismo etarra asesinaba cada semana a dos o tres personas. Se las enterraba de forma vergonzante porque Adolfo Suárez no quería perder el maquillaje de demócrata con que había disimulado las arrugas falangistas y franquistas de su vida política. Pero no era eso lo que más se le criticaba. La insensata solución autonómica del “café para todos” había puesto las bases para la fractura de España. Los políticos más responsables querían evitar el desaguisado autonómico de Suárez, Abril y Clavero Arévalo, tomando medidas para que no se produjera en España la situación a la que hoy hemos llegado.
Algunos propugnaban el golpe de Estado puro y duro. Los más, la declaración del Estado de excepción. Los servicios de inteligencia, el CESID, arbitraron una fórmula incierta dentro de la Constitución: la “operación De Gaulle”. Se trataba de crear una situación militar extrema para que los diputados, antes de someterse a un golpe de Estado, votasen un Gobierno de salvación nacional presidido por un general de prestigio. Según Jesús Palacios, "el general Armada era el hombre políticamente bendecido por todas las fuerzas políticas -especialmente por la cúpula del Partido Socialista- para resolver la gravísima crisis del sistema semanas antes del 23-F".
Cercas, Carcedo, de la Cierva, Perote, Oneto, Martínez Inglés, Mora, Villacastín, Pardo Zancada, Blanco y Gómez de Salazar, entre otros, han hecho aportaciones relevantes para esclarecer el enigma del 23-F. Jesús Palacios en 23-F, el Rey y su secreto ha escrito con diferencia el más lúcido y sagaz libro sobre el intento de golpe de Estado. Al menos el setenta por ciento del fondo del enigma queda al descubierto. No sé si algún día me decidiré a desvelar ese 30%al que no ha llegado el bisturí certero de Palacios.
Para el autor, aquella jornada de máxima tensión fue ideada por el CESID, con la participación de una parte de la cúpula socialista. Se trataba de que los diputados votaran un Gobierno de salvación nacional, presidido por Alfonso Armada, para reformar la Constitución y deconstruir el Estado de las Autonomías que caminaba ya hacia la fractura de España. La “operación De Gaulle” a la española fracasó porque, según Jesús Palacios, uno de sus protagonistas, el coronel Tejero, se negó a aceptar el Gobierno de salvación nacional. El guardia civil sublevado quería una Junta Militar presidida por Milans, es decir, una fórmula similar a la de Primo de Rivera en 1923. El general Massu, alzado en Argelia, obedeció a De Gaulle. El coronel Tejero, sublevado en Madrid, no obedeció a Armada. La “operación De Gaulle” a la española fracasó y todo el tinglado del CESID se vino abajo, según Palacios.
Estamos ante un gran libro, clave para entender el trasfondo de aquel episodio histórico. Palacios ha tenido el valor, la capacidad de investigación, la sagaz penetración, para devolvernos, 30 años después, la verdad, o una parte de la verdad de lo que ocurrió en 1980 y en 1981, en esta España que hoy se descoyunta por los tirones de los secesionismos de varias regiones en efervescencia nacionalista.