El periodismo de la insidia
Las nuevas generaciones están haciendo en España un periodismo excelente. Perderíamos la objetividad si no reconociéramos la realidad, una realidad incuestionable. Los egresados de las Facultades de Ciencias de la Información demuestran, día a día, su compromiso deontológico con la verdad en la administración de un derecho ajeno: el que tiene la ciudadanía a la información. Es la verdad la que hace libres a los periodistas. Y las jóvenes generaciones la buscan de forma tenaz.
Si algo caracterizó la dictadura de Franco fue el inicuo acoso a la libertad de expresión, extirpada desde su misma raíz hasta extremos difíciles de creer. Avram Noam Chomsky, tal vez el primer nombre del pensamiento universal sobre el lenguaje, vivo todavía y lúcido con más de 90 años, subrayaba, en Los guardianes de la libertad, el esfuerzo del puñado de periodistas que se enfrentaron en el siglo XX a las grandes dictaduras. Desde la gramática generativa, las reflexiones de Chomsky y su racionalismo cartesiano, descarnan el capitalismo salvaje que zarandea hoy a la aldea global. La digitalización ha convertido a Marshall McLuhan, por cierto, en una reliquia.
Las redes sociales, internet y el incendio digital definen la nueva época de libertad que el joven periodismo español vive con esplendor. Pero hay una espina entre tantas rosas. El curanderismo se multiplica en nuestra profesión, igual que ocurre en otras, como la medicina. Y muchos de los que se autodenominan periodistas sin serlo han multiplicado en España el periodismo de la insidia, invadiendo no pocos periódicos impresos, hablados, audiovisuales y digitales.
El periodismo de la insidia es un cáncer que amenaza metástasis. En lugar de buscar la verdad, los alfiles de la insidia difunden los bulos, acechan la intimidad de las personas, inventan lo que les viene en gana, se esfuerzan por convertir la comunicación en un patio de vecindad, se orgasman con la calumnia y lo emporcan todo. El periodismo de la insidia se alimenta del chisme y de las felonías. Se malinforma a través de la patraña, la encerrona y la añagaza. Y ofende a los jóvenes profesionales que pegan la nariz al suelo informativo para rastrear la noticia hasta descubrirla y contrastarla. No será fácil extirpar el cáncer del periodismo de la insidia porque se asienta, muchas veces, en el éxito comercial o en torticeras maniobras políticas. El gran ensayista George Steiner, que fue Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades, subrayaba en El silencio de los libros el empobrecimiento de la cultura profunda. Tuve ocasión de conversar con él en Cambridge. Creía que el primer pensador del siglo XX, Martin Heidegger, no pudo prever la superación de la torre de Babel con el estallido digital y la alteración profunda del mundo de la comunicación.
En la última conversación que mantuve antes de las vacaciones estivales con David Gistau, el articulista tristemente fallecido en plena juventud madura, se refirió a Steiner y a la pandemia del periodismo de la insidia. Cuando empezó a trabajar conmigo, ya pensaba así. Aposté por él tras leer su primer artículo, escrito con ese temblor de la prosa azul y vegetal que abrió a Gistau caminos anchos en la República de las Letras. Le contraté de forma inmediata. Por cierto, que se refirió al lenguaje esmerilado, almibarado y edulcorado de un columnista que se ha deshecho ahora en elogios merengosos. “Pedante a nativitate”, me dijo David Gistau, que llevaba como Borges, la metáfora ceñida a la cintura y sabía escuchar el silencio sonoro de la libertad.
Frente al periodismo de la insidia habrá que recordar a los jóvenes profesionales la doble función del periodista: la información y el ejercicio del contra-poder. Informar, rastreando la verdad y contrastándola hasta la extenuación. Y ejercer el contrapoder, es decir, elogiar al poder cuando el poder acierta, criticar al poder cuando el poder se equivoca, denunciar al poder cuando el poder abusa. Y no solo al poder político. También al poder económico, al poder social, al poder religioso, al poder sindical, al poder universitario, al poder deportivo…