La alcaldesa de Toledo, Milagros Tolón, dijo el otro día que había extraído a la ministra Ribera el compromiso de canalizar los arroyos de la ciudad que se habían desbordado, pero recordó que todavía Filomena estaba sin cobrar. Es decir, las ayudas correspondientes a la declaración de zona catastrófica en la ciudad por el temporal de enero aún no han llegado. Mientras tanto, el presidente de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page, recibía en Guadalajara a Pedro Sánchez para visitar el centro de vacunación masiva de la capital alcarreña. Allí Page le dijo a su cara que volvería a plantear la declaración de zona catastrófica para todos los municipios afectados por la DANA. Pedro puso cara de Pedro –de nada, o sea– y defendió su estrategia de vacunación mientras se alisaba el traje. Lucía bronceado potente de su estancia en la Mareta mientras huía la visita a municipios afectados por el negro del barro que trajo la riada. No pise usted charcos, señor presidente, no vaya a ser que se manche.
Que nueve meses después de la mayor catástrofe ecológica que ha vivido la ciudad de Toledo, no se haya recibido un solo céntimo del Gobierno central, es para hacérselo mirar. A Pedro no se le olvidó tumbarse al sol e incluso a la Bartola, pero en cambio descuidó la cuestión de la guita. Qué más da unos meses antes o después si el señor presidente no viene a Toledo a broncearse. Ya podíamos tener la playa de Safont habilitada, sin tanta mierda en el río, y así conseguíamos que Su Sanchidad viniese más a menudo. O, al menos, se preocupase por los que aquí se mueren sin remisión con sus políticas.
Pedro es el mejor socialista de la Historia, pues explica más gráficamente que ninguno que el socialismo bien entendido empieza y acaba en uno mismo, cuando el resto de recursos se expolian para el propio beneficio a costa de sangrar a los demás. Sube ahora el salario mínimo como un mago Merlín de saldo. Cualquiera que sepa algo de economía colige que eso no es más que una subida encubierta de impuestos. Perderán los pequeños empresarios y autónomos, que verán aumentadas sus cotizaciones y los inputs de inflación y luz. Pero, nada, Pedro. Socialismo o muerte. Mejor dicho, pedrismo o muerte. Y ante eso, está claro. Pedrismo, pedrismo.
Los cuadros socialistas de la región, da igual donde estén, tienen que alejarse de este personaje como gato que del agua fría huye. Si no, dentro de dos años, la debacle será monumental. La propaganda gubernamental no encubre el desastre de gestión y privilegios que este señor ha concedido a cambio de su pellejo. Ha dejado las decisiones en manos de Podemos y Esquerra, mientras él manda al Rey fuera y en emperador se convierte. Su Sanchidad está llamado a marcar una época en la Historia como el Papa Francisco. Pero luego va el Papa y nos sale peronista y rancio. Jesús, qué cruz.
El bronceado de Sánchez es todo un manual de resiliencia abierto al sol de par en par para quien quiera ver y no tenga telarañas en los ojos como el ciego Tiresias. La vacunación ha sido un éxito porque lo dejó en manos de las comunidades, que se las han ingeniado como han podido. Él, Pedro, no pisa la calle, ni el barro ni el asfalto. Ya va con clá a los sitios como le ocurría a Cospedal, que rodeaba de cordones los pueblos para pasar. El socialismo sucumbe a la realidad como pasó en Berlín a finales del siglo pasado y se inventa nuevas historietas de división como el hembrismo o la ecolojeta. Las trompetas de Jericó y sus adláteres soplan con más fuerza que nunca, pero el castillo de naipes es tan frágil como el traje del emperador. Y tan bello como un buen bronceado. Pero también efímero.