El periodismo y el poder
Toda la película huele a periodismo puro. "Los archivos del Pentágono": tinta y desafío al poder. La preciosa imagen de las rotativas estadounidenses de 1971 tirando periódicos a toda máquina es un canto de libertad que en 2018 viene cargado de sonidos de melancolía y un tiempo que se fue para siempre. Aquel mundo ya está terminado y el periodismo y la vida vienen sufriendo tal grado de transformación que es imposible saber dónde podremos llegar y qué tipo de cumbres alcanzaremos. Hubo un tiempo, o lo parece, en el que el periodista ejercía una profesión electrizante, intensa y llena de riesgos, pura emoción por saber y contar la verdad y poner todos los focos de luz donde el poder se empeñaba en arrojar sólo oscuridad y mentira, pero el mundo de hoy, empeñado en correr tan deprisa y menos preocupado del mar que de las espumas, ya veremos dónde nos lleva. La vida en un hashtag. No es que hayamos perdido la esperanza: sencillamente todavía no tenemos claro el camino emprendido y el lugar al que nos empuja.
En todo caso, uno entra en "Los archivos del Pentágono" con la ilusión un poco derrotada y sale orgulloso y feliz de pertenecer a una profesión tan grande y noble que tiene como maravillosa utopía servir a los gobernados y no a los gobernantes, tal vez un sueño imposible antes, ahora y siempre pero también eternamente una romántica aspiración del periodista. Sacudir con la verdad y la libertad los cimientos del poder y la sociedad, igual que tiembla entero el edificio de un gran periódico cuando las rotativas se ponen en marcha y toda su maquinaria fantástica echa a rodar, sin posibilidad ya de detenerse. El tren en marcha de la democracia y su principio sagrado de la libertad de prensa frente a las tinieblas del poder: la realidad y la historia tal vez nos quieran desmentir, pero creer en ello es tan bonito y tan dulce... El mundo no fue nunca tan redondo ni tan obvio, tan perfecto de héroes y villanos, pero cada fotograma nos mete en ese juego de ilusión.
La película de Steven Spielberg es un ejercicio de gran cine clásico con una historia dentro arrebatadora y emocionante que te pone a flor de piel la pasión por el periodismo y te conduce a la vez por la añoranza de una época que ya no existe y nos hace pensar, de vez en cuando, en las grandes ideas de un oficio hoy en tiempos de cambio y tribulaciones. Nostalgia del aire espeso de sudor y nicotina en las redacciones, y prisas y carreras, y la gran emoción de una buena historia que contar y empezar a teclearla atropelladamente con las rotativas aguantándose la urgencia y componiendo titulares y tipografías. Un sentimiento que martillea la conciencia y nos pone delante lo imprescindible que resulta en el mundo y en la vida que el periodismo haga su trabajo y lo haga como debe. El periodismo y el poder viven una histórica pasión encendida de amor y odio en la que el primero siempre quiere amanecer y el segundo se revuelve para que jamás acabe la noche.
Hay que ver estos archivos del Pentágono, aunque sólo sean puro romanticismo. Tal vez una forma de engañarnos a nosotros mismos, pero después de todo una hermosa manera de amar la libertad, la democracia y todas sus grandezas. Larga vida al periodismo.