Consejo de guerra para Cospedal
Si a un tío del PP con alto cargo se le ocurre pedir literalmente un "consejo de guerra" pongamos para una dirigente del PSOE, por ejemplo Blanca Fernández, portavoz socialista en las Cortes de Castilla-La Mancha, a ese tipo el cielo se le cae encima con todo el empedrado y todas las tormentas juntas de rayos y truenos que sean necesarias. La etiqueta de machista sería la más suave que le habrían colgado de la solapa y su careto de imbécil, expuesto en el estercolero de la plaza pública que son las redes sociales, hubiera dado tres vueltas al ruedo ibérico mientras le lanzaban con desprecio todo tipo de mondas y baratillos en señal de castigo y reprobación general. La turba cuando se pone suele ser muy eficiente en el juicio popular, con razón o sin ella, y destroza hoy en día a cualquiera con un desliz que anotarse en el currículum y que no tenga acreditado el carné de chico en el buen camino que manda la corrección política y tal y tal.
Pero a Blanca Fernández, un suponer, nadie del PP le ha pedido ningún "consejo de guerra" ni nada parecido. Ha sido ella, la portavoz socialista en las Cortes castellano-manchegas, la que ha tenido la sutil elegancia de este buen deseo para otra mujer, en este caso, la ministra de Defensa y presidenta popular en Castilla-La Mancha, María Dolores de Cospedal, por un gravísimo delito: no pensar igual que la señora Fernández en materia de política del agua ni en ninguna otra cosa. Textualmente: "alta traición". O sea, caldo gordo, trazo grueso, tralla y palo. Consejo de guerra para el discrepante, la nueva medicina de los demócratas para sus rivales y enemigos, sin opción, por otra parte, a réplica ni a explicación alguna. Cubos de piedras para el traidor. Es sabido que Cospedal, expresidenta de Castilla-La Mancha y no descartable candidata a la Presidencia en 2019, tiene consideración de demonio con tridente en cualquier sede socialista de la región, pero lo del consejo de guerra es una ilustrativa novedad que eleva mucho el caché político y la carta de méritos de Blanca Fernández, que a estas horas supongo estará muy orgullosa. Ya se sabe que el machismo y el buen gusto en la España de hoy van por barrios y no tienen la misma condición ni condena según quienes sean la víctima y el perpetrador. Y a qué bando pertenezcan.
No debe, sin embargo, preocuparse la refinada portavoz socialista. Ni es un tío ni es del PP y estas dos grandes ventajas le favorecen mucho en la andanada. No habrá ninguna tormenta a su alcance ni nadie va a pedirle que dimita. Su carrera sigue teniendo largo recorrido y a lo mejor incluso logra algún ascenso. Los nuevos tiempos van por este lado. La España rabiosa y lanar está empezando a dominarlo todo.