Paco Núñez y Carlos Velázquez: una hipótesis buenista
No sé qué rumbo extraño está tomando la política en España, pero a ratos da la sensación de que su principal ocupación consiste en crear problemas, en lugar de resolverlos. Nos asomamos con vértigo al barrizal político actual y su poco edificante estampa. Las primarias de los partidos, que son un gran invento democrático y deberían mostrarse como un ejemplo de madurez y civilización ante el resto de la sociedad, han llegado en realidad a una clase política pueril e insuficientemente preparada que convierte esta excelente herramienta en un territorio de batalla y hostilidad total entre los candidatos: unos dirigentes que terminan enfrentándose penosamente unos contra otros y provocando heridas y divisiones internas que rompen y maltraen a los partidos. La política española ha visto en las primarias no un sanísimo ejercicio de higiene democrática sino una oportunidad de darle vitola de excelencia electoral interna al dedazo de toda la vida: que todo cambie para que todo siga igual. No se libra ni un partido de esta sombra.
Que yo sepa Paco Núñez y Carlos Velázquez, dos jóvenes y muy prometedores alcaldes y diputados del PP de Castilla-La Mancha, dos buenos políticos con empuje, talento y futuro, tenían hasta antes de ayer una magnífica relación de compañeros y un cariño y respeto mutuo basado en la coincidencia de valores, la pertenencia a un mismo partido y la simpatía personal. Colaboraban, trabajaban juntos, forman parte del mismo grupo parlamentario en las Cortes regionales y comparten el objetivo político de mejorar las cosas en Castilla-La Mancha desde sus respectivas responsabilidades, las que sean en cada momento. Su líder común era Cospedal y su jefe directo, el bueno de Tirado, y a ambos admiraban. Núñez y Velázquez, y viceversa, tienen notable proyección y una ambición lógica y saludable que les exige avanzar y postularse, trabajar por llevar a su partido al poder en la mayor parte de las instituciones porque así consideran que todo irá mejor para la sociedad. Están en el mismo barco o lo estaban, al menos, hasta hace cuatro días. La glosa de su recorrido ya la ha hecho magníficamente en este medio el gran Javier Ruiz.
En definitiva, no hemos visto en todo este tiempo ni una sombra de rivalidad, antipatía o enemistad, pero las primarias por la Presidencia del PP de Castilla-La Mancha han dado un giro a esta situación y han generado un intenso foco de tensiones internas que no favorece a ninguno de los dos porque sustancialmente perjudica a su partido en la región, es decir, a todos los que a él pertenecen y quieren seguir haciéndolo tras votar para elegir el liderazgo de uno de los dos. Las primarias son un ejercicio democrático de sana rivalidad interna, pero en ningún caso el escenario de una guerra abierta en la que una parte tenga que abatir y laminar a la otra, aunque ya tenemos experiencia en todos los partidos de la confusión general que existe entre los términos rival y enemigo. Confusión encarnizada, bovina y excluyente: sólo puede quedar uno.
Es una hipótesis buenista y punto ingenua, pero quiero creer que en el caso de Núñez y Velázquez la situación es remediable y que la deriva todavía tiene vías de reconducción. Son muy jóvenes y están limpios y aún no revenidos. No del todo: tienen su carrera pero la cara muy recién lavada. Ambos se merecen estrechar la mano, competir saludablemente por el liderazgo regional de su partido y después mantenerse mutuamente abiertas todas las puertas para seguir colaborando en el futuro. Las claves son unidad e inteligencia. No dar alegrías innecesarias a quién en la fila de enfrente no los quiere. Su talento, su proyección y su partido así lo merecen, amén.