El pedrisco amenaza a Page
Page y el resto de los barones del PSOE están viendo el pedrisco fieramente derramarse sobre sus cabezas y han activado todos los protocolos de emergencia contra los fenómenos adversos. Vade retro. Hay que guarecerse de la pertinaz tormenta monclovita e intentar llegar a mayo sin excesivos daños colaterales. El sanchismo lleva ya una larga temporada amenazando a los socialistas con la demolición general del edificio, hasta el punto de que tras el repentino apagón andaluz todas las baronías se han puesto a temblar ante el fuerte aparato eléctrico que ha empezado a desplegarse sobre España entera. Cuando el miedo entra por la puerta el mundo quiere saltar por la ventana. El romanticismo ha muerto y ahora la gran idea de la socialdemocracia autonómica consiste en la supervivencia como sea por encima de este Sánchez que es el dueño del edificio y de la gasolina y que le ha cogido una gran afición a coleccionar cajas de cerillas para cuando le venga en gana empezar los fuegos artificiales. El presidente del bidón de combustible.
Pedro Sánchez ya provocó un terremoto global en el PSOE y ahora mismo se le ve tan animoso para rematar la gloria de su particular versión del apocalipsis. Es un máquina. No sé lo que opinará el presidente García-Page, pero a ratos me da por pensar que el sanchismo es un sistema infiltrado de algún agente radical que tiene como misión colocarse en el corazón del PSOE y hacerlo estallar todo por los aires con gran aparataje pirotécnico. Al estilo de los malos en las películas 007. Los nervios evidentes del presidente de Castilla-La Mancha y de sus colegas territoriales proceden de la absoluta desconfianza en el piloto del Falcon y en la creciente sensación de que todo va a encallar antes de mayo y la demolición puede ser estratosférica. Evidentemente no tiene por qué ser así, pero una vez que se han soltado las cadenas el terror es imprevisible y explosiona hasta meterse en el último agujero. Por eso la consigna general entre los socialistas está empezando a ser el sálvese quien pueda y el PSOE ya no es un PSOE sino cuatro o cinco o seis, según el paisaje va cambiando de hora, de vecindario y de lugar.
Es decir: que el presidente Page, visto el petardazo que ha pegado el susanato, ha tomado por libre su camino y se centra solito en salvar su territorio y su cabeza, con el genio de la Moncloa lo más lejos posible y la marca PSOE en el rincón de pensar hasta que pase la tormenta, si es que pasa, y alguien recupere la sensatez y la cordura. El presidente de Castilla-La Mancha y líder regional de los socialistas es un político listísimo, pragmático y moderado, una de las mejores cabezas del PSOE actual y un dirigente con las ideas muy claras, aunque a estas alturas ya no estoy seguro de que estos valores sean suficientes. Creo que él tampoco. Sin embargo, Page es un gran superviviente y la palabra rendición nunca ha estado en su vocabulario: toca de nuevo remar y hacerlo con intensidad, con fuerza y a ratos a contracorriente. Glups!