Los diarios de Ricardo Piglia
Estos “diarios de Emilio Renzi”, el heterónimo de Ricardo Piglia (Adrogué, Buenos Aires, 1940- Buenos Aires, 2017), tienen la singularidad del continuo juego entre literatura, vida, ficción, algo que desde el comienzo el autor confiesa cuando compara su obra con el desdoblamiento de un esquizofrénico:
“Ya en aquel tiempo tan lejano yo vivía una doble vida y practicaba la esquizofrenia que ha definido mi actitud ante la realidad” (Página 127).
“Me preocupa mi predisposición a hablar de mí como si estuviera escindido y fuera dos personas. Una voz íntima que monologa y divaga, una suerte de banda sonora que me acompaña todo el tiempo y que a veces se filtra en lo que leo o en lo que escribo aquí. Ayer pensé que tendría que tener dos cuadernos distintos. El A y el B. En el A estarían los sucesos, los acontecimientos, y en el B, los pensamientos secretos la voz callada" (Página 135).
Eso sí, él mismo reconoce que sólo el fondo autobiográfico le permite conciliar los dos planos entre vida y literatura y quizá por ello en estos peculiares diarios se alterna el diario puro con las narraciones o los ensayos que el escritor en plena formación va publicando. Así el ensayo dedicado a Pavese o los relatos cortos que parten siempre de una vivencia real.
“Lo mejor que he escrito hasta ahora surge de una mínima situación autobiográfica transformada luego en una historia distinta, donde lo vivido sólo persiste bajo la forma de los sentimientos y las emociones que se expresan en el relato” (Página 136).
“En la literatura, creo, lo fundamental es tener un mundo propio. En mi caso, ese material es secretamente autobiográfico y depende de la multitud de historias familiares que he ido escuchando a lo largo de mi vida” (Página 154).
“He entrado en la literatura cuando he podido sustituir el 'el' por el 'yo', Kafka. En mi caso podría decir: he entrado en mi autobiografía cuando he podido vivir en tercera persona”.
“Como nos ha enseñado la lingüística, el Yo es, de todos los signos del lenguaje, el más difícil de manejar, es el último que adquiere el niño y el primero que pierde el afásico. A medio camino entre los dos, el escritor ha adquirido la costumbre de hablar de sí mismo como si se tratara de otro” (Página 336).
““Por eso me hice escritor”, dijo, “para mantener a raya y observar detenidamente a ese extraño que se había apoderado de mi cuerpo”” (Página, 343).
Continuamente la metaliteratura se mezcla con los amores, la vida, las perspectivas profesionales, la política del joven escritor:
“Tengo un horror que viene del pasado por todo exceso retórico. Se trata, para mí, de la primera de las virtudes, usar el lenguaje con precisión y claridad” (Página 140).
“Con respecto a la relación entre la vida y la literatura, hay que ver de qué lado pone uno el signo positivo: ver la literatura desde la vida es considerarla un mundo cerrado y sin aire; en cambio, ver la vida desde la literatura permite percibir el caos de la experiencia y la carencia de una forma y de un sentido que permita soportar la vida” (Página 309).
“Un hombre de costumbres, un hombre que no quiere perder nada, ni siquiera lo que él mismo abandona” (Página 264).
“La piedad es un sentimiento terrible. Se habla de la pasión del amor, pero la piedad es la peor de las pasiones. Los adolescentes no se conduelen. La lástima es una pasión de la madurez” (Página 297).
Cómo no, a lo largo de las páginas de estos diarios de formación aparecen las filias y las fobias del joven escritor: Borges, Faulkner, Pavese… y las principales novedades de la época, como la explosión de un Gabriel García Márquez y sus Cien años de soledad que son vistos con una perspectiva que sorprenderá al lector actual.
Cualquier aficionado a los diarios de escritores, tiene en estos de Piglia o Renzi una veta que seguro no le defraudará.
Ricardo Piglia. Los diarios de Emilio Renzi. Años de formación. Editorial Anagrama, 2016, 3ª Edición. 360 Páginas. 21,90€.