Toni Nadal y el Padre Mariana. Dos maestros incómodos
Coinciden en el tiempo una reedición del “Tratado y discurso de la moneda de vellón que al presente se labra en Castilla y de algunos desórdenes y abusos” del talaverano Padre Juan de Mariana S.J. y la retirada como entrenador del tenista Rafael Nadal de su tío Toni. Dos maestros empeñados en la difícil tarea de educar príncipes, pues hoy los deportistas de élite no son otras cosas que los “primeros” entre el común de los mortales. Al Padre Mariana lo han leído los historiadores, los moralistas, los economistas y los pedagogos y lo seguirán haciendo. A Toni Nadal habrá que hacer que se le lea a partir de ahora en las escuelas de padres, en las Escuelas de Magisterio y en las Facultades de Pedagogía. A ambos les une la exigencia con su discípulo y el compromiso con la verdad.
Del Padre Mariana, perseguido por el Duque de Lerma por la denuncia de la manipulación monetaria que provocaría una inflación imparable en los reinos hispanos en tiempos de Felipe III, resaltaba Jaime Balmes: “Una vida irreprensible, una moral severa, un corazón que no conoce las ficciones, incapaz de lisonja… una voz firme, intrépida, que se levanta contra toda clase de abusos…”, en definitiva un maestro que no renunció a decir su verdad económica al príncipe en “De Monetae Mutatione”, ni política, cuando en “Rege et Regis Institutione” defiende incluso el último recurso del regicidio, del monarca de todos, transmutado en tirano por la traición al pacto con sus súbditos.
El halago debilita. Eso lo saben muy bien los entrenadores de cualquier deporte. El carácter de un joven en formación peligra más ante la miel de los admiradores que ante la exigencia del látigo de un Simeone o un Capello, por poner el ejemplo de dos “místeres látigo”. Toni Nadal lo tuvo siempre muy claro desde los inicios y lo proclama ahora en su carta de despedida, que es en realidad un verdadero manifiesto pedagógico en el que no faltan las referencias a alguno de nuestros clásicos. Su objetivo: “Desarrollar en él un carácter fuerte y resolutivo para poder hacer frente a las dificultades del tenis en particular y de la vida en general…”. Luego, confiesa: “He sido más molesto que apacible y más exigente que dado al halago. Le he procurado más un punto de insatisfacción que de beneplácito y le he trasladado siempre a él toda la responsabilidad. Siguiendo la sentencia de Francisco de Quevedo –'quien espera en esta vida que todo esté a su gusto, se llevará muchos disgustos'-, yo nunca le facilité las cosas más de la cuenta a Rafael”.
Si a esa carta de despedida se le añaden el par de entrevistas que Toni Nadal concedió hace unos meses en diversos medios, hay más que suficiente material para llenar todo un curso de pedagogía antidemagógica y no complaciente. Ánimo Universidades y Escuelas de Padres y de Príncipes.