Molina III arregla el terrorismo islamista
Resulta increíble a estas alturas de la película oír hablar a un profesor universitario de “causas” que provocan la aparición del terrorismo, como si hubiera, fuera del fanatismo y el odio inculcado desde las ideologías totalitarias, alguna justificación para despanzurrar a doscientas personas en una calle de una ciudad de Europa o América.
Sostiene el vicepresidente segundo de García-Page, con los mismos argumentos que Lenin justificaba el terror desatado por los bolcheviques, que “allí donde hay pobreza y discriminación está el caldo de cultivo del terrorismo”, como si en lugar de vivir en la España del siglo XXI hubiéramos retrocedido cien años y no existiera el estado social y de derecho que trajo la constitución del setenta y ocho y como si a cualquier inmigrante de cualquier raza o religión que llega a esta España no se le asegurara, por el hecho de estar en ella, el derecho a la educación, a la sanidad y un horizonte de libertad para ejercerla para su propio desarrollo.
Habla el profesor García Molina de la necesidad de un “Acuerdo estratégico para la paz y la convivencia en Castilla La Mancha”, como si cualquier ciudadano español ignorara que la formación política a la que él pertenece se ha negado reiteradamente a firmar el pacto antiyihadista que lo único que pretende es aumentar la eficacia de la lucha contra los que nos quieren liquidar, con la ley y todos los derechos de las personas por delante.
Y es que resulta un sarcasmo decir que se está contra el terrorismo para a continuación negarse a asumir las medidas indispensables para luchar contra él y luego comenzar, una comunidad autónoma tras otra, a promover “acuerdos para la paz y la convivencia” como el método seguro para que los fanáticos dejen de matarnos.
Desgraciadamente y durante cuarenta años, partidos como el PNV de Arzallus, Garaicoechea, Ibarreche y la ETA mutada en los cien nombres trampas de Batasuna, hicieron lo mismo que ahora hacen los podemitas. Mirar de perfil, condenar la violencia, pero nunca comprometerse con el único método que entienden los terroristas de cualquier clase y condición: imperio de la ley y acoso constante de la Policía Nacional y la Guardia Civil.
Y mientras alguien aquí no tenga claro que los valores sobre los que se sustentan las sociedades occidentales son incompatibles con ideologías que los niegan de raíz, habrá una parte de las energías y los recursos que entre todos pagamos, que se dilapidarán como por una cañería que devuelve al mar el agua que deberíamos consumir. El único pacto de convivencia y paz posible es el que se haga sobre la aceptación de los valores y libertades que con tanto trabajo han levantado unas cuantas generaciones de potenciales víctimas de su fanatismo.
Pero Molina III y Podemos ¿creen en ellos?