Bahamontes enfundado en el maillot de bronce
A Federico Martín Bahamontes le ponen estatua en el Miradero, cerca de esa cuesta del Cristo de la Luz que dice la leyenda urbana subía con una bici de paseo de aquellas negras be haches de toda la vida y una banasta de sardinas en el transportín de hierro y pedales como estribos de percherón. Ha tenido que cumplir noventa tacos para que por fin tenga una estatua en su pueblo de adopción, que ya se sabe que, como al Quijote y a los héroes de la antigüedad, se le disputan unos cuantos lugares de nacimiento. También la leyenda dice que por partir el lugar natal nació en una caseta de camineros, esa rareza desaparecida con el toro de Osborne de las carreteras de España, entre Val de Santo domingo y Torrijos, y así unos y otros están contentos, porque lo de Toledo se da por hecho en su mote de guerra : El Águila de Toledo. La fundación Soliss que dirige Eduardo Sánchez Butragueño y preside mi entrañable compañero de Bachillerato en Villarrobledo, el villafranqueño Antonio Fernández Maroto, tienen la culpa, empeñados en rescatar los olmos de las plazas de los pueblos de la grafiosis y ahora en poner a Fede en bronce escalando al Miradero.
A lo mejor en Toledo nadie se ha acordado de hacerle una estatua antes por aquello que decía un camarero de Zocodover, en un reportaje de los años noventa a un periodista de un medio nacional cuando le preguntaba provocadoramente quién era más importante para Toledo, si el Greco o Bahamontes, y este, echando mano al bolsillo, respondía que Fede con su tienda de bicis y motos Derbis daba trabajo a unas cuantas familias, pero Theotocopuli daba de comer a todo Toledo.
Y además, con esto de las estatuas hay que tener cuidado porque las carga el diablo; y si no hay está el adefesio de estatua que en los años setenta del siglo pasado perpetró contra el maestro Juan Belmonte en el Altozano de Triana un tal Venancio Blanco que se decía discípulo de Pablo Gargallo y que sirve de risa al personal que pasa por allí, después de haber visto el desplante torero con que Sebastián Santos Calero, calcó en bronce al faraón de Camas a la puerta de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla y olé.
Afortunadamente, el escultor Javier Molina se ha dejado de moderneces, cubismos, y demás zarandajas para papanatas y snobs, y le ha puesto a Fede en su sitio, que no es otro que en una una cuesta, levantado sobre el sillín, como los escaladores clásicos de antes del molinillo que son los desarrollos de risa que mueven los ciclistas de ahora, y con el cuerpo y la cara del Federico Martín Bahamontes de toda la vida.
Este, ha cumplido noventa años y los que le quedan, porque el único doping que conoció fue el del copazo de Veterano o del coñac Peinado de Tomelloso, en el termo del café. O sea el carajillo mañanero de toda la vida y que el otro día mi estupendo amigo Manolo, pretendía ignorar. Vaya por Fede y larga vida a los escaladores clásicos con estatua en el Miradero. Esperemos que a este no le apliquen la Ley de Memoria Histórica. Amén.