Comunidad sin comuneros
Siempre me acuerdo de una pintada, digna de figurar en la famosa Antología del Disparate que uno de esos partidos que reclamaban la vuelta de las Comunidades de Castilla a la España autonómica dejó al lado de una carretera para solaz y regocijo de viajeros: “¡Españoles fuera de Castilla!”. Ahora, cuando desde las instituciones regionales, con el Parlamento a la cabeza, se ponen en marcha los actos que celebran el quinto centenario del movimiento de las Comunidades de Castilla vuelve la insuperable pintada a mi cabeza.
El gran éxito de los Comuneros castellanos llegó con el siglo XIX, el liberalismo, el romanticismo y el cuadro de Antonio Gisbert impuesto como la imagen del movimiento: Padilla, Bravo y Maldonado, resucitados por los poetas y los pintores, pero definitivamente muertos para cualquiera que pretendiera sacar tajada política de aquella historia. Solo un pueblo masoquista celebra sus derrotas. Y mucho más, cuando ni siquiera los que convierten la Historia en memoria o leyendas, son capaces de explicar con claridad qué fue aquello. Un lío, que diría Mariano Rajoy.
El caso es que, por mucho que los historiadores se hayan aplicado a explicarnos a los comuneros, sus mujeres, sus objetivos y sus derrotas, la cosa no ha cuajado en el imaginario castellano, fuera de un difuso halo de rebeldía contra el poder real, que los liberales progresistas españoles proponían contra la carcundia, isabelina o carlista. Fuera de aquellos liberales de Maricastaña, los únicos que en los tiempos recientes han pretendido utilizar aquellas banderas han sido los ácratas, comunistoides y demás ralea de las izquierdas; de los de apuntarse a un bombardeo, siempre que la pólvora sea del rey,y que van cada año a la campa de Villalar a fumarse unos petas, oír música gratis y beber limonada y birras a costa de la Junta de Castilla, que no de León, que ya se sabe que los del reino de León hacen rancho aparte en esto de celebrar castellanos invasores.
Aquí, si se pregunta a uno de la ESO por las juntas, los comuneros y las comunidades es probable que le suene Pepe Bono, Emiliano García-Page y la Cospedal. El único Maldonado que recuerdan es Carlitos el de Master Chef y su restaurante Raíces con su estrella Michelín y porque es un tío enrollado que ha sabido montárselo sin que cuando explica sus platos parezca un profesor de Filosofía explicando a Kant.
En fin, que aquí lo del rollo comunero, que tanto les pone a los que le suena a república popular, callejera, subvencionada y alternativa, me temo que se queda en tres o cuatro estatuas y esa pregunta que siempre surge en estos casos: “¿Y éste quién es?