Como era previsible, porque eso sucede en la extrema izquierda desde la Primera Internacional, todos los grupos situados a la izquierda del PSOE de la región han anunciado la nueva confluencia de la izquierda. Como siempre, también invariablemente, antes siquiera de que hayan celebrado el primer acto ya hay uno de esos grupos que se siente marginado y reclama su cuota, como Francisco Umbral reclamaba lo de su libro. Nada nuevo, los marxistas regionales se empeñan en seguir sus mejores tradiciones y demuestran cada vez que pueden que lo suyo siempre fue más cercano a lo de Groucho, Harpo, Chico y asociados que a lo de don Carlos.
Según cuentan los papeles, los cuatro gatos que son hoy Izquierda Unida, junto a los restos del naufragio de Podemos -tras la brillante trayectoria de Molina III al mando-, y dos grupos de esos de la izquierda sandía (rojos por dentro y verdes por fuera), han acordado confluir en una candidatura conjunta, que escogerá uno de esos nombres con el que intentarán camuflar su verdadera naturaleza antidemocrática y totalitaria. Desde hace muchos años el emblema de la hoz y el martillo levanta tanta grima en el imaginario del ciudadano de a pie como la cruz gamada y es necesario vender el mismo producto caducado con una envoltura que se renueva cada cuatro años.
Y como era previsible, en la mejor tradición de la izquierda que celebra un congreso de unidad para a continuación dividirse en unas cuantas fracciones más, ya hay un grupo que se siente marginado, ninguneado y maltratado por la flamante convergencia: los representantes de “Mas CLM” (la fracción errejonista regional, por lo que uno deduce) como siempre sucede invariablemente, ya han dejado claro que divergen de la presunta convergencia. Antes de empezar la función ya hay un grupo cabreado y dispuesto a dictar lecciones sobre lo que es la verdadera unidad y confluencia de la izquierda. De chiste. Son las tradiciones sacrosantas de esa izquierda que no varían por mucho que pase el tiempo y algunos ingenuos esperen que en una de esas mutaciones del conglomerado surja algo diferente.
Y es que esa izquierda pretendidamente nueva y confluyente es tan vieja como la intransigencia que demuestran cada vez que alguien, aunque sea un cocinero, les recuerda lo que esa mayoría de gente a la que apelaban para salvarnos de la vieja casta piensa de ellos.
Pepe Rodriguez, el cocinero toledano de Masterchef, simplemente dijo su opinión sobre los que venían a salvarnos y donde han quedado, y le cayó la mundial. Ya digo, nueva izquierda, nueva confluencia y el leninismo de toda la vida.