Capilla Sixtina

Nuevas estrategias

11 julio, 2017 00:00

En días pasados se  recordó en Toledo que hace 45 años se prohibió el baño de personas en el Tajo. Fue lo más parecido a un escrito de defunción. Había comenzado la disminución de  aportes de agua limpia y las empresas y urbanizaciones de las  riberas del Tajo o afluentes vertían sus residuos, sin control,  en sus cauces. También fue el informe de defunción de Garcilaso de la Vega, de románticos variados, de la poesía y de los poetas, de los que quieren volver a épocas inexistentes, pero, sobre todo, de los habitantes de más abajo del Jarama. Entre ellos Toledo y Talavera. Perdían uno de sus elementos de identidad. El río se iría convirtiendo en una cloaca en la que se nota la mierda en ocasiones y en ocasiones, como cuando aumenta el calor, también se huele.

Durante años se organizaron sucesivas resistencias locales –no muy amplias, es verdad- a un Trasvase Tajo-Segura que se presentó como una Obra de Estado. Se recuperaba el proyecto antiguo de llevar agua a Levante bajo influencia de los Regeneracionistas del XIX  y diseños de tiempos de la Republica. Era un proyecto obsoleto, empobrecedor, cuando se realizó, ejecutado en un estado de crecimiento impensable en su momento y con un clima en cambio. También se habló de llevar agua del Ebro para un Levante en implosión turística. En el Ebro también se organizó la resistencia. Se intentaron entonces unir ambas resistencias, con lo que la del Tajo abandonaría  su perfil local. Pero cuando las Comunidades del Ebro (Aragón y Catalunya) consiguieron una protección indefinida para el Ebro, la resistencia al trasvase Tajo-Segura volvió a su dimensión local. Una reivindicación paleta. Unos cuantos pardillos de pueblo no quieren dar agua a unas gentes que las necesitan y a unas tierras en expansión imparable. Y así surgen los agricultores murcianos y sus “lobbys” de presión, esforzándose en justificar lo imprescindible que es el agua del Tajo para mantener su agricultura con este recurso escaso que les resulta más barato que cualquier otro. De esta manera  la resistencia al trasvase del Tajo al Segura desde Toledo adquiere la dimensión de enfrentamiento entre territorios.  

La reducción de la resistencia al marco local y al enfrentamiento entre territorios es el terreno óptimo para que cualquier gobierno, sea del color que sea, continúe enviando agua a Levante para sostener una población y turismo que crecen. El  Tajo, entre sequías continuadas, cambio climático y usos cada vez más extensivos de su agua limpia, se convierte en una ciénaga, insoportable en cualquier país civilizado. Para conseguir un río limpio hay que sacarlo de las estrecheces locales y territoriales, un laberinto de intereses encontrados de los que resulta imposible escapar. Cambiar las estrategias y los enfoques. Conseguir un río limpio debe ser un Asunto de Estado. Incluso, convertirlo en un proyecto de la Unión Europea.  Que se pida la dimisión del presidente de la Confederación o se decida trasladar el asunto al fiscal queda mono, pero es gritar a la luna. O se consigue que la gravedad de los efectos del Trasvase se conviertan en un asunto de ámbito nacional e internacional o dentro de otros 45 años se recordará que una vez hubo un río donde solo quedará un cauce seco o putrefacto.