Dos franceses en Toledo
Cuando usted lea este artículo habrá sido martes, 9 de enero, del recién iniciado año 2018. En la tarde de ese mismo día, en el salón de actos de la Biblioteca Regional, daré una charla titulada “Tres gatos y un mural”. Por primera vez alguien comentará en público las características y peculiaridades de un mural de 130 metros, de cerámica brillante, titulado “El mural del anillo”. Los autores fueron dos franceses, esposo y esposa, que llegaron a Toledo, como otros ingenios, por casualidad. Porque, ¿cómo estar en España y no hacer una visita a Toledo?
Suzanne Grange y Raymond Edanz, o de Nêve, que esos eran los nombres del matrimonio francés, decidieron quedarse en Toledo por un tiempo. No eran mucho de sitios fijos. El impulso les vino al reconocer a Bernardo. Bernardo era uno de esos comerciantes de antes de Toledo que no tenía dificultades para salir al mundo a vender los productos de la artesanía local. En un lugar apartado de la Francia establecieron el esporádico contacto. En el primer desplazamiento a Toledo, camino de la catedral, Suzanne no pudo por menos que exclamar ¡¡¡Oh…..Bernardo!!! Y a raíz de aquella exclamación permanecieron en Toledo hasta que algunos negocios salieron mal. Trece años estuvieron por aquí. Como supervivientes, hicieron de todo para ganarse la vida. También relacionarse con la gente de la ciudad. Les sirvió para conocer al director de la Universidad Laboral y su esposa. Entre ellos se creó una entrañable amistad. Lo que también fue útil para que el director, José Manuel Gutiérrez Bravo, con la independencia que entonces tenían estos centros de enseñanza, encargara un mural a los franceses para colorear alguna de la desnudas paredes del edificio.
Nadie, ni seguramente los mismos autores, imaginaron que podrían realizar una obra tan espectacular, grandiosa y novedosa. Lo de espectacular y grandioso proviene de las dimensiones del mural y de la técnica empleada, cerámica horneada varias veces a 1.200 grados de temperatura. La primera vez que se hacía por aquí algo semejante. La novedad, se deriva del estilo, del diseño de personajes y de la temática reflejada que, aún hoy, hace que a la gente les resulte un raro conjunto. Según contó en algún momento la autora, Suzanne, se basó en un relato que estaba barajando. En la introducción del libro publicado por la editorial Siruela, en 1987, titulado “Ravahil”, cuya autora es Suzanne Grange, se afirma que, desde muy joven, escribía poemas y narraciones cortas mediante el método de escritura automática. Con esta técnica la escritura “empezará a hablar y enseñará entonces al artista lo que debe expresar”. Con idéntico tratamiento se confeccionó el llamado “Mural del Anillo”, colocado en la cafetería de la Universidad Laboral. La clave de la obra tal vez se encuentre en una interrogante que se formula en las primeras páginas de “Ravahil”: ¿No serían nuestras manos más que un cáliz sin fondo incapaz de retener la luz?
La historia de incorporar el mural al acerbo patrimonial y cultural de la ciudad sólo ha comenzado. El primer paso se ha dado. Consistirá en aproximarse a la obra para conocerla. Ciento treinta metros de cerámica brillante, sin un solo espacio vacío, no resultan fáciles de abarcar. Analizar las técnicas, los personajes, los paisajes, los seres que pueblan la tierra y el cielo de los tres paneles de cerámica que forman el conjunto del mural, es lo esencial. Tal vez haya que remontarse a las enseñanzas mistéricas de Hermes Trismegisto para empezar a entender como una de las leyes básicas del Universo: lo que es arriba es abajo, lo que es abajo es arriba, se muestra en el mural. Tal vez.