Capilla Sixtina

Una pantalla dividida, un Parlamento activo

26 junio, 2018 00:00

Aunque los acontecimientos suceden tan veloces que lo que ocurrió ayer nos parece del siglo pasado, no se puede obviar la entrevista de Pedro Sánchez en Televisión Española. Se produjo el lunes, 18 de junio. La semana pasada. En ella creí percibir dos imágenes, dos momentos, dos tiempos. Vi la pantalla de la televisión divida en dos planos. En el de la izquierda, Pedro Sánchez; en el de la derecha, Mariano Rajoy. A los dos, los mismos periodistas formulaban idénticas preguntas. En las respuestas de uno y de otro se plasmaron sus maneras de entender la política. Una dinámica, la de Pedro Sánchez; otra estática, la de Mariano Rajoy. Pedro Sánchez contestó con enumeración de medidas concretas, trasladando al Parlamento la responsabilidad de cuanto se haga o se deje de hacer. Rajoy respondía con evasivas, sin hablar de medidas, sin reconocer al Parlamento otro papel que el de comparsa del Gobierno. Desde mi punto de vista el más audaz compromiso de Sánchez en la entrevista  fue anunciar que  intentará  devolver al Parlamento su papel protagónico. Por supuesto, en el que corre más riesgos por el número de diputados del grupo socialista.

Durante las últimas legislaturas, sobre todo el periodo de Mariano Rajoy, el Parlamento se ha ido degradando casi sin notarlo. Solo en un ecosistema deteriorado son posibles tipos como Hernando, Rufián, la señora Villalobos o escenas como el de la mamá con el bebé en el hemiciclo, llantos y lágrimas o representantes políticos con camisetas  provocativas. Ejemplos que reflejan que, más que el debate de propuestas e iniciativas,  lo que mueve es el espectáculo, llamar la atención de los medios de comunicación y de los ciudadanos, cada vez más habituados a la basura mediática. Estos, los medios de comunicación, a su vez, se han prestado con entusiasmo al deterioro. Hay que hacer menos esfuerzos de análisis e interpretación de la política. Es más divertido, (y económico para las empresas periodísticas), desenvolverse en el barrizal de lo cotidiano que narrar la acción parlamentaria con rigor.

En un escenario de atomización parlamentaria y de expansión de  populismos, una parte de la izquierda se ha abonado a la pirotecnia seudoideológica: declaraciones genéricas, discusión de problemas abstractos, trampas dialécticas para descolocar o alterar al adversario. El PP, por su parte, ha buscado salir lo menos chamuscado posible de ese campo de pólvora inofensiva. Mientras, desde el Gobierno  se asumía todo el poder institucional, se dejaba que el tiempo transcurriera en la idea de que esta es una buena medicina contra lo difícil o se tomaba alguna esporádica decisión. Con tales comportamientos la democracia representativa se ha ido desfigurando hasta culminar en el nacimiento de “movimientos” aparentemente espontáneos. Muchos ciudadanos no ven a diputados y senadores como defensores de sus necesidades específicas.

En una democracia representativa es al Parlamento a quién pertenece hacer y deshacer. Es decir, asumir responsabilidades políticas por las posiciones que cada partido  adopte ante los problemas cotidianos. Lo cual significa recuperar en las Cortes Generales la centralidad democrática  que los Gobiernos han usurpado en su provecho. Esta es la propuesta más innovadora de cuantas anunció Pedro Sánchez en la entrevista. Paradójicamente ha pasado desapercibida. Tal vez porque nos hemos ido acostumbrando a las lecturas personalistas de la política. Sánchez hace esto o hace lo otro, Rajoy actuaba de tal o cual manera o Iglesias o Rivera dicen lo contrario. Asistimos al surgimiento de un tiempo en el que corresponde al Parlamento representar activamente a los ciudadanos. Sánchez lo intentará. Veremos si lo logra y los partidos de ambas Cámaras colaboran. Aunque es probable que prefieran continuar con fallas electoralistas antes que con eficacia legislativa.