Capilla Sixtina

Otra historia del Bronx

10 julio, 2018 00:00

A Trump le gusta Twitter. No le gustan, en cambio, los medios de comunicación a los que califica como “enemigos del pueblo”.  Tampoco le gusta la Unión Europea, por lo que intenta destruirla, apoyando a partidos xenófobos, nacionalistas, cercanos al fascismo. Por supuesto no le gustan los inmigrantes o la diversidad racial en las Universidades o en los centros educativos, impulsados por Obama. No le gusta el libre comercio o la globalización. Bajo su mandato algunos periodistas afirman que Estados Unidos camina hacia un Estado autoritario y dictatorial. Las políticas de Trump anuncian catástrofes presentes y futuras. A pesar de los cual, el mundo, afortunadamente, no comienza o termina, de momento, con Trump. La apuesta debe ser por el optimismo y los signos positivos. Y uno de ellos ha surgido en un barrio de Nueva York, pobre, miserable y heterogéneo. Seguro que hay más. De este nos han hablado los medios de comunicación. Se trata del triunfo de Alexandria Ocasio–Cortez, una mujer del Bronx. Ya se contó en la película  “Una historia del Bronx”, la salvación de un joven por un gánster de caer en el gansterismo.

Alexandria Ocasio–Cortes es latina y de color. Y en las elecciones primarias de Nueva York, para elegir candidato a la Cámara de Representantes,  ha vencido al congresista de la vieja guardia y de las familias demócratas de siempre, Josep Crowley. Lo ha hecho desde la barra de un bar, donde trabajaba para pagarse sus estudios, sin casi recursos, y con un discurso de izquierda-socialdemócrata. Detrás de su triunfo se oculta uno de los comportamientos habituales de muchos padres con sus hijos. Los padres se esfuerzan y ahorran hasta el último céntimo para que los hijos puedan acceder a una Educación liberadora. Y es que la Educación y la Formación son el mejor instrumento universal para la promoción y el ascenso social, para la transformación colectiva.

Sobre el esfuerzo de sus padres se marchó de los colegios del Bronx para estudiar más al norte. Allí fue, dice, cuando se dio cuenta de que el código postal en los Estados Unidos determina el destino de cada cual. ¿Sólo en Estados Unidos? Nada nuevo. Los padres de la guerra y la posguerra de España trabajaron hasta la extenuación para que sus hijos no tuvieran la mala vida que ellos habían tenido. Acceder a la Universidad era el primer paso para la superación posible. Lo difícil consiste en salir de los sistemas opresivos de las familias y de los barrios que colocan fronteras imperceptibles contra quien intenta desmarcarse. Paradójicamente, la Educación, que tiene un potencial liberador ilimitado, puede contribuir a sostener un modelo que impide el ascenso o el cambio social. Enseña resignación e impotencia.  

Alexandria, hija de una puertorriqueña que limpiaba casas y de un padre con un pequeño negocio familiar, se graduó en Economía y Relaciones Internacionales en la Universidad de Boston. Ahora, tras ganar en las primarias a un peso pesado de los demócratas, afrontará su siguiente reto: ganar en noviembre al congresista republicano Anthony Papper. Si lo consigue, más allá de su éxito personal, será un indicio de que no necesariamente hay que conformarse con lo que dicen que se debe hacer. El riesgo es que en el Congreso de los Estados Unidos el éxito de esta mujer, de familia pobre,  emigrante y latina, se diluya. También cabe la posibilidad de que siga luchando a favor de la igualdad, de los desfavorecidos por el lugar de nacimiento o por el código postal, de quienes viven y mueren en barrios o países marginales. ¡Se necesita tanto que las cosas cambien…!