Colección Roberto Polo
En un edificio en el que pesan tanto la historia como la leyenda se inauguraba hace dos años en Toledo la exposición de una parte de las obras de la Colección Roberto Polo. Se crearía el Centro de Arte Moderno y Contemporáneo de Castilla-la Mancha. Un centro imprescindible en el mapa cultural de España. Tal vez, cuando se inició, no tuvo la relevancia que debía haber tenido. Y es que todavía ni el Arte ni la Literatura que se genera en los territorios ajenos a Madrid adquieren la misma importancia. Y, sin embargo, la decisión de Roberto Polo de ceder durante años su obra para su exhibición en Toledo y Cuenca deja entrever una dimensión vertebradora que la política no consigue. No se trata de invocar el tópico de la España vacía, sino la efectiva descentralización y valoración de otras expresiones culturales más allá del eje del Prado. Tampoco emplearé la proyección internacional de Toledo, pero si afirmaré que la Colección de Roberto Polo, repartida entre Cuenca y Toledo, incorpora un doble plus de interés. Se muestran en ambas ciudades unas obras y un tiempo histórico poco conocido en España y eso sucede en lugares adscritos tradicionalmente a la España rural. Sabemos que la Cultura puede transformar más los entornos ciudadanos que, por ejemplo, las plataformas logísticas. La Cultura produce efectos expansivos y de calidad, echa raíces; otras actividades son meramente extractivas, usan los recursos y se cambian de lugar con el mínimo pretexto. El riesgo que tiene Toledo, en menor medida Cuenca, es que el pasado siga aplastando al presente. Que el Greco, las Sinagogas o la Catedral oscurezcan las obras de la colección expuesta. Y ahí es donde entra la administración para crear las condiciones necesarias que elimine esos riesgos.
Tras la inauguración de las instalaciones, llegó la pandemia del 2020 que aún perdura. Lo peor que le podía ocurrir a una colección de arte moderno y contemporáneo sin apenas rodadura ni en la ciudad ni en el lugar elegido. El edificio posee tantas singularidades que hay que hacer muchas probaturas para que las obras brillen más que el espacio expositivo. Lo que se busca, según el coleccionista, no es que sea un museo tradicional, sino un espacio cambiante, agitador, conectado con el presente que es, por otro lado, lo que todos los grandes museos del mundo están buscando tras la epidemia. En ese proceso se inscribirían las videocreaciones de Isabel Muñoz, más los 252 retratos en tinta china que se han denominado “Retratos Imaginarios”, de Pierre Louis Flouquet, expuestos para conmemorar los dos años de existencia.
En paralelo, para situar al visitante y al investigador, se ha editado el Catalogo de los fondos de la colección de Roberto Polo.Son 482 obras de 165 creadores. El resultado: un libro que recoge el canon del tipo de obras que selecciona el coleccionista Roberto Polo, además de contemplar piezas poco conocidas en España. Cuando el 6 de marzo de 2019 el Sr. Polo presentó su proyecto dijo cosas que por aquí resultaban llamativas. Hablaba de devolver a la sociedad lo que esta le había dado. Y había elegido Toledo y Cuenca para esa devolución. Pero con esta decisión no terminaba, sino que comenzaba, otra historia. A los ciudadanos y a sus dirigentes corresponde que una colección como esta se convierta en foco de atracción. Para lograrlo se necesitan proyectos planificados y ambiciosos. Rafael Sierra, director artístico del centro, imagina crear en Toledo, a la manera de Berlín, una Isla de los Museos. La colección del Sr Polo sería el primer paso en esa dirección.